Lo que importa y lo importante
No puedo decir que me agrade que se nos retrate a los políticos -ciudadanos, al fin y al principio- como nuevas estrellas del show business, más preocupados por dar espectáculo y ofrecer chicha a las cadenas televisivas que por dedicarnos a aquello para lo que nos han votado.
Imagen: ISTOCK
La semana que termina, como casi todas en este curso político, ha transcurrido llena de titulares y de declaraciones de ida y vuelta. Tanto, que los mismos medios de comunicación dedican portadas, columnas y páginas a hablar del ambiente pop que reina en el Hemiciclo o, incluso, de un modo menos amable, refiriéndose al Congreso como Rue del Percebe 13 la famosa tira cómica en la que se narraban las aventuras de un puñado de vecinos enloquecidos.
No puedo decir que me agrade que se nos retrate a los políticos -ciudadanos, al fin y al principio- como nuevas estrellas del show business, más preocupados por dar espectáculo y ofrecer chicha a las cadenas televisivas que por dedicarnos a aquello para lo que nos han votado.
Eso, que parece que hemos olvidado, abducidos por el clima imperante de dimes y diretes, de declaraciones extemporáneas o exageradas y exabruptos de todo tipo, es lo importante. Pero, por desgracia, parece que no es lo que importa.
Lo que importa es si los diputados que estrenan Legislatura son guapos, altos, bajos, llevan mochila o maletín, se peinan de este u otro modo, dominan la retórica y los juegos de palabras, salen con gente conocida, son cercanos o lejanos, llevan o no sus niños al trabajo y son capaces de ir a programas de entretenimiento donde cuentan chistes, bailan y tratan de resultar lo más simpáticos posible.
Lo que importa es dedicar horas a un líder de un partido político que se ha metido con una periodista acusándola veladamente de ser 'casta' por su abrigo o a un ex ministro, que ha hecho lo mismo con otra profesional de la comunicación echándole en cara lo contrario. Llenar minutos con un diputado que tilda a sus adversarios de usar modos de "golpistas de manual" y con la respuesta de éstos y la contrarréplica de los primeros. Y así, sucesivamente, en un bucle que parece no terminar y que es fundamental, no digo que no, para las audiencias. Pero que no deja de ser una cortina de humo, una gigantesca pantalla que oculta lo verdaderamente importante.
Lo importante, que en este estado de cosas confuso y revuelto parece no importar a casi nadie, es que este país no tiene Gobierno. Lo importante es que ninguno de los líderes de los dos partidos más votados ha sido capaz de dar un paso -adelante, a un lado, pero un paso-- para sacar al país del impasse involuntario en el que estamos y que no puede continuar por mucho tiempo.
Lo importante es que los ciudadanos que votaron el pasado 20 de diciembre han decidido, soberanamente y de manera madura, que estamos condenados a entendernos. Que debemos pactar, negociar, ceder, hablar, aprender los unos de los otros y avanzar, porque hay aún asuntos fundamentales que resolver para mejorar la vida de los hombres y mujeres de este país, cuyos problemas no se han resuelto por arte de magia.
Y, si no es posible, deben celebrarse unos nuevos comicios, aunque no sea lo deseable, tal y como establece la Ley.
Lo importante es que ya no somos una democracia incipiente e insegura, porque la Transición, tan denostada hoy por algunos, se hizo bien, a conciencia. Y estos días, más que en ningún otro momento, sería bueno impregnarse de ese espíritu que logró que cerráramos heridas gracias a la generosidad enorme, al sentido cívico y de Estado de hombres y mujeres que fueron capaces de anteponer el bien común al de sus respectivos partidos y a sus apetencias personales.
Sin aspavientos, sin salidas de pata de banco, sin show, sin faltas de respeto a las instituciones o al adversario. Unos y otros con el Estado en la cabeza y la ilusión de quien sabe que todo está por construir.
Quienes hemos sido elegidos por el pueblo tenemos una obligación que no podemos soslayar ni abandonar, por más que lo que importe sea el espectáculo. Los fuegos artificiales, que tan vistosos son y tanto deslumbran, tardan poco en extinguirse. La fiesta, en algún momento, termina. Luego, la vida sigue.
Y eso es lo importante.