Flotador, manguitos o chaleco: ¿cuál es la mejor opción para un niño?
En algunos casos, "el riesgo es mayor al disfrute".
En verano los adultos extreman la vigilancia de los niños en playas y piscinas. Para protegerlos del peligro del agua, los padres buscan la ayuda de flotadores, manguitos o chalecos que les permitan dejar cierta autonomía a los más pequeños para que disfruten de ella. Sin embargo, este tipo de objetos no siempre son recomendables, y hay que elegirlos en función de las características del flotador y en relación a la edad y las capacidades de los menores.
Como cualquier otro artículo playero, las ventas de los hinchables se disparan con la subida del termómetro. Unos buscan seguir la moda con colchonetas en forma de flamenco o unicornio y otros la seguridad de los más pequeños, que son las principales víctimas de los ahogamientos en piscinas (según el informe anual de Ahogamiento.com) y los protagonistas de la principal causa de muerte por lesión no intencionada (junto a los accidentes de tráfico), según los datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Además, la AEP señala que es preferible utilizar un chaleco salvavidas antes que un flotador, que se puede deshinchar o voltear, y que, en la medida de lo posible, "lo ideal es que los niños aprendan a nadar a partir de los 4 años". Aunque nunca deben bañarse solos.
Los manguitos como primera opción
Por su parte, Germán Díaz, experto en Natación y Entrenamiento Deportivo de la Universidad Europea de Madrid, detalla que es importante distinguir dos categorías cuando hablamos de los flotadores más recomendables para los menores: aquellos en los que prima la seguridad, es decir, "pensados única y exclusivamente para que el niño no se ahogue", y los que están enfocados en que aprendan a nadar.
Los materiales en los que prima la seguridad tienen un grado de flotación muy alto, pero también limitan mucho la autonomía del menor dentro del agua. "Los niños intentan moverse, jugar y reproducir los mismos patrones que fuera del agua, como gatear, y estos materiales le impiden nadar y cambiar de posición. El movimiento natural es nadar en horizontal", explica. El experto se refiere principalmente a los manguitos, los flotadores que se colocan en el cuello y algunos chalecos flotantes de aire, que hacen que nos mantengamos en vertical.
Por otro lado, los más enfocados al aprendizaje sí que permiten cambiar de posición y hacer más movimientos, aunque "no dan tanta seguridad porque se les puede escapar de las manos, mientras que con los manguitos o el flotador al cuello es casi imposible que pase. Aun así, estos les dan más opciones para jugar y aprender", insiste. Por tanto, son seguros, pero requieren que la presencia del adulto (que siempre debe existir) sea mucho más cercana. Hablamos de los churros, tablas, colchonetas, o los pull buoy.
Si un niño utiliza alguno de los adheridos al cuerpo y además sabe nadar puede ser contraproducente, porque le resta comodidad en el agua y querrá cambiar de posición y colocarse en horizontal, e incluso querrá sumergirse, algo que el material impide. "Podemos conseguir que intente quitárselo", añade Germán Díaz.
Además, existe un bañador que se encuentra a medio camino entre estos dos grupos, debido a que aporta más seguridad y permite al menor aprender a nadar. La prenda, que se asemeja a un neopreno, lleva integrada una plancha que facilita diferentes grados de flotación. Con ella, el pequeño consigue cambiar de posición y nadar. "Obviamente no da la misma seguridad que unos manguitos, pero sí muchas más opciones y autonomía. Incluso se están utilizando para niños con movilidad reducida", apunta Díaz.
Por tanto, concluye, que "si buscamos el más seguro del mercado para quienes no saben nadar y solo pretendemos que el menor sea 'una boya flotante', tendremos que optar por los manguitos o los chalecos. Si lo que buscamos es seguridad y autonomía, lo mejor será el bañador, que podemos acompañar de churros o tablas", y añade: tan importante es la seguridad como que el niño se divierta.
Los productos más peligrosos
Por el contrario, el más peligroso y "completamente desaconsejado" para un niño que no sabe nadar muy bien, explica, es la tabla, que está más pensada para el ejercicio: son pequeñas y flotan mucho, pero es muy fácil que se les vaya de las manos.
El peligro de volcar también existe en los productos adheridos al cuerpo. Aunque están pensados para que no suceda, con las burbujas (un cinturón con una burbuja en la parte trasera), si el menor se queda boca abajo y no sabe nadar tiene muy complicado sacar la cabeza del agua. Y, explica, es lo que puede pasar "si tienes mucha parte de flotación en la espalda".
Este verano es inconcebible ir a la playa o a la piscina sin encontrarse con una colchoneta con forma de flamenco o unicornio, que pueden ser interesantes desde el punto de vista de la diversión, "pero cuando los niños quedan debajo es casi imposible que salga", ya que los flotadores se mueven mucho en el agua y es muy fácil que queden encima de la cabeza. Si un niño que está aprendiendo a nadar, menor de cinco o seis años, lo utiliza, debe hacerlo bajo la supervisión muy próxima de un adulto, que esté directamente jugando con ellos.
"Desde mi experiencia, el niño en el agua tiene que divertirse y no hay que eliminar nunca el material que se lo permita", explica el profesional de la natación. Sin embargo, sí que es recomendable quitar a los 3 años todo objeto adherido al cuerpo, indica: "Y a partir de los 9 o 10 años él mismo demandará no utilizar nada".
Estas indicaciones son aplicables en todos los medios acuáticos, aunque la playa añade un peligro a tener en cuenta: el oleaje. Por eso, el mar puede dar la vuelta a un humano aunque esté haciendo uso de materiales que en principio ayudan a flotar en horizontal o boca arriba. El peligro de las colchonetas en las playas es mucho mayor, la facilidad de volcar se incrementa. "Es mejor no utilizarlas, y tampoco los elementos flotantes grandes como los barquitos, salvo que el adulto esté con el niño. El riesgo en este caso es mayor incluso que el disfrute".
En definitiva, lo más importante es la vigilancia del adulto, añade Germán Díaz, porque "todo lo que se comercializa pasa muchos controles de la Unión Europea y son tremendamente seguros": "El adulto debe tirar de sentido común y ver si el material es adecuado a las posibilidades que tiene el niño y si se siente cómodo, que no esté agarrado al objeto como si fuese una cuerda".