Ambivalencia moral
El fenómeno de la ambivalencia moral perdurable ha recibido muy poca atención, en parte porque ninguna de las dos grandes tradiciones éticas, universalismo y relativismo, dejan hueco para ella. Ninguna de estas dos posturas deja espacio a la posibilidad de que una persona bien informada considere que tanto una acción como su contraria pueden ser permisibles.
Foto de Isaiah Berlin/GETTYIMAGES
Lars Hall y Peter Johansson, investigadores suecos, han hecho una serie de experimentos fascinantes que supuestamente muestran lo sencillo que es engañarnos con respecto a nuestras propias elecciones. Un caso particularmente interesante es el que atañe a las elecciones políticas y morales. En el artículo Lifting the Veil of Morality, relatan cómo los experimentadores salieron a la calle a preguntar a la gente qué pensaban de ciertos temas política y moralmente controvertidos. Los sujetos tenían que expresar su grado de conformidad con ciertas aseveraciones, por ejemplo: "Es moralmente defendible adquirir servicios sexuales en sociedades democráticas en las que la prostitución es legal y está regulada por el Estado". Al pasar la página del cuestionario, el recuadro en el que figuraban las preguntas quedaba pegada en la parte posterior del portafolios, y lo que aparecía a la vista del entrevistado era un conjunto diferente de aseveraciones, contradictorias con las originales, como por ejemplo: "Es moralmente reprobable adquirir servicios sexuales en sociedades democráticas en las que la prostitución es legal y está regulada por el Estado". Resultó que la mayor parte de los sujetos que hicieron el cuestionario no notaron el cambio. Lo que es más llamativo: preguntados por la que aparentemente era su elección, la justificaron con relativa facilidad. Una minoría, coincidente por otra parte con los que más alto y más bajo habían puntuado los ítems en la escala de conformidad, sí pensaron que, o bien había habido un cambiazo, o bien se habían equivocado al expresar su opinión. Sin embargo, la mayoría no sólo fueron engañados por los autores del truco, sino que se engañaron ellos mismos al justificar elecciones que no eran las suyas.
Los experimentos de Hall y Johansson tienen muchas lecturas y posibles interpretaciones. Una interpretación interesante es la de que hay muchas cuestiones morales acerca de las que tenemos una actitud de ambivalencia. La prostitución, en las condiciones que nos presenta el cuestionario, puede parecernos defendible; pero siempre nos queda una duda que encontramos razonable, de tal modo que cuando leemos que hemos afirmado que consideramos la prostitución reprobable, no nos extrañamos, y somos capaces de explicar por qué, supuestamente, hemos opinado así.
El fenómeno de la ambivalencia moral perdurable ha recibido muy poca atención, en parte porque ninguna de las dos grandes tradiciones éticas, universalismo y relativismo, dejan hueco para ella. Según el universalismo, hay una serie de valores universales, los mismos para todas las culturas y tiempos, por lo que una acción es correcta o incorrecta, sin más. Según el relativismo, una acción puede ser correcta para un cierto grupo de gente y la acción contraria para otro. Ninguna de estas dos posturas deja espacio a la posibilidad de que una persona bien informada considere que tanto una acción como su contraria pueden ser permisibles.
El pluralismo moral, en cambio, sostiene que en el mundo coexisten varios sistemas morales razonables y aceptables. Hay distintas fuentes genuinas de valores morales, y las diferentes sociedades pueden ordenar los valores que de ellas emanan de maneras diversas. Sin embargo, cuando nos asomamos a uno de estos sistemas morales alternativos, somos capaces de entender, desde dentro, por así decirlo, por qué se valoran las cosas que se valoran en esas culturas o sociedades. Nos parece que su escala de valores y sus prácticas son razonables, y no rechazamos sus indicaciones, aunque no sean las nuestras. En palabras de Isaiah Berlin: "Los miembros de una cultura pueden, por la fuerza del entendimiento imaginativo, comprender los valores, los ideales, y las formas de vida de otra cultura o sociedad... Pueden encontrar estos valores inaceptables, pero si abren su mente lo suficiente pueden aprehender cómo uno puede ser un ser humano pleno, con el que uno podría comunicarse, y al mismo tiempo vivir a la luz de valores distintos de los propios". Ideas similares pueden encontrarse en los escritos de David Hume, Bernard Williams, Maria Baghramian y David Wong (quien ha puesto de relieve el fenómeno de la ambivalencia moral).
El resultado del pluralismo, por tanto, es que uno puede llegar a sentir una genuina ambivalencia en ciertas situaciones: hacer una determinada cosa está bien, pero no hacerla, o hacer la contraria, también puede estarlo. El universalismo es impaciente con los sistemas morales alternativos, y el relativismo es tolerante, pero genera distancia. El pluralismo, en cambio, es respetuoso con la diferencia a la vez que acerca a los diferentes, aunque con ciertos límites. Como se cuenta en este artículo, Hume estableció la frontera a partir de la distinción entre sistemas morales naturales, fundados en la naturaleza humana, y las morales artificiales, que identificó con las morales impuestas por las religiones monoteístas. Estas morales escapan de los intereses fundamentales de los sistemas morales naturales, que son la cooperación y la realización de una vida plena, y no se anclan en fuentes espontáneas de valor como son lo útil y lo agradable. Las morales religiosas no son las únicas morales artificiales, y la cuestión más peliaguda es cómo separar un tipo de morales de otras. Pero parece plausible creer que hay una pluralidad de morales que consideraríamos razonables a poco que intentemos entenderlas y escuchemos a nuestra propia sensación de ambivalencia.