Santi Vila: "No soy ni un héroe ni un traidor"
Entrevista al exconseller: "No le deseo la cárcel ni a mi peor enemigo".
"Soy un animal profundamente político". Así se define Santi Vila, que hoy trabaja en el ámbito privado tras ser arrollado por el procés. Hasta el último momento intentó que Carles Puigdemont convocara elecciones -un acuerdo que parecía cerrado hasta el último momento- y evitara lo que sucedió horas más tarde: la declaración unilateral de independencia.
Vila (Granollers, 1973) dimitía como conseller de Empresa la noche antes de la DUI. Uno de los días más "tristes" de su vida, en los que pasó de creer que habría elecciones al precipicio de la declaración. Vería un día más tarde por televisión esa sesión del Parlament. Luego llegarían la imputación, su declaración ante la jueza Carmen Lamela, su noche en prisión... y las críticas furibundas del independentismo tildándolo de traidor.
Esas horas las recoge ahora en el libro De héroes y traidores. El dilema de Cataluña o los diez errores del procés (Península). Lo ha escrito como un ejercicio "terapéutico, reparador y justificativo". Una vida nueva, en la que se recupera "como los perros heridos" entre los suyos "en paz, lejos de la cansina notoriedad", saboreando los capítulos de The Crown y disfrutando la compra en el mercado. Pero, ojo, por las noches todavía siente la nostalgia del guerrero.
¿Se considera un héroe o un traidor?
Ni lo uno ni lo otro. El libro intenta erradicar este tipo de vocabulario tan emocional y maximalista, en el que la realidad importa poco. Combate este proceso de hiperventilación y de exceso de emoción que ha presidido los últimos años la política catalana.
¿Y Puigdemont es hoy un héroe o un traidor para usted?
Es un hombre honesto, seguramente superado por unas circunstancias y un entorno que le puso las cosas muy difíciles y desbordado como consecuencia del inmovilismo de Rajoy, la sobreexcitación de la ciudadanía que ya no entendía un paso hacia la moderación y también por algunos compañeros de viaje que no fueron lo suficientemente leales.
¿Qué siente al verlo en Bélgica mientras están la cárcel Oriol Junqueras, Joaquim Forn y los Jordis?
Una gran empatía y tristeza enorme por todos. Evidentemente la situación en la cárcel es la más terrible, pero tampoco debe ser nada agradable saber que tus hijas van creciendo en Girona, que tu esposa está allí y tus padres están en Amer y que finalmente por un pulso político vives esta situación tan penosa.
Intentó hasta el último momento que Puigdemont convocara elecciones, ¿siente que fracasó?
Sí, sin ningún tipo de duda. No es fácil saber por qué, si sobredimensioné las fuerzas, si creía que la influencia sobre el president era mayor o no conocía realmente todo lo que estaba en juego... Si alguien quedó desacreditado aquellas semanas fue la moderación.
¿No hay sitio para los políticos moderados en Cataluña?
En los últimos meses se demostró que no. No éramos capaces de encarnar un planteamiento político que fuera apreciado por la ciudadanía. Quiero pensar que hay centenares de miles de catalanes que en estos momentos se siente huérfanos desde el punto de vista político y desearían la configuración de un espacio político liberal progresista de centro que pudiera hacer un planteamiento más pragmático. La vida política en Cataluña sigue muy polarizada, muy emocional y quien intenta viajar al centro recibe una bronca descomunal. Como se ha demostrado con Joan Tardá o Marta Pascal.
Precisamente, ¿por qué Pascal, Artur Mas o usted no consiguieron que en el PDeCAT y el Govern reinara finalmente esa moderación y no se llegara al precipicio de la DUI?
Es una buena pregunta. Algunos me han afeado elitismo, seguramente es cierto. Una sociedad civil, una población muy movilizada y muy estimulada en lo sentimental, con un discurso y relato político de base muy idealista, se llevaba muy mal con un planteamiento in extremis tan racional, pragmático y frío. No fuimos capaces de persuadir a nuestros compañeros de partido, a nuestros cuadros y buena parte de la opinión pública que lo razonable, incluso si renuncias, era asentar la posición e interpelar a la ciudadanía en su conjunto en unas elecciones.
En el libro revela algunas conversaciones, como en la que Puigdemont llega a decir "no quiero ser un presidente virtual de una República virtual". Y luego pasó.
