Cospedal y el final que le horrorizaba
La exsecretaria general deja la dirección del PP por el escándalo de Villarejo pero aguanta en el escaño.
"Desde la fe inquebrantable en el Partido Popular, os quiero anunciar que presento mi candidatura a la Presidencia del PP". "He dado la cara siempre, me la han partido varias veces pero me he levantado". Todos en pie, aplausos, era el pasado 19 de junio en Toledo. María Dolores de Cospedal miraba al frente con sus ojos empañados en lágrimas. Gritos de "presidenta, presidenta".
Esto pasaba hace poco más de tres meses. La vida política es un tablero diabólico, envenenado, una tela de araña viscosa. Después vendría el batacazo en las primarias, quedando tercera y evidenciando un secreto a voces: ya no controlaba el partido. Luego llegaría la revancha dando sus apoyos a Pablo Casado para vencer a su archienemiga Soraya Sáenz de Santamaría. Ahora andaba rechazando presentarse a la Alcaldía de Madrid, pensando en la posibilidad de ir en la lista de las elecciones europeas y siempre sobrevolando la idea de la marcha de la política.
Pues este lunes ha puesto fin a su era en la cúpula del PP. Y Cospedal no ha dado la cara como siempre se ha vanagloriado: lo ha hecho a través de un comunicado. Ha dejado la dirección -era miembro del Comité Ejecutivo del Partido Popular- tumbada por las filtraciones de sus conversaciones con el excomisario José Manuel Villarejo.
El blanco que lucía en la presentación de su candidatura estaba en realidad manchado por las cloacas del Estado. Lo que no pudieron Luis Bárcenas ni Soraya Sáenz de Santamaría se ha logrado a través del policía detenido dentro de la operación Tándem y que remueve los cimientos del Estado desde la cárcel. Aunque esos audios ya están fuera de control, ni siquiera se sabe ya desde qué frentes se utilizan.
"Representaba ya algo ajeno y de otra época"
Cospedal llegó precisamente hace diez años a lo más alto del Partido Popular para regenerar un partido hundido tras la segunda victoria de José Luis Rodríguez Zapatero. El entonces líder, Mariano Rajoy, escogió a esta 'mujer de rojo' -es icónica ya su imagen vestida de este color en el congreso de Valencia- para darle un ritmo a un partido que seguía sin digerir el 14-M y en el que había que jubilar a Ángel Acebes y Eduardo Zaplana.
Y paradojas de la vida: hoy ella era un problema para el nuevo líder del PP, Pablo Casado. Cada día, cada grabación de Villarejo, Cospedal se convertía en una rémora para Génova, recordaba al caso de Cristina Cifuentes. La prueba del algodón para el joven líder del PP, llamado a reflotar a un PP envuelto todavía en el fantasma de la corrupción y de la caja B.
Había llegado un punto que Cospedal ya lo "tenía complicado", como confiesa a El HuffPost una persona de confianza de Casado. "Representaba algo ajeno y de otra época", comenta otro dirigente de Génova. La indignación había ido creciendo desde que se desvelara principalmente que había encargado espiar al histórico dirigente Javier Arenas, muy querido dentro del partido y también persona de confianza de Mariano Rajoy.
Sus grandes rivales: Arenas y Santamaría
Porque la vida política de Cospedal no se entendería precisamente sin Arenas. Ni más ni menos que el hombre que le dio la gran oportunidad primera: la fichó como asesora en el Ministerio de Trabajo durante el Gobierno de José María Aznar. Fue quien la convenció para que la entonces joven abogada del Estado pasara de la esfera técnica a la política. Eso sí, a ella siempre le había picado el gusanillo que le venía de familia.
Esa amistad de Arenas se convertiría años más tarde en un odio visceral. No se soportaban y libraban batallas internas cada vez que podían. Hubo duros choques por la estrategia a seguir con Luis Bárcenas, con el andaluz intentando templar y la secretaria general tirando hacia el otro lado. Siempre batallando: fue muy sonada la guerra por la sucesión en el PP andaluz apoyando cada uno a alguno de los candidatos. Y en las primarias del verano, Arenas se volcó para que ganara Santamaría.
¡Ay, Soraya Sáenz de Santamaría! La historia de la otra gran rivalidad de Cospedal. Las dos llegaron a la vez a lo más alto, en el congreso de 2008. A Santamaría le dieron la portavocía en el Congreso y a Cospedal la Secretaría General del partido. Rajoy con su juego de dividir poder: a una lo institucional y a la otra el PP. Más tarde, su rival se quedaría con la llave de La Moncloa.
