Venezuela: así están las cosas un mes después de la autoproclamación de Guaidó
La batalla de la ayuda humanitaria centra ahora la pugna por la presidencia, en una carrera de desgaste que promete ir para largo.
Hace justo un mes que un joven opositor venezolano prácticamente desconocido, llamado Juan Guaidó, se adueñaba de los titulares de todo el mundo al autoproclamarse "presidente encargado" del país. Decía que se apoyaba en la Constitución para dar por finiquitado el tiempo del actual mandatario, Nicolás Maduro, y emprender una transición democrática.
Mientras tratábamos de responder a la pregunta de quién era Guaidó, EEUU lo reconocía de inmediato, casi al mismo en tiempo que el también presidente de la Asamblea Nacional anunciaba su pretendido vuelco. Comenzó un tiempo de reconocimientos oficiales en cadena, pero también de pronunciamientos firmes de los aliados del chavismo apuntalando la estancia de Maduro en el Palacio de Miraflores. Días, semanas, de manifestaciones a favor y en contra de unos y otros, de encuentros diplomáticos buscando soluciones, lanzando y bloqueando propuestas a un tiempo, de gruesas acusaciones cruzadas y de espera.
No ha durado un mes el efecto de botella de champán recién abierta, aunque los opositores insisten en que se está trabajando "y ganando" de forma callada. Lo que ha dejado el paso al frente de Guaidó, al menos de forma visible, es una carrera de gestaste, sostenida, que amenaza con ser larga. Siempre, claro, que la nueva guerra de la ayuda humanitaria no cambie las tornas por completo.
Guaidó, tras su irrupción del pasado 23 de enero, no ha logrado lo suficiente como para derrocar a Maduro. A los opositores ya los tiene, se ha convertido en su nuevo líder. Las manifestaciones que su gente ha convocado (un par semanales desde entonces) han tenido un notable éxito, pero tampoco han sido tan masivas como las recordadas de 2017, la bautizada como Primavera Venezolana.
Su gran anhelo es hacerse con el apoyo de los militares, pero tampoco lo tiene aún. La cúpula de la Fuerza Armada se mantuvo junto a Maduro en las primeras horas y así sigue siendo. Es cierto que ha habido deserciones, pero son mínimas frente a la reacción en cadena esperada por la disidencia. Guaidó confiaza en conquistar a la base y los mandos medios, jóvenes padres de familia como él a los que no llegan los beneficios del poder que Maduro da a los de arriba.
Los capitanes y los generales han quebrando las esperanzas de un cambio rápido, con el que Guaidó pretende atajar la crisis del país. No bastan reconocimientos valiosos como los del agregado militar venezolano en EEUU, José Luis Silva Silva, o el general en la reserva y diputado chavista Hugo Armando Carvajal Barrios. Tampoco ha dado resultado el proyecto de amnistía para funcionarios y militares que desobedezcan al poder ni la campaña en redes, #SoldadoEscucha. Las expectativas han dado paso a la realidad: queda mucha tela que cortar.
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En este tiempo, el Tribunal Supremo también decidió la prohibición de que Guaidó salga de su país; la prohibición de enajenar y gravar bienes, muebles e inmuebles; y el bloqueo de sus cuentas.
Según ha desvelado la Agencia Reuters, la oposición está cada vez más enfocada en tratar de convencer a militantes del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (el de Maduro, sí) para que se unan a un gobierno de transición. Que sumen, pese a las diferencias.
Líderes de la disidencia explican a este medio que se extiende la postura de que es necesario hablar con el adversario e, incluso, incluir a figuras del PSUV en un posible Ejecutivo temporal, previo a la convocatoria de comicios. "Esa transición supone un gran acuerdo nacional entre las fuerzas políticas del país", señala por ejemplo Edgar Zambrano, vicepresidente del Congreso, bajo control opositor. "El chavismo no lo puedes desaparecer. Tú no puedes pasar de perseguido a perseguidor. No es una venganza política", agrega, con realismo.
"Todavía no es evidente cuán activa es la oposición en la construcción de esos puentes con el oficialismo y líderes políticos han evitado discutir sobre esas conversaciones confidenciales para evitar afectar a los involucrados", abunda Reuters.
Lo que dice Maduro en sus comparecencias es que los opositores han ido demasiado lejos, que se han dejado manipular por EEUU para dar un "golpe de estado", que son "cómplices". Poco menos que no irá con ellos ni a la vuelta de la esquina. Y en el lado contrario también hay muchos críticos que lo que quieren es ver al oficialismo en la cárcel o en el exilio, que no ven con buenos ojos un acercamiento, ni siquiera temporal o instrumental.
