Las claves para entender la protesta de los chalecos amarillos en Francia
La decisión de Macron de subir los precios de los carburantes con una tasa ecológica para reducir el uso de los más contaminantes indigna a los menos pudientes y residentes en zonas aisladas.
No dependen de ningún partido, no responden ante ningún sindicato, no tienen jerarquía ni líderes, pero todos se mueven por un mismo sentimiento: el enfado. ¿Quiénes son? Los llamados gilets jaunes o chalecos amarillos, los manifestantes que, a miles, decenas de miles, centenares de miles, están llenando las calles de Francia. ¿Contra qué, contra quién se levantan? Contra el presidente, Emmanuel Macron, y su decisión de subir los precios de los carburantes con una tasa ecológica que busca reducir el uso de los más contaminantes y que es demasiado para un bolsillo medio, dicen.
Aunque su protesta ya acumula varias semanas, el pasado sábado cobró un nuevo cariz, cuando grupúsculos violentos chocaron con la policía en los Campos Elíseos de París, con el resultado final de 130 detenidos y 24 heridos, cinco de ellos miembros de las fuerzas de seguridad. Las barricadas y el lanzamiento de objetos, respondidos con gases lacrimógenos, cañones de agua y cargas policiales, no debe eclipsar las otras 1.600 acciones que se desarrollaron sin problemas en el resto del país ese mismo día y que evidencian un enorme descontento popular.
Estas son las claves de la enésima decisión polémica de Macron, que amenaza aún más su dañada popularidad.
¿Quiénes son los chalecos amarillos?
Aunque también hay miembros de asociaciones profesionales y vecinales, el grueso del grupo lo componen personas sin adscripción alguna. Son franceses de clase media o media-baja, que residen en zonas rurales o pequeñas ciudades y que, ante la carencia de servicios de transporte público efectivos, necesitan el coche para trabajar o para moverse a núcleos mayores (para estudiar, ir al médico, comprar...).
La crisis, desde 2008 en adelante, trajo consigo importantes recortes en el sector de la movilidad, que afectaron más a las zonas aisladas y pobres y menos a los transportes de las grandes urbes y su primer anillo metropolitano. Por eso han recurrido al chaleco amarillo como símbolo, por ser obligatorio en los vehículos, como para ellos son obligados sus propios camiones o coches en el día a día. El 72% de quienes circulan en coche diésel viven en regiones mal conectadas como el macizo central, el Loira o Somme.
"Somos los trabajadores que necesitamos ir al culo del mundo a trabajar en una fábrica, porque no podemos pagarnos una casa donde está la fábrica. Somos los estudiantes pobres que tienen que ir en un coche de quinta mano a su campus, porque no pueden pagar una estupenda residencia universitaria. Somos el agricultor, el abuelo, todos los que no son los ricos acomodados de París, Lyon o Niza", decía uno de ellos a la BBC.
Justo esas altas esferas "de capital" y no "de provincias", cultas, bien formadas y con menos necesidad de coche, son con las que estos manifestantes identifican al presidente del centrista En Marche!. En París, por ejemplo, un tercio de los hogares no tiene vehículo propio, porque no lo necesita.
Hoy, el 74% de los franceses apoya el movimiento de los chalecos amarillos, según una encuesta realizada por el diario Le Figaro. Por ahora, es la mayor protesta popular de la era Macron, incluso por encima de las manifestaciones contra la reforma laboral, la de trenes o la universitaria. Denota una fractura territorial y social, global, no alcanzada por ninguna de las anteriores.
Las protestas acumulan ya una víctima mortal: una manifestante falleció en Pont-de-Beauvoisin, cerca de los Alpes, al ser atropellada. Ocurrió el 17 de noviembre. La conductora, una mujer que llevaba a su hija al médico, tuvo un ataque de nervios al ver la carretera bloqueada y aceleró.
¿De dónde viene su enfado?
La protesta ha estallado con la última subida del precio de los carburantes, del diésel en particular. El litro de gasoil cuesta en Francia 1,48 euros, más que la media de la Unión Europea, que está en 1,43; sin embargo, no es el más caro de la Unión, como se lee en muchas pancartas de los manifestantes, pues hay hasta cinco naciones donde se paga más. Es caro y, además, mucho de lo que se paga se va al Estado: se queda con el 57% de lo abondo por cada litro del diésel y el 61% del de gasolina.
