La depresión se ceba con los jóvenes
"Hay que desculpabilizar a la gente que se deprime. Es una enfermedad".
Nadie nos enseña a manejar las emociones y gestionarlas cuando se es joven puede ser mucho más complicado. Hasta un 20% de los jóvenes de 18 años ha sufrido en su vida al menos un episodio depresivo clínicamente relevante. Los factores de riesgo se previenen siempre en edades tempranas, pero nuestro estilo de vida no ayuda: buscamos encontrar en los demás "una Lisa Simpson", una persona perfecta, autoejercemos presión sin saberlo y "las expectativas positivas es lo que peor maneja el ser humano". Son algunas de las conclusiones expuestas por el psiquiatra Víctor Pérez (coordinador del Programa de Investigación en Depresión y Prevención del Suicidio) en uno de los seminarios de Lundbeck, el de Millennials y Generación Z. La depresión invisible.
La sociedad del siglo XXI está más que acostumbrada a convivir con la depresión. Sin embargo, el impacto menos conocido de esta enfermedad es el que afecta a la gente joven (de entre 14 y 30 años). Muchos de ellos no saben reconocerla y desconocen cómo puede llegar a invalidarte, tanto como quien no la ha padecido.
Las cifras van en ascenso. La depresión es la primera causa de baja laboral y la segunda causa de discapacidad. En 2030 será la primera. En los últimos 13 años en España se ha disparado en un 200% el número de recetas de antidepresivos, según datos aportados por los especialistas en el congreso.
La enfermedad anula a quien la padece. 300 millones de personas en todo el mundo sufren depresión y el 65% de los pacientes tienen olvidos, falta de concentración, indecisión, falta de motivación, negatividad..., explica Sara Montero, la directora de Unidad del sistema nervioso central de Lundbeck. Por eso, la recuperación funcional es uno de los principales objetivos terapéuticos, para que puedan desempeñar las tareas de su día a día como antes. Estos síntomas cognitivos suelen ser residuales, así como la falta de energía y los problemas del sueño.
Sentimiento de culpabilidad, inutilidad, problemas alimentarios, psicomotores, pensamientos suicidas, baja libido y temor a 'no dar la talla' (o por el contrario la mayor promiscuidad para sentirse querido), fatiga, mayor consumo de alcohol y otros tóxicos —hasta un 35% de los adolescentes con depresión presentarán un trastorno por consumo de sustancias—, somatización, mayor apetito y aumento de peso, autodestrucción... Todo esto es bastante común en los jóvenes que la padecen, según Marina Díaz Marsá, la presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid. Además, la enfermedad es uno de los factores más asociados a la conducta suicida: el riesgo es cuatro veces mayor en las personas que la padecen y 20 veces mayor si el cuadro es grave.
Los jóvenes no van al psiquiatra
El verdadero problema de tener depresión a estas edades, como indican los profesionales, es que una persona de 18 años no acude al psicólogo o al psiquiatra por sí misma y los médicos de Atención Primaria deben saber interpretar las señales. "Cómo va vestido, los silencios, las miradas", relata Silvia López Chamón, médico de familia y secretaria del grupo de Salud Mental SEMERGEN. Esta razón se ha convertido en una de las principales causas por las que los psicólogos han solicitado en numerosas ocasiones (con poco éxito) tener más presencia en este primer nivel de la Sanidad. "Acuden sin tener claro qué les pasa, o consultan por dolores, angustia o cuestiones sin una base orgánica clara", explica López Chamón. De hecho, es habitual ver cómo hay jóvenes que acuden con mucha frecuencia a consulta, de repente con un dolor de pie, luego con uno de cabeza... A pesar de su capacidad para contactar con gente en redes sociales, los especialistas no saben cómo llegar a ellos.
Los pacientes con depresión están hartos de escuchar "sal, diviértete", "anímate" o la pregunta "¿por qué tienes depresión, si lo tienes todo?". Es una enfermedad, no un simple bajón, y lo que más echan en falta es el apoyo de su entorno. De hecho, esta es una de sus principales quejas: la falta de comprensión y empatía.
Los jóvenes que la sufren presentan la llamada 'triada cognitiva': pensamientos negativos sobre sí mismos que les produce baja autoestima, pensamientos negativos sobre el futuro que les hace estar desmotivados y apáticos y pensamientos negativos sobre el mundo que les hace aislarse y tener hipersensibilidad. Muchos también tienen ansiedad, trastornos de la conducta, abuso de sustancias o trastornos de la conducta alimentaria. Son las comorbilidades más frecuentes.
Las redes sociales pueden hacer que los enfermos se sientan incluso peor. Según los datos de un estudio aportado por Díaz Marsá en el que participaron 1.500 jóvenes de 11 a 25 años, Snapchat e Instagram son las que mayor ansiedad les generan, ya que se centran en la imagen y proyectan una vida que no es real. "Las redes sociales están intrínsecamente vinculadas a la salud mental. Se han convertido en el espacio en el que formamos y construimos relaciones, nos expresamos y aprendemos del mundo que nos rodea. Los jóvenes utilizan las redes como una forma de relación fácil y superficial", apunta la psiquiatra. Estas aplicaciones pueden hacer que se sientan peor al ver a sus amigos felices en las fotografías y creer que no están a la altura. Y, en la mayoría de los casos, el depresivo sufre insomnio y mata el tiempo con el móvil.
La depresión afecta directamente al enfermo en todos los ámbitos: en su entorno laboral, en el académico y en las relaciones sociales y con la familia. Los familiares también son parte afectada y, en muchísimas ocasiones, parte ignorada.
Sigue existiendo el estigma
"No es una cosa de vagos ni de locos", afirma Pérez. Por raro que parezca, el estigma sigue existiendo a día de hoy y hace que muchos de quienes la padecen no se atrevan a decirlo en su entorno laboral. Para ellos, cuanta menos gente se entere, mejor, algo contraproducente para tratarlo. De hecho, muchos jóvenes estaban dispuestos a colaborar en el seminario de Lundbeck, pero con la condición de que no se supiera quiénes eran. Los enfermos definen estar bien como "sentirse normal".
"No todo lo que es tristeza o falta de interés es depresión, aunque sean los síntomas que más quedan", insisten los expertos. La genética también tiene mucho que ver, así como dónde vivimos o los problemas en la adolescencia. Además, "la depresión tiene una base biológica. Hay que desculpabilizar a la gente que se deprime. Es una enfermedad", indica Marsá. Y cuantas más veces se sufre, más amenaza con volver, porque puede ser crónica.