¿Quién es Alexei Navalny, el opositor supuestamente envenenado en Rusia?
Abogado, carismárico bloguero, ha sido detenido tras convocar manifestaciones, lo que le ha impedido presentarse a las elecciones
Decían las encuestas que sería el único candidato capaz de plantarle cara -aunque no de tumbar- a Vladimir Putin en las elecciones presidenciales que se celebraron en 2018. Alexei Navalny era ya entonces el rostro más reconocible de la oposición en Rusia y, de pronto, se hizo conocido para el resto del mundo, después de que las imágenes de su detención corrieran como la pólvora. Su pelea, entonces, se fue a la calle, a la movilización popular. Un pulso que ha mantenido durante estos años, en los que sus protestas y sus arrestos se han ido sucediendo. Hasta que ayer acabó ingresado supuestamente por tomar un té envenenado mientras estaba en un avión. Su estado es crítico.
Pero, ¿quién es el hombre que tan poco gusta en el Kremlin?
Navalny es un abogado de 44 años empeñado en que Putin no siga en el poder. Tiene una capacidad notable: la de movilizar a miles de personas. Lo hace sobre todo a través de un blog, un canal de Youtube y una plataforma política denominada Fondo de Lucha contra la Corrupción. Lleva años denunciando por estas vías los supuestos beneficios personales que lograrían desde el poder no sólo Putin sino también el exprimer ministro, Dimitri Medvedev, contra el que carga con especial ojeriza. Por ejemplo, un vídeo en el que pone de manifiesto las “verdades” de su mandato. Tiene más de 26 millones de visionados. Su estrategia viral ha conseguido, además, atraer a muchos jóvenes, que pueden desestabilizar los comicios por venir y para los que Putin ya está ideando campañas específicas.
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Es un hombre con una trayectoria bien conocida en Occidente, desde su tiempo de becario en la Universidad de Yale a sus colaboraciones en la revista Forbes. Hace siete años, la BBC lo definió como “posiblemente la única figura opositora de peso” emergida en Rusia en la última década.
Dentro, en casa, ya tiene experiencia como candidato electoral, pues se presentó a los comicios locales de Moscú en 2013, logrando el 27,24% de los votos; la suya fue la segunda fuerza más votada y, de pronto, su nombre resonó en todo el país. Navalny fue el primer crítico en anunciar su candidatura presidencial, en 2016, y estableció de seguido una red de oficinas electorales por todo el país, de Kaliningrado hasta Vladivostok. Sin embargo, en 2017 recibió la notificación oficial de la Comisión Electoral Central en la que confirmaban que sería imposible porque tiene antecedentes penales y las leyes rusas prohiben que quien esté condenado pueda ir a las urnas como elegible.
¿Por qué tiene esos antecedentes? Porque en julio de 2013 fue condenado por malversación a cinco años de prisión y 10 de inhabilitación, un fallo que lo dejó fuera de combate y que estuvo “motivado políticamente”, a su entender, “orquestrado” para alejarlo de la carrera presidencial. La pena fue suspendida en febrero, por eso está libre. Tanto EEUU como la Unión Europea mostraron en su momento su “preocupación” por la limpieza de este proceso.
Ha sumado nuevos arrestos, como el de junio pasado, en pleno Día de Rusia, cuando supuestamente desobedeció a los policías durante una protesta y fue sentenciado a 30 días de cárcel. Ahora se enfrenta a otros tantos, tras ser liberado en la noche del día 28, aunque deberá comparecer ante la justicia en un plazo no aclarado por su abogada, Olga Mijailova.
Esta última detención se produjo durante una serie de protestas encadenadas en distintas ciudades rusas, en las que se mezclaban las quejas por corrupción con el lamento por la imposibilidad de que Navalny se presente a las elecciones. Cerca de 350 personas más fueron detenidas tras los choques con la policía que se produjeron en varias de las convocatorias, informa la Agencia EFE. Interior insistió en que se prodijeron cargas porque la mayoría de las manifestaciones no contaban con permiso y prometió que reprimirá “duramente” cualquier otra protesta no autorizada.
En paralelo a las manifestaciones, se produjo un asalto al centro comercial donde se ubican las oficinas del Fondo de Lucha contra la Corrupción, desde donde se estaba emitiendo un especial a través de redes sociales. Las emisiones se cortaron, pero los seguidores del opositor comenzaron entonces a transmitir en directo desde otros puntos del país. La complejidad de poner mordaza en tiempos de Twitter y Facebook.
Los portavoces del Gobierno ruso insisten en que estas manifestaciones “no representan una amenaza” para el presidente Putin, cuyo liderazgo es “absoluto”. Dmitri Peskov explicó literalmente que “cuesta creer que alguien pueda poner en duda que Putin es el líder absoluto para la opinión pública, el líder del Olimpo político, con quien en esta etapa difícilmente alguien pueda competir”. Putin siempre se ha limitado a presentar a Navalny, de quien no suele ni mencionar el nombre, como una figura marginal y un oportunista que “utiliza las dificultades existentes para su propia comunicación política”.
Navalny, por su parte, escribió hace dos años en Twitter: “Hemos demostrado que no toda Rusia está dispuesta a renunciar a las elecciones (de verdad) y a resignarse a una monarquía. Somos muchos y haremos que se nos tome en cuenta”.
Lo cierto es que las protestas de 2018, pese a reunir a miles de rusos, no se asemejan a las convocadas, a raíz de posts de Navalny, en 2011 y 2012, que fueron creciendo con los días y sacaron a la calle a entre 29.000 y 100.000 personas, según quién aporte los datos. Si crecerá o no la ola de indignación por su veto en las presidenciales es algo que está por ver en las próximas semanas. No han vuelto a convocar a tantas personas.
Ahora, la denuncia de envenenamiento está llevando a que salgan de nuevo más críticos a la calle, dentro y fuera de Rusia, y se han alineado países potentes como Francia o Alemania en su favor. Si sale de esta, está por ver cómo podrá mantener su lucha.