Niños con agendas de ministros: dudas y errores de los padres sobre las extraescolares de sus hijos
¿A partir de qué edad deberían empezar? ¿Cuántas actividades son razonables a la semana? ¿Qué hacer si no les gustan? ¿Quién debería elegirlas?
Sin actividades extraescolares no hay conciliación. Esta es la cruda realidad a la que se enfrentan muchos padres: necesitan alargar todo lo posible la jornada de sus hijos porque sus horarios de trabajo no les permiten ir a recogerlos cuando termina el cole. Otros padres los apuntan porque las ven como la mejor manera de que los niños desarrollen habilidades, aprendan o refuercen otro idioma o para que hagan deporte.
Ya sea por pura necesidad o para completar la educación de los hijos, en los últimos años las extraescolares han pasado a ocupar gran parte de las tardes de los más pequeños, y cada vez antes. "Nos estamos encontrando con niños con todas las tardes ocupadas", resume Eva Millet, autora de los libros Hiperpaternidad e Hiperniños: ¿hijos perfectos o hipohijos?
"Circulan neuromitos educativos de que cuanto antes empiecen con ellas, mejor, porque así llegarán a ser pequeños Einstein o pequeños Messi. También son un negocio que, sumado a la inseguridad natural de los padres, hace que haya niños muy pequeños con agendas de ministros", reflexiona. Su filosofía es que estas actividades pueden estar muy bien, "pero con mesura": "Con tanta precocidad e hiperactividad, el niño al final está agotado y se acaba aburriendo".
La precocidad también llama la atención de Abel Domínguez, psicólogo infantojuvenil y director de Domínguez Psicólogos: "Hace nada he escuchado un anuncio de inglés desde 1 año... no sé hasta qué punto es necesario".
¿Cuál sería la edad idónea para apuntar a los niños y a cuántas actividades, entonces? "En Parvulario no hacen falta. Hay padres que a esa edad los apuntan a inglés pero es más útil que les pongan los dibujos en ese idioma a que vayan a clase. A esa edad no hay un interés natural del niño por el idioma", aconseja Millet. La autora sólo haría una excepción con la natación: "Es un tema de supervivencia".
"Para niños de Primaria está bien dos tardes en semana. Dejémosles espacios en blanco", exhorta Millet. En Secundaria también recomendaría que las extraescolares no ocupen más de dos tardes a la semana, "máximo tres". La opinión de Domínguez va en el mismo sentido: la cantidad de actividades debería "ser compatible con una normalidad para el niño y que no le genere estrés".
Porque sí, se corre el riesgo de saturar a los pequeños. La consecuencia, para Millet, es clara: "Los niños pueden acabar agotados y quemados, y eso supone que no tengan interés por aprender". "Estamos amenazando con esa hiperocupación precoz el patrimonio de la infancia, que es el juego. El juego libre es la mejor extraescolar. Cuando creces puedes apuntarte a fútbol, a baile... pero ya no puedes jugar al escondite", defiende. "Jugando se aprenden habilidades importantísimas, como la empatía, el trabajo en equipo, la gestión de la frustración...".
A la hora de elegir la actividad, ambos expertos sugieren escuchar a los niños y guiarse por lo que les gusta. "Recomiendo tener una conversación con ellos y llegado un punto, si hace falta, negociar. Por ejemplo 'Vas a ir a inglés, pero puedes elegir si en el colegio o si en tal academia'. Dejarles cierto poder de decisión para que se sientan implicados y no lo vean como algo tan impuesto", indica Domínguez.
Otra situación que se puede dar es que el niño quiera abandonar la actividad al poco tiempo de empezarla. ¿Hay que obligarlo a seguir o desapuntarlo? Tanto Millet como Domínguez son de la opinión de que forzar nunca es positivo. "Para quitarlo tendríamos que asegurarnos de que efectivamente no se lo pasa bien. A veces el niño sólo quiere ganar un pulsito a los padres o ve lo que hace otro amigo y quiere cambiarse", apunta el psicólogo. Las extraescolares pueden dar a los niños "cierta constancia, disciplina y compromiso", enumera Millet, por lo que sí es partidaria de intentar que completen el año.
Si es necesario darles "un pequeño empujoncito" para que vayan, Domínguez aconseja centrarse en los pros —"los amigos que van a conocer, los juegos que van a hacer"— y, al salir, ayudarles a recordar lo bien que se lo han pasado en la actividad.
El psicólogo también llama la atención sobre algo que puede llegar a ocurrir en el deporte extraescolar: la excesiva competitividad y exigencia a los niños: "Los padres tenemos que ver las cosas con perspectiva y dosificar la presión. Los casos de padres que se pelean en el fútbol infantil son como reflexionar [...] Hay que enseñarles a no frustrarse por haber perdido, o que lo primero que se les pregunte al llegar a casa sea si han ganado, y centrarse en que disfruten de la actividad".