La idea de un "gobierno de unidad nacional" en Venezuela ya se incluyó en una Ley de Transición, aprobada el mes pasado por el Congreso opositor (la Asamblea Nacional a la que Maduro vació de competencias), cuando Guaidó lanzó su ofensiva. Los cuatro principales partidos políticos opositores respaldan la idea, aunque es sólo en los últimos días empezaron a hablar abiertamente del tema, señala la información. "Hay que entender que el chavismo no es sólo Maduro", dijo el segundo vicepresidente del Congreso, Stalin González, a Reuters la semana pasada en comentarios que provocaron una reacción violenta en redes sociales. Entre quienes no son Maduro, sino que tienen un perfil medio, habría que buscar a esos extraños compañeros de viaje.
Tras la efusiva bienvenida que dio Washington a Guaidó, unos 60 estados de todo el mundo (especialmente de Occidente y no pocos de América Latina) lo han reconocido oficialmente como el legítimo presidente venezolano. La mayoría alegó que las últimas elecciones presidenciales, que el sucesor de Hugo Chávez ganó en mayo, no fueron limpias, transparentes y creíbles. Tras emplazar a Maduro a convocar nuevos comicios, como hizo España, y que no hubiera movimiento alguno, decidieron inclinar la balanza a favor de Guaidó.
En Europa, el Parlamento Europeo también le dio su apoyo. Sin embargo, el pasado domingo Venezuela expulsó a una misión de europarlamentarios que iba a visitar el país y sostener varias reuniones, entre ellas, una con Guaidó. Los diputados, entre los que estaba el español Esteban González Pons (PP) aseguraron que les retuvieron, expulsaron y retiraron el pasaporte sin dar explicaciones.
EEUU, la muleta esencial de Guaidí, ha aplicado varias sanciones económicas más allá del petróleo, ha congelado bienes y cuentas de personajes más cercanos al chavismo, incluido el propio Maduro, y les retiró los visados. Washington ha congelado los activos de Citgo Petroleum Corporation, filial en EEUU de la estatal venezolana PDVSA, y amenazó con sanciones a los países que comercien oro con el régimen de Maduro. La Unión Europea ha hecho lo mismo en el campo económico.
Guaidó ha mandado enviados a muchos de los países que están con él, a modo de nuevos embajadores, pero que no están aún trabajando como tal, no tienen acceso a las legaciones, que siguen bajo mando del Ministerio de Exteriores de Maduro.
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Sin embargo, países como Italia, Grecia, México y Uruguay aún se mantienen neutrales y abogan por la negociación política o por unas elecciones, sin ultimátum alguno. Por supuesto, no hay toma de partido por parte de Naciones Unidas. Su secretario general, Antonio Guterres, insiste en enviar una misión "para facilitar el diálogo y la negociación entre las partes" en Venezuela.
Rusia, China y Turquía siguen con Maduro, a las claras. Apoyan su denuncia de que estamos ante una jugada orquestada por EEUU, que pretende acabar en invasión militar de un país soberano como Venezuela, y en que Maduro es presidente porque así lo votaron los venezolanos. Moscú, por ejemplo, ha acusado a Washington de querer entregar armas a los opositores.
Esas diferencias entre los socios permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Reino Unido, y Francia, con la disidencia; Rusia y China, con el oficialismo) han hecho imposible sacar hasta ahora resolución alguna adelante, no hay condena ni mucho menos acciones. Hay varios borradores que corren por los pasillos de la sede de Nueva York, pero sin resultados. Cuba, Zimbabue o Irán llevan años y hasta décadas sufriendo el aislamiento internacional y hasta las sanciones, sin que se hayan producido grandes cambios.
Se han abierto dos grandes vías diplomáticas para tratar de acercar posturas entre unos y otros, amparadas por estados y organismos internacionales: el Mecanismo de Montevideo y el Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela.
El primero ha sido impulsado por dos países neutrales como Uruguay y México, con el apoyo de la Comunidad del Caribe (Caricom). El objetivo de la estrategia, a desarrollarse en cuatro etapas -Diálogo Inmediato, Negociación, Compromisos e Implementación-, es encontrar una "alternativa pacífica y democrática que privilegia el dialogo y la paz para la fomentar las condiciones necesarias para una solución integral, comprehensiva y duradera". Maduro le ha dado la bienvenida, por ser una iniciativa de "diálogo", pero a Guaidó no le gusta. "Que quede claro que nosotros no vamos a participar en ningún elemento que no lleve concretamente" al "cese de usurpación" de Maduro, al Gobierno de transición y elecciones libres, ha dicho.
El segundo camino ha cuajado ya en una reunión en Montevideo (Uruguay), con un comunicado final firmado por la Unión Europea (UE), Uruguay, Costa Rica, Ecuador, España, Italia, Portugal, Holanda, Suecia, Alemania, Francia y el Reino Unido. Y también en la constitución de una misión técnica que viaje a Caracas para trabajar en un proceso que permita llegar a una "solución venezolana" de su propio conflicto. Dicha misión no se ha detenido ni por la expulsión de los europarlamentarios conservadores. Esta semana se ha producido el primer encuentro entre este grupo y el canciller Jorge Arreaza, en suelo venezolano. Por el momento, no se ha informado de avances concretos.