Sí, es una reflexión además del propio Carles Puigdemont. En ningún momento perdió su sentido del humor y defendió que 'ojo con precipitar una distancia sideral entre el relato y la realidad'. Era un análisis muy lúcido.
Hubo otra conversación entre ustedes, en la que le dice que se va porque no aguanta más "a esta tropa", a lo que el presidente cesado le contestó: "¿Crees que yo sí?".
Sí. Algún día Puigdemont podrá escribir con libertad sus memorias. Sorprendió cómo políticos que debían haber ayudado a moderar y centrar fueran tan irresponsables.
¿Le queda algún amigo de aquel Govern?
Me quedan buenos amigos, no solo del PDeCAT. En ERC también había gente que tenía complicidad personal y la sigo teniendo.
Con el señor Junqueras no mucha, como se muestra en la conversación que tuvieron en una capilla...
Bueno...
Dice que le sorprendió la actitud.
Bueno, yo creo que Junqueras no fue de los peores de aquella etapa. También es cierto que se mantuvo en una cierta ambigüedad, y a mí personalmente en los político me hubiera gustado que nos hubiese ayudado más a precipitar las elecciones. Por las razones que sean, en un momento dado, o no se vio capaz de persuadir a sus compañeros o creyó que era la elección acertada y actuó en consecuencia.
¿Quiénes fueron los que más presionaron para llegar a la declaración de independencia?
Es una pregunta muy directa y explícita que en las circunstancias de judicialización en las que estamos yo prefiero no atender. Prefiero responder de mis posiciones y que cada palo aguante su vela. En 2018 tendríamos que ser todos capaces de dar explicaciones, no solo ante el juez, también ante la opinión pública. Y quizá el ciudadano sereno, que procura tener independencia de criterio, descubrirá que algunas posiciones se han mantenido firmes y coherentes siempre y que, en cambio, hay alguna otra posición que va variando en función de si estás solo ante militantes, ante ciudadanos con el lazo amarillo, ante medios de comunicación o ante el juez.
También escribe que consellers no se echaron para atrás ante el miedo al ruido de Twitter, de las redes sociales, de la calle... ¿Eso influyó en sus compañeros?
Sin ningún tipo de duda. Si no hubiera existido Twitter, la decisión hubiera sido más conllevable. Piensa que en las horas en las que se tenía que decidir esto, Puigdemont era tildado de traidor y de cobarde, porque ya se intuía que podía convocar elecciones. Esto fue así y debe pesar en la conciencia de los que aquellos días agitaron las redes.
Su relación con Madrid ha llenado muchas noticias, ha habido muchas especulaciones. ¿Era el topo de La Moncloa en el Govern?
No, esa sería una apreciación totalmente injusta. Es una difamación objetiva porque yo no lleve a cabo nunca ningún contacto con miembros del Gobierno de Madrid, del PSOE o del PP sin que estuviera en conocimiento del presidente de la Generalitat. Esto es muy relevante porque en el marco, en el ambiente y el contexto de difamaciones y polémica política en la que estamos una de las líneas argumentales que son indemostrables es presumir que los intentos de centrar y moderar eran por capricho o por mi interés político personal. Nada más falso.
En sectores del independentismo le llegaron a acusar de haber hecho pactos con la Fiscalía y el Gobierno.
Sí, esto fue una afirmación muy injusta y, además, peligrosa. Presuponer que yo había pactado con la Fiscalía a cambio de incriminar a mis excompañeros me situaba en un terreno inaceptable desde el punto de vista ético y moral. Como es sabido, quedó desmentido por la realidad porque la Audiencia Nacional dio a conocer mi declaración, y no había ni rastro de pactos con nadie y se defendía mi honorabilidad y la de mis compañeros. No solo esto, todos esos difamadores presumían que a mi no se me dictaría pena de prisión y yo me fui derecho a la cárcel, que eludí luego con fianza. Lo que pasa es que cuando alguien está fanatizado o en nómina para el interés sectario o partidista la realidad no le interesa, ya la construye él a golpe de tuit.
Durante las horas antes de la declaración, mantuvo contactos con el lehendakari, Iñigo Urkullu, y también dice en el libro que con ministros. ¿Quiénes eran sus interlocutores en esos momentos tan decisivos?