Desde la victoria de 2011, el duelo iría en aumento, sin disimulos. Los cospedalistas criticaban duramente a Santamaría por no defender al partido en un momento muy complicado, con casos como Gürtel, y escudándose en el Consejo de Ministros. El cénit llegaría el pasado 2 de mayo, en la Fiesta de la Comunidad de Madrid, ni se miraron, ni se hablaron: detrás estaba la guerra por el caso Cifuentes y la sucesión soterrada de Rajoy.
Cospedal decidió finalmente dar el paso para las primarias tras conocer que Santamaría lucharía por Génova. No pensaba dejar el partido en manos de la exvicepresidenta y maniobró en la segunda vuelta para unir fuerzas con Casado. Todos contra la vallisoletana. Casado le debe el puesto a la ex 'número dos'. Aunque repita que es el primer líder elegido por los militantes, no es así exactamente. Santamaría fue la opción favorita entre los militantes, pero los compromisarios de Cospedal inclinaron la balanza a favor del joven dirigente. Y por ello en su equipo hay cospedalistas convencidos como Isabel García Tejerina, Dolors Montserrat, Juan Ignacio Zoido y Rafael Catalá.
Claves de la guerra: CNI y su marido
En esa guerra cruenta con Santamaría también siempre ha pesado (y mucho) la creencia entre el sector de Cospedal de que su rival estaba detrás de las informaciones que se publicaban sobre el marido de la exministra de Defensa, Ignacio López del Hierro. En este juego de intrigas existía la sospecha de que la exvicepresidenta podía utilizar a los espías del CNI -que eran competencia suya- en esta rivalidad.
Ella siempre defendió a capa y espada la labor de su marido, siempre sostuvo que no tenía nada que ver con su actividad política, decía que lo utilizaban para dañarla a ella. En el Congreso llegó a hablar de machismo cuando Gabriel Rufián sacaba a colación el nombre de su consorte. Una política que no se alteraba con nada, mano dura, carácter frío, pero que enrojecía de ira si citaba a López del Hierro.
Pero los audios de Villarejo han dibujado una realidad diferentes: López del Hierro sí actuaba junto a su mujer. Era el contacto con el excomisario para que les informara incluso del transcurso de investigaciones judiciales, y les confesaba que había avisado al PP de Valencia para eliminar documentos.
Pero más leña. Le encargaban espiar a Javier Arenas. Y en la puntilla final: hablaban de investigar al hermano del entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Mientras esto pasaba entre los muros de la calle Génova en 2009, la exsecretaria general se dedicaba a decir en público que había escuchas ilegales contra miembros del partido.
No ha negado los contactos con Villarejo, un hombre de las tinieblas, al que acudían los que querían moverse en las cloacas. Y cuyas grabaciones han cavado su tumba en el Partido Popular, y las de su marido. Ya no se podrá negar que colaboraba en la tramoya de Génova.
La carrera política de Cospedal queda tocada casi por completo. Adiós a mandar algo en el PP. Y su imagen, muy tocada. Una estrella a la que se le apagó la luz cuando dijo lo de la indemnización "en diferido" de Bárcenas. Pero que había sabido agarrarse e incluso logró que Rajoy la hiciera ministra de Defensa en 2016 y que la dejara en el cargo de secretaria general en el congreso de 2017. Algunos decían en el partido que Rajoy le tenía hasta un poco miedo a su 'número dos'. Sabía demasiado.
En el último congreso del PP con Rajoy como líder ya el ruido aparecía por su acumulación de cargos. Muchos criticaban internamente sus ansias de poder: era ministra de Defensa, secretaria general del PP y líder del PP de Castilla-La Mancha. Eso era hace un año y medio. Hoy no es nada orgánicamente. Sus seguidores hablaban de que molestaba una mujer fuerte y de partido; sus detractores tenían claro que no podía con todo y descuidaba funciones.
Pero sí se ha aferrado al escaño en el Congreso de los Diputados. Surge la duda: ¿debe apartarse del cargo dentro del partido por las filtraciones pero puede seguir tan normal en la Cámara Baja? Desde el PSOE y Ciudadanos ya han pedido que deje la Carrera de San Jerónimo.
Precisamente fue una de las que aquel día en el Congreso con la moción de censura defendió que Rajoy no debía dimitir, que no servía de nada buscar una solución alternativa (que para muchos pasaba por Santamaría). Cospedal estuvo esas horas junto al presidente, hasta en el restaurante Arahy, con bocadillos y botellas de whisky sobre la mesa, mientras la entonces vicepresidenta estaba sola en la bancada del Gobierno (con el bolso en la silla de Rajoy por si acaso).
Se acabó hoy su poder en el Partido Popular. Cospedal y su pesadilla del final que odiaba: sin dar la cara, con su marido en los titulares, manchada por el caso Villarejo, enfadada con los suyos y convertida ya en símbolo de otra época de la vieja política.