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Guaidó quiere introducir en Venezuela ayuda humanitaria exterior que amortigüe la crisis que sufre el país. Esa ha sido su obsesión desde el principio. Y justo este sábado era el día clave en su plan. Tras los masivos conciertos de anoche a los dos lados del paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, en las localidades de Cúcuta y San Antonio, este 23 de febrero, cumplemés de su presidencia, había prometido que entraría dicha ayuda "sí o sí", por la vía que fuera.
Sobre las 18:00 horas, el propio Guaidó ha anunciado desde su cuenta de Twitter que el primer cargamento de ayuda había cruzado la frontera desde Brasil:
Desde 10 días, empezaron a acumularse camiones de ayuda norteamericana, fletados por USAID, en el lado colombiano del Puente de Tienditas. Portan unas 300 toneladas de material sanitario y alimento. El Gobierno de Maduro le ha impedido la entrada sistemáticamente, hasta colocando unos vistosos camiones cruzados en los carriles de acceso a su país. Es más: su gabinete en pleno ha denunciado que se trataba de ayuda contaminada, "comida podrida", "cancerígena", una "trampa cazabobos" con la que entrarían soldados o armas extranjeros.
En dos de esos puentes que se encuentran en la frontera entre Venezuela y Colombia se han producido, a lo largo de la tarde de este sábado, incidentes entre la Guardia Nacional venezolana y simpatizantes opositores.
El incidente más grave, el que ha provocado que una policía venezolana y una fotorreportera chilena hayan resultado heridas al ser atropelladas por tanquetas conducidas por "infiltrados y traidores" afines a la oposición venezolana, como les ha descrito el Gobierno venezolano, en la frontera de Colombia.
En uno de ellos, el Simón Bolívar, efectivos de las fuerzas de seguridad de Venezuela han impedido el paso al primer camión de ayuda humanitaria estadounidense.
Poco después, ante miles de seguidores, Maduro ha anunciado que rompe "todo tipo de relaciones" con el Gobierno colombiano y ha dado 24 horas a sus diplomáticos para abandonar el país. Además, ha asegurado que no se va a "doblegar" y que está dispuesto a dar su vida por su patria.
En este mes, Guaidó sólo ha podido hacer una entrega de ayuda, que esta estaba dentro del país desde diciembre: 85.000 suplementos nutricionales para niños y embarazadas. También ha recaudado más de 100 millones de dólares. Frente a eso, Maduro iba blindando las fronteras. Declaró una alerta militar, clausuró los puentes entre Venezuela y Colombia, cerró la frontera con el país colombiano y con Brasil, y también suspendió las comunicaciones aéreas y marítimas con Curazao y las Antillas Holandesas, otros puntos de acopio de bienes. Todo, en su intento de impedir una imagen de victoria para los opositores. Guaidó pidió expresamente a los militares que desoyeran estas órdenes.
La vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, anunció, no obstante, que entregará una lista de medicamentos para "asistencia técnico-humanitaria a través de la ONU de la cual puede disponer la UE". Esa posibilidad busca la complicidad de Bruselas frente a Washington y se enmarca en una estrategia que intenta rebajar la presión, una mano tendida, un dejarse ayudar, pero sólo un poco y no, desde luego, por la Administración Trump.
Esta semana, la organización internacional de defensa de los derechos humanos Amnistía Internacional ha desvelado un informe en el que documenta la represión ejercida por las fuerzas de seguridad de Venezuela, durante los días 21 y 25 de enero, es decir, inmediatamente antes e inmediatamente después de la autoproclamación de Guaidó. Los datos son terribles: los uniformados, "bajo la línea de mando de Nicolás Maduro", "ejecutaron a personas, usaron fuerza excesiva y detuvieron arbitrariamente a cientos de ellas, incluyendo adolescentes, en una escalada de su política de represión para controlar a la sociedad venezolana y castigar particularmente a habitantes de zonas populares que decidieron protestar" en esas jornadas.
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En sólo cinco días, al menos 41 personas fallecieron durante estas protestas, todas por herida de arma de fuego. Más de 900 fueron detenidas de forma arbitraria, y tan solo el 23 de enero (día en que se convocaron manifestaciones en todo el país), se reportaron 770 detenciones arbitrarias, denuncia la organización.
La promesa Guaidó no ha calado aún en los venezolanos hasta el punto de impedir que los que ya habían pensado en el exilio tomasen la maleta. El flujo es constante, masivo. Los venezolanos que han salido del país a causa de la crisis política y económica son ya a 3,4 millones, de los que 2,7 millones se encuentran en otras naciones de América Latina, según la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
"Las salidas continúan creciendo sin parar", señalaron esta semana en un comunicado los dos organismos, que calculan que unos 5.000 venezolanos huyen de su país cada día, por lo que si continúa el ritmo la cifra total superará los cinco millones a finales de este año.
Colombia es el principal país de acogida, con 1,1 millones de inmigrantes y refugiados, seguido de Perú (506.000), Chile (288.000), Ecuador (221.000), Argentina (130.000) y Brasil (96.000).