Lo que busca Macron con esta subida es igualar la fiscalidad de esos dos tipos de carburante aludiendo a razones ecológicas. La idea no es nueva, sino de 2015, y el objetivo es lograr dicha igualdad en 2022. Va de la mano de otras medidas para impulsar una transición ecológica hacia energías no fósiles.
El precio del gasoil afecta muy especialmente a pequeños empresarios, asalariados y agricultores que necesita el coche para trabajar. Ahí está el descontento directo. A ese se suma el de los trabajadores que casi no llegan a fin de mes y que ven en esta medida otra vuelta de tuerca contra los de abajo, y que por ello se suman a las protestas.
Lo que quieren los chalecos amarillos es impedir esta subida, recuperar el poder adquisitivo perdido y los servicios públicos perdidos y reducir la "desventaja" respecto a las grandes urbes como París.
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¿Cómo se organizan?
Otra vez, como en el 15-M o las primaveras árabes, la clave está en las redes sociales. Como no hay quien mande, la organización viene de abajo: cada municipio o cada colectivo se cita y hace correr la voz. Se han llegado a convocar hasta 2.000 concentraciones en un sólo día, con 285.000 participantes. WhatsApp, Telegram, Twitter... Todo vale y permite superar hasta fronteras, como ocurre con la colonia de la Isla de Reunión, en el Índico, con estatus de departamento de ultramar francés, hasta donde han llegado las manifestaciones (y con problemas: se ha movilizado el ejército para evitar incidentes).
Sí que han logrado crear un grupo de Facebook común, en el que ahora piden una nueva movilización para el sábado 1 de diciembre "a las 14:00 horas, en los Campos Elíseos".
¿Pero alguien les influye?
No está claro. Los sindicatos, por ahora, se han mostrado divididos entre el desgaste que genera la medida para los menos ricos y la necesidad de subir el impuesto y hacer una apuesta más verde, mientras que desde el principio han sido las plataformas de ultraderecha y ultraizquierda las que han tratado de ganar adeptos dentro del movimiento, sin que por ahora haya adhesiones claras, públicas.
Sin embargo, la balanza parece haberse inclinado en los últimos días. Desde Francia Insumisa, un destacado movimiento de izquierda radical, su líder, Jean-Luc Mélenchon, ya ha denunciado que, pese a lo "justa y digna" de la protesta, han detectado que "en el medio se han metido los fascistas". Es la misma acusación que hace el Gobierno.
Tras los incidentes del pasado fin de semana en los Campos Elíseos, el ministro francés del Interior, Christophe Castaner, acusó a "sediciosos de la ultraderecha" de provocar los enfrentamientos con los antidisturbios y recomendó a los "chalecos amarillos" alejarse de estos "violentos", informa EFE. Castaner señaló directamente a la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, al frente de la Agrupación Nacional, que la víspera de la protesta había llamado a concentrarse en los Campos Elíseos, pese al veto explícito del Ejecutivo a ese lugar y a que el permiso estaba concedido para el Campo de Marte.
Macron, vía Twitter, ha condenado esta violencia, que le hace estar "avergonzado".
Además del choque de París, los medios locales han dado cuenta de varios episodios que vendrían a alertar de la presencia de ultraderechistas entre los manifestantes: el perfil de uno de los convocantes de protestas haciendo el saludo nazi, el piquete que obligó a una conductora musulmana velada a quitarse el pañuelo y el ataque a un funcionario homosexual.
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¿Hay vuelta atrás?
Macron no ha cedido nunca, desde que llegó al Palacio del Eliseo en mayo de 2017, ante ninguna protesta. Ha llevado a cabo sus planes tal y como los tenía diseñados porque, como repite en dos frases ya habituales, "es bueno para Francia" y "todo iba ya en el programa electoral que cosechó la confianza de los ciudadanos". Pero esta vez... puede ser.
Se ha anunciado que mañana martes el presidente francés comparecerá para anunciar un conjunto de medidas que atenúen la subida de estos impuestos en los hogares menos pudientes. Poco se ha filtrado de la respuesta de Macron, aparte de que "marcará el rumbo de la transición ecológica", ante los miembros del Consejo Nacional de Transición Ecológica (CNTE), compuesto por cargos electos, sindicatos, oenegés y asociaciones, con el objetivo de hacerla "aceptable", explicaron fuentes de El Elíseo a la agencia AFP.
Según elJournal Du Dimanche, quien cita a fuentes del palacio presidencial, Macron anunciará la creación de un "alto consejo para el clima" compuesto de expertos. Esta estructura estará destinada a "crear menos crispaciones" sobre la "política energética y sus consecuencias fiscales".