De nuevo tengo que ser aquí reservado, me sabe mal, pero precisamente para no quemar las naves y para hacer posible que en el futuro las personas que negociaron tengan ganas y posibilidad de hacerlo prefiero ser discreto.
Reconoce que en muchos círculo le llaman el "amigo de Ana Pastor", presidenta del Congreso. ¿Era una de las personas con las que intenta restablecer los lazos en esos momentos?
Esto es un especulación que por cronificada va cogiendo verosimilitud pero con Ana Pastor, efectivamente, me unía y me une una relación personal. Pero ella no estaba en la posición institucional para implicarse en esta negociación.
¿Cómo fue la noche en la cárcel cuando le envió la jueza Carmen Lamela?
Fue una noche muy triste, en mi caso personal forma parte de lo anecdótico porque yo tenía un poco el confort anímico de saber que si mi familia conseguía reunir la fianza yo saldría inmediatamente. Es muy distinto entrar en la cárcel sine die, como algunos de mi excompañeros, que entrar en la cárcel confiando en que en pocas horas o días podrás reunir la fianza. Dicho esto, la pérdida de libertad es una experiencia traumática, que no deseo a mi peor enemigo. Un ciudadano que lo peor que debe haber hecho en su vida es que le pongan una multa por exceso de velocidad o por el ticket en la zona azul se ve entre rejas y dice 'cómo hemos llegado a este punto' en España en 2017. ¿Qué hace un chico como yo en un sitio como este?
Pero no percibían un mes antes, con los señalamientos del Constitucional, o se imaginaban que podían acabar en la cárcel...
La verdad, honestamente, creo que era una hipótesis inimaginable. En primer lugar, porque algunos estábamos convencidos de que el choque no se produciría, que in extremis se pararían las máquinas porque todos actuaríamos responsablemente. Y, en segundo lugar, precipitados los hechos, creo que hay una cierta desproporción entre el presunto crimen y el castigo objetivo.
Llegó a leer a Oscar Wilde durante esas horas en prisión...
Es que al final tienes que procurar serenarte. Y la mañana del viernes estaba en la litera, resignado a pasar el fin de semana en la cárcel, y tuve la oportunidad de acercarme a la biblioteca de prisión. Me cogí un par de libros, uno de ellos era de Wilde para procurar serenarme y no entrar en aquella tristeza anímica propia de una situación que te desborda.
Después de salir de prisión, ¿ha hablado con Puigdemont?
No, la última vez que hablé con él fue el viernes de la declaración de independencia. Seguí aquel acto por la televisión. Lo que hice fue ponerme a su disposición en lo personal. Entonces no sabía que tomaría la decisión de irse a Bélgica.
¿No le consultó esa decisión de marcharse?
No, no. Es una decisión que no contemplaba. En la medida que no tengo pasaporte ahora, no puedo acercarme a Bélgica a visitarle. Me gustaría poderlo hacer porque, entre otras cosas, me temo que la información que le llega no sé si es del todo precisa o sesgada.
Fue a la cárcel después de su declaración, algunos de sus compañeros no contestaron a la jueza Lamela. Luego ha habido un cambio en la estrategia judicial en el Tribunal Supremo, en el que casi todos los imputados han acatado el 155, empezando por la expresidenta del Parlament Carme Forcadell.
La confirmación de que 2018 tiene que ser el año de dar explicaciones. No solo ante el juez, también ante la opinión pública. Espero que se vaya acreditando la coherencia de todas las partes y los actores implicados. Algunos, lo digo con toda humildad, podemos acreditar que mantuvimos siempre una posición coherente antes, durante y después del procés y del choque de octubre. Puede ser equivocada, pero es coherente. Sorprende que los que ahora están más irritados e irascibles con la oportunidad o inoportunidad de que haya publicado este libro, pues no encuentren en fin el momento para dar también explicaciones y ver qué decían entonces y qué dicen ahora.
¿Qué personas tienen que dar explicaciones?
Todos los que fuimos protagonistas de aquellas decisiones, todos los miembros del Gobierno de la Generalitat y del Ejecutivo de Rajoy y los principales líderes políticos. Fíjate que hay un decalaje muy bestia entre la modernidad de la sociedad, la economía y las ciudades españolas y la política.
¿El procés fue una gran mentira?
