Los hombres y mujeres que no amaban a Cristina Pedroche
Cristina Pedroche y su vestido se están convirtiendo en un clásico de Nochevieja, y eso molesta a hombres reprimidos que necesitan zaherirla atentando a su honra y dignidad, y molesta también a algunas mujeres que consideran que el feminismo exige la militancia activa, el encierro y el análisis teórico y práctico. El feminismo, como todo el movimiento social o político, se encuentra con un problema usual: la disolución de la idea del individuo en detrimento del bien común, algo sobre lo que escribió mucho Karl Popper y que exponía de la siguiente manera: si la sociedad debe garantizar el bien común, ¿se puede dejar de lado la libertad individual? Pues eso es lo que sucede desde mi punto de vista con Cristina Pedroche, cuya libertad individual queda en entredicho cuando la "tiranía de la mayoría" señala que no es una buena feminista.
Que la presentadora madrileña utilice su físico para promocionarse es algo absolutamente legítimo. Algunos aducen que es la trampa capitalista que la convierte en instrumento del sistema. Yo no lo veo así porque nunca le van a faltar ofertas laborales. La trampa de la libre elección, por la cual Pedroche sólo recibe instrucciones por parte de sus jefes ha de analizarse en casos complicados desde el punto de vista jurídico es una cuestión ampliamente debatida en el Derecho Civil y en el Derecho Penal. Dos ejemplos: la regularización de la prostitución o de la gestación subrogada. En el caso de la prostitución, ¿tiene derecho una mujer a ejercer esta actividad? Sí, siempre y cuando la relación laboral esté dotada de una serie de garantías: consentimiento, la capacidad y la forma del contrato, amén de un análisis sobre las circunstancias económicas y personales de la trabajadora. ¿Sucede en la práctica? En poquísimas ocasiones. Las situaciones de extrema necesidad son las que imperan. Lo mismo sobre la gestación subrogada: hay que analizar también el entorno de la gestante y el impacto físico y psíquico que pueda tener el embarazo para ella. Por eso, hablar de libertad de elección en el caso de la madrileña, cuando las relaciones de poder entre una prostituta, una gestante u otro tipo de trabajadora y Cristina Pedroche son asimétricas, están de más. El análisis de la naturaleza del propio acto a mi juicio es lo que tendría que importar
Lo que nunca entenderé de un cierto sector de la población la población es que responsabilice de los asesinatos de Marta del Castillo, Diana Quer y Laura Luelmo al patriarcado y que no consideren que los desprecios a Cristina Pedroche sean también una actitud patriarcal. Si el machismo niega la autonomía de la mujer, la esterilización del derecho de una mujer a mostrar libremente su físico es también una actitud patriarcal. También es patriarcal acusar públicamente a través de las redes sociales a quien simplemente quiere ser libre. Que a Sabrina Salerno se le saliera un pecho en la Nochevieja de 1987 y se comentara era entendible: España estaba en plena efervescencia democrática, pero seguía siendo conservadora. La Transición fue transgresora, pero no rupturista. Casi cuarenta años de dictadura no se borran en una década. En cambio, nunca entenderé lo que sucede cada vez que Cristina decide mostrar su figura en una época en la que las redes sociales se han convertido en una barra libre de cuerpos masculinos y femeninos.
El cuerpo debería significar emancipación. Los derechos de las mujeres son parte de los derechos fundamentales de las personas, y la situación que ellas tienen en la sociedad influye directamente en el proceso de la educación de generaciones futuras. Una mujer emancipada no es libertina sino autónoma. Las mujeres emancipadas son aquéllas que viven de acuerdo con sus propios proyectos e ideas, y eso nunca es libertinaje. Y Cristina Pedroche me parece lo suficientemente inteligente como para entenderlo. Ella sabe que es fruto de una sociedad del espectáculo y de consumo en la que la gente ya no quiere someterse a ningún canon social arcaico: quiere buscar esa felicidad con todos los medios a su disposición. Es cierto que la televisión ha acabado con el pensamiento crítico y nos ha hecho mucho más frívolos, pero también ha proporcionado a las personas otros ideales. En ese nivel, la secularización de la sociedad del espectáculo ha permitido al individuo construir su propio estilo de vida.
Lejos de reprimir este tipo de actitudes, tendríamos que celebrar que haya mujeres a las que no les importe lo más mínimo lo que puedan pensar o decir sobre su figura. ¿Pensamos así porque la madrileña es una mujer muy atractiva? Sí. Y no es para sentirnos orgullosos, sino todo lo contrario: toda mujer, independientemente de sus atributos y su condición, ha de tener el derecho de poder mostrar su figura sin que se menoscabe su integridad física y moral. Libertad no es sólo hacer lo que queremos, sino lo que debemos, y todos los que vivimos en sociedad debemos, con el paso del tiempo, conseguir que situaciones como la de Cristina Pedroche sean anécdotas del pasado. Sólo la libre elección puede acabar con el miedo. Finalmente, para terminar: no creo que para ser feminista uno haya de estar continuamente leyendo a autoras feministas. Las experiencias, sobre todo las negativas, pueden ser la mejor escuela para tomar conciencia de las injusticias que se estén padeciendo.