El ‘via crucis’ irlandés del papa Francisco: la vergüenza de la pederastia y la guerra sucia de la curia
El pontífice regresa tocado de su viaje a Irlanda por una carta que le acusa de mirar para otro lado al saber de abusos sexuales.
La imagen afable y aperturista del papa Francisco se ha labrado, en parte, a bordo del avión en el que viaja. Las charlas del máximo representante de la Iglesia católica con los periodistas, especialmente al principio de su pontificado, revelaron a un papa distinto, autocrítico, dispuesto a tratar los temas que sus predecesores habían evitado, casi revolucionario. Ahora esos tiempos parecen lejanos: este lunes, en una de esas charlas aerotransportadas, Francisco ha recomendado "la psiquiatría" a los padres de niños que muestren "tendencias homosexuales".
El Vaticano se ha apresurado a corregirlo y a matizar que no quería decir que la homosexualidad sea "una enfermedad psiquiátrica"... pero ahí están las palabras y el vídeo de Francisco pronunciándolas. Son el broche pésimo más adecuado a unos días aciagos, marcados por el viaje papal a Irlanda y las acusaciones del nuncio Carlo María Viganò, quien sostiene que el pontífice conocía los abusos sexuales que ocurrían en Estados Unidos y miró para otro lado.
La estancia de Bergoglio en Irlanda tenía todos los visos de convertirse, desde su misma concepción, en una experiencia catártica: el papa buscando la redención de la Iglesia allá donde los abusos de los sacerdotes católicos han sido más lacerantes. Pero es casi seguro que ni siquiera los más pesimistas dentro de la Iglesia imaginaban este via crucis irlandés que ha removido el dolor por la más negra mancha del sacerdocio católico y ha dejado tocado el papa "progresista".
A Irlanda en busca del perdón
En su primer discurso en Dublín, el sábado 25 de agosto, Francisco no dejó dudas en cuanto a su disposición para pedir perdón y admitir la culpa por los "crímenes repugnantes" de los sacerdotes católicos en Irlanda y en otras partes del mundo.
"El fracaso de las autoridades eclesiásticas, obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros, al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica. Yo mismo comparto estos sentimientos", aseguró ante los fieles congregados por su presencia. A observar: lamenta unos hechos a los que no pone nombre, pues no habla de abusos ni pederastia.
El papa argentino ha escuchado pocas palabras amables en Irlanda. El primer ministro Leo Varadkar, gay y símbolo de una nueva etapa en el país, urgió al máximo responsable de la Iglesia a que se "haga justicia" y abogó por que las víctimas "obtengan justicia, verdad y curación". Con Bergoglio a su lado en un discurso en el castillo de Dublín, Varadkar aseguró que los abusos son "una historia triste y vergonzosa, una mancha en nuestro Estado, en nuestra sociedad y en la Iglesia católica".
El primer ministro irlandés también le pidió que "escuchara a las víctimas˝ y esa misma tarde Francisco se reunió durante una hora y media con ocho víctimas de los abusos sexuales. En ese encuentro, según una de las participantes, Clodagh Malone, el papa los "escuchó con verdadero interés". Durante la conversación, revelaron después algunos de los asistentes, comparó la corrupción y el encubrimiento de los abusos con "caca".
La carta bomba de Viganò
"Ninguno de nosotros puede dejar de conmoverse por las historias de los menores que han sufrido abusos, a quienes se les ha robado la inocencia y se les ha dejado una cicatriz de recuerdos dolorosos", dijo el pontífice a su paso por Irlanda. Se refirió a la pederastia en el seno de la Iglesia como una "herida abierta" y pidió a los responsables eclesiásticos ser "firmes y decididos en la búsqueda de la verdad y de la justicia".
Hasta ese momento, el viaje papal iba según lo estipulado: cara colorada, corazón contrito, petición insistente de perdón y, seguramente, ganancia de puntos de cara a la opinión pública. Pero la buena voluntad quedó en pose, las frases fueron de repente solo palabras vacías y ante los pies del papa se abrió un abismo por culpa de una carta de 7.000 palabras que le acusaba de haber encubierto los abusos sexuales del cardenal Theodore McCarrick, de 88 años, en Estados Unidos.
La misiva, firmada por Carlo María Viganò, exnuncio papal en Estados Unidos, asegura que Francisco conocía las tropelías de McCarrick desde 2013 y pide la dimisión del pontífice. Viganò explica que en 2013 fue el mismo pontífice quien le preguntó: "¿Cómo es el cardenal McCarrick?", y que el nuncio le informó de que "corrompió a generaciones de seminaristas y sacerdotes y el papa Benedicto le ordenó retirarse a una vida de oración y penitencia".
En la extensa carta, Francisco es acusado de haber anulado las sanciones contra el cardenal estadounidense y de no haber tenido en cuenta los informes sobre su "comportamiento inmoral con seminaristas y sacerdotes". McCarrick fue acusado a fines de julio de abuso sexual, por lo que el papa le prohibió ejercer su ministerio y prácticamente lo expulsó del Colegio Cardenalicio al aceptarle su renuncia, un hecho inédito en la historia reciente de la Iglesia.
Francisco ha asegurado que no dirá "ni una palabra" en relación con las acusaciones que la carta de Viganò arroja sobre él y ha insistido en que el documento presentado por el exnuncio "habla por sí mismo".
¿Una conjura contra Francisco?
Los artífices de teorías conspiratorias siempre encuentran pasto fértil en los tejemanejes internos de la Iglesia, una institución hermética y plagada, según los expertos, de intrigas y descarnadas luchas de poder. Los acontecimientos de los últimos días han dado vigor a la teoría de que hay en marcha un golpe interno contra Francisco, y esta vez no todo es fruto de la imaginación de los conspiranoicos.
La carta de Viganó, perteneciente a una corriente distinta a la por el momento triunfante que representa el papa, no sólo señalaba al argentino sino a toda una serie de altos cargos que pertenecen a la misma "cuerda" que Francisco. Fue publicada de manera coordinada por varios medios católicos conservadores contrarios al actual papado, explica Jason Horowitz en The New York Times, y puede suponer el inicio de una refriega que enfrenta a los "franciscanos" con la curia conservadora, mayoritariamente estadounidense, entre la que cunde la idea de que el enfoque social del actual papado ha aguado la doctrina y pone en peligro el futuro de la institución.
En algunas publicaciones especializadas, como el semanario católico estadounidense National Catholic Reporter, se habla de un "ataque coordinado contra el papa Francisco". "Un golpe está en marcha y si los obispos estadounidenses no defienden en bloque al Santo Padre en las próximas veinticuatro horas, se corre el riesgo de un cisma", advierte el editorialista, Michael Sean Winters.
No se sabe en qué quedará la crisis, pero sí hay alguna idea sobre el que puede haber sido el detonante: la disposición del papa de dialogar con los católicos gays ha sacado de sus casillas a los conservadores, que culpan a esos mismos homosexuales de ser los responsables de la crisis de abusos. En su carta, Viganò acusa al papa y a algunos de sus colaboradores de pertenecer a un "lobby gay".
Lo gay sigue, al parecer, obsesionando a algunos responsables de la Iglesia católica. ¿Quién necesita psiquiatría?