No, fue un proceso de movilización ciudadana honesta, cívicamente impecable, siempre pacífica, de absolutamente convencidos, entre los que me encuentro, de que el consenso del 78 se había roto y que había llegado el momento de revisarlo y actualizarlo. No asumiría nunca esta idea de fraude.
¿Cuál fue su gran error?
Cometí varios errores. El más grande, sin ningún tipo de dudas, sobrevalorar mis fuerzas y estar convencido de que al final mis opiniones políticas prevalecería e influirían lo suficiente en Puigdemont. Fue un error como se ha visto a posteriori. En lo concreto, visto lo visto y a pelota pesada es muy fácil, es evidente que tenía que haber dimitido mucho antes.
¿Y el peor momento de todos?
Hubo muchos difíciles y traumáticos. En lo personal, la concreción de la dimisión, que ponía fin a una vida política. Y en lo ciudadano, las imágenes del 1-O y presenciar cómo gente de buena fe movilizada para expresarse y votar eran arrollada por la Policía.
¿A quién votó el 21-D?
Algunos ciudadanos se dirigieron a mí preguntando a quién había que votar. Hombre, si tuviéramos que votar solo con la razón, seguramente habría que votar en blanco porque no hemos estado a la altura y tendríamos que castigar a los partidos que lideraron este proyecto. Yo no podía cambiar de familia política, tan cierto como que a la hora de expresar el voto hay que votar con la cabeza y también con el sentimiento. Y con heridas sangrando, con gente que se rompió la cara por defender su idea de Cataluña, pues era difícil que el voto faltara en esa familia política.
Creo que eso explica, y aquí en Madrid ha costado muchísimo de entender, lo de cómo puede ser que con los disparates y la intensidad de aquellos días Puigdemont tuviera un resultado tan positivo. Hay que hacer una lectura fina de aquella votación. En mi opinión, el voto tan importante para Puigdemont y el soberanismo en general, también para ERC, no tenía que ver tanto con la ratificación de que aquel era el camino correcto, sino con un vínculo emocional. En unas circunstancias tan extremas, tú que has pagado una factura tan grande por llegar a estas circunstancias, ahora no te vamos a fallar y nos vamos a olvidar de ti. Otra cosa es que debas administrar este voto con moderación y prudencia.
¿Entonces votó en blanco o al señor Puigdemont?
Estuve en este dilema de utilizar la cabeza o el corazón, creo que puedes intuir lo que acabé decidiendo.
Se define como un animal político. Ahora se ha retirado al ámbito privado. ¿No va a volver a la política?
El futuro no está escrito. Es evidente que echo de menos la participación política, tan cierto como que en la vida hay que ser sensato y realista. A corto plazo, mi obligación es dar explicaciones personales, políticas y, me temo, que judiciales.
¿Cómo acabaré el juicio?
Espero que al final forme parte de una solución y no de un problema añadido a la situación que se vive en Cataluña. Y eso tendría que estar en mente de todos. Sería muy positivo que del juicio salieran señales de esperanza y no frustración, dolor y enconamiento.
¿Cree que saldrá absuelto?
No quiero especular. Creo que me comporté siempre ajustado a Derecho, y así lo he justificado ante la Audiencia Nacional y cuando se me requiera.
¿Qué va a pasar en Cataluña? ¿Quién será el president?
No lo sé, porque no estoy en la cocina interna de los partidos. Me gustaría que se pudiera formar Govern, los catalanes merecemos que rápidamente se pueda retomar una agenda política vinculada a la vida cotidiana, a la sanidad, a la educación, a las infraestructuras. Esto es compatible con que también entiendo que en lo humano y en lo político es inevitable que Puigdemont y los que han estado en primera línea de fuego quieran que el nuevo presidente y el nuevo gobierno recuerden que hay una herida sangrando y que no podemos normalizar la vida política en Cataluña simulando que hemos olvidado que hay gente en la cárcel o en el exilio.
¿Alguna intuición tendrá de quién será?
Mi pronóstico es reservado por desconocimiento y por elementos contradictorios, el maximalismo de la CUP liga muy mal con los planteamientos más pragmáticos que han expresado algunos dirigentes de ERC o del PDeCAT. También la persistencia de la judicialización de todos los movimientos políticos altera mucho la posibilidad de engarzar todo esto.