El legado de la Guerra Civil: los TEDAX retiran una bomba cada día en Lleida
80 años después de la batalla del Ebro, los Mossos siguen recogiendo anualmente entre 300 y 400 explosivos en la zona.
A Andreu Cabasses, un agricultor de 64 años, ya hace tiempo que no le sorprende encontrarse explosivos de la Guerra Civil en sus campos de melocotones y nectarinas. "Toda mi vida han ido apareciendo", explica en su campo durante una nublada mañana en Aitona, un pequeño pueblo de Lleida que linda con Aragón. "Antes los tirábamos nosotros mismos al río. Últimamente llamamos a la policía".
80 años después de que finalizara la batalla del Ebro, toda la zona cercana al frente sigue llena de explosivos: miles de granadas de mortero y de mano, proyectiles de artillería e incluso bombas de aviación de hasta 100 kilos se encuentran todavía esparcidas por el lugar. Algunas están enterradas bajo las casas, otras aparecen cuando se remueve la tierra o después de jornadas de intensa lluvia. Cada año, el cuerpo especializado en explosivos (TEDAX) de los Mossos d'Esquadra retira y detona entre 300 y 400 artefactos de la contienda sólo en la provincia de Lleida.
En verano de 1938, el ejército republicano se encontraba en una situación comprometida. Tras la ofensiva franquista en Aragón y Vinaroz (Valencia), el territorio del Gobierno había quedado dividido en dos, dejando un área en Cataluña y otro gran área central en torno a Madrid. El presidente del Gobierno, Juan Negrín, apostó entonces por lanzar una fallida operación relámpago para recuperar terreno. El resultado fue la batalla del Ebro, probablemente el enfrentamiento más largo, cruento y determinante de toda la guerra. Un combate de desgaste que duró más de cuatro meses y en el que murieron entre 13.000 y 30.000 soldados, según los cálculos de distintos historiadores.
Los más de 100 kilómetros del frente –entre Mequinenza (Zaragoza) y Roquetes (Tarragona)– quedaron plagados de artefactos llenos de dinamita. Se calcula que el 20% de los que se arrojaron no llegaron a explotar nunca. La zona de Lleida, además, fue una de las vías de retirada del ejército republicano tanto hacia Cataluña como hacia Francia. "Es donde hay más explosivos porque el ejército iba abandonándolo todo a medida que huía hacia el este y hacia el norte", argumenta el sargento Óscar, responsable de la unidad de los TEDAX en Lleida. "Los enfrentamientos más fuertes fueron en el Ebro, pero en Lleida y los Pirineos es donde estaba todo el material guardado".
Unos tres días a la semana, dos agentes de los TEDAX de Lleida se suben a un todoterreno blanco sin identificar. "Nuestro servicio es delicado, por eso no llevamos ningún tipo de identificación", explica uno de los dos agentes, vestido de paisano. Un repaso a lo que contiene el interior del vehículo ayuda a comprender el secretismo: hay dos cajas fuertes con explosivos, detonadores, cordón detonante y una gran caja blindada para trasladar artefactos peligrosos.
Les acompaña otra patrulla de los Mossos, que se encargará de reconocer el terreno antes de la llegada de los TEDAX. El día anterior han recibido una llamada de Andreu Cabasses, el horticultor. Un trabajador de la red eléctrica se ha encontrado en su finca un proyectil de artillería de 75 centímetros. "Lo miras y parece una reliquia oxidada", señala uno de los agentes especialistas en explosivos, de cuclillas, mientras mide el tamaño del artefacto. "Pero el explosivo en su interior mantiene entre el 60 y el 80% de su capacidad".
El peligro es real. Según relatan los agentes, son varios los vecinos de la zona que han perdido extremidades o incluso han muerto al intentar manipular estos artefactos. A pesar de su aspecto vetusto, estos objetos todavía pueden explotar y causar grandes destrozos. Por eso, una parte del trabajo policial en la zona está enfocado a concienciar a la población mediante charlas en centros cívicos y colegios. "La gente que vive donde hubo el frente de guerra lo ve como algo totalmente normal", sostiene el Sargento. "Poco a poco tienen que ir viendo que es algo muy peligroso".
Una vez los agentes han analizado y medido el artefacto encontrado en el huerto, lo guardan cuidadosamente en una mochila blindada y lo llevan hasta la caja antiexplosivos que tienen en el coche. Tras hacer varias comprobaciones, los TEDAX se disponen a trasladar y detonar los explosivos en un lugar seguro.
Los artefactos de la Guerra Civil suponen el 80% del volumen de trabajo de los TEDAX en Lleida. No sólo se dedican a localizarlos y desactivarlos, sino que también luchan contra el mercado negro de estos objetos. Ya hace unos años, la policía detectó que se mandaban por correo sin haber sido previamente desactivados, con el peligro que esto supone. Un objeto de la Guerra Civil de este tipo puede costar entre 100 y 400 euros en función de su origen. "Hay bombas italianas, franquistas, republicanas, artesanales, polacas, alemanas... Cada una tiene su valor", señala el sargento de la unidad.
Abre el paso una patrulla de los Mossos. Les acompaña un camión de bomberos y una ambulancia por si ocurriera algún contratiempo al manipular los explosivos. La comitiva sube un sinuoso camino de montaña hasta llegar a una gravera privada que les ceden ocasionalmente para realizar las detonaciones. Los dos agentes de los TEDAX se separan del resto de policías, que forman un cordón de seguridad a 500 metros y serán los responsables de actuar si les pasa algo a los especialistas en explosivos. A otros 500 metros, la ambulancia y el camión de bomberos aguardan pacientes entre la niebla.
"No todos sirven para este trabajo", comenta uno de los dos agentes mientras va preparando todo lo necesario para la detonación. Es un tipo robusto, de ojos azules y trato afable que en ocasiones se ha visto en la tesitura de tener que jugarse la vida. La última vez, durante los atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils. Prefiere no concretar. "Tengo mujer y dos hijos y nunca les cuento lo que hago en mi trabajo", añade. "Te entrenas a diario para reducir los riesgos, pero siempre llega un día en el que te la tienes que jugar".
Tras hacer las comprobaciones pertinentes en la gravera, los agentes ya están listos para preparar la detonación. Impiden grabar ni observar el proceso por cuestiones de seguridad. Ya tras el cordón policial, se escucha a los agentes de los TEDAX hablar por el transmisor. Comunican a la central que está todo listo para la detonación. Esperan la señal y, cuando tienen la autorización, suena una bocina que anticipa la explosión. Un gran estruendo se escucha desde el lugar donde aguarda la patrulla. El suelo tiembla ligeramente y la detonación retumba unos segundos. Ya hay dos artefactos explosivos menos repartidos por el campo. Todas las semanas repetirán la misma operación hasta no se sabe cuándo.