Trump es fan de McDonald's porque tiene miedo a ser "envenenado"
Ha prohibido a los empleados de la Casa Blanca que toquen su cepillo de dientes y otros artículos personales.
Para el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la cadena de comida rápida McDonald's es a la alimentación lo que Fox News es a la televisión, es decir, lo mejor en su campo. Trump ha alabado al gigante de la comida rápida por sus "geniales" productos y su "limpieza" en general. Ahora, un libro sugiere que existe otro factor más oscuro que alimenta este gusto culinario del presidente.
En el libro Fire and Fury: Inside the Trump White House, el periodista Michael Wolff afirma que el "miedo [de Trump] a ser envenenado" ha afectado a sus elecciones a la hora de comer.
Es "uno de los motivos por los que le gustaba comer en McDonald's; nadie sabía que iba a ir allí y la comida estaba ya preparada de forma segura", escribió Wolff en New York Magazine este miércoles.
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El miedo de Trump a un contagio, ya sea deliberado o no, también le llevó a imponer unas "nuevas reglas" en la Casa Blanca que prohíben que los empleados toquen su cepillo de dientes y otros artículos personales, de acuerdo con Wolff. Se desconoce si el presidente piensa que hay una persona o grupo en concreto que esté tratando de hacerle daño.
Esta revelación sobre la preocupación de Trump por el veneno es una de las muchas afirmaciones fascinantes que hace Wolff en su libro, que está a punto de publicarse. Supuestamente, el presidente expresó su profundo desagrado con miembros de su círculo interno —Steve Bannon "fue desleal (por no hablar de que siempre tiene un aspecto de mierda)"—, su curiosidad por el significado de la "lluvia dorada" y su desinterés por los temas constitucionales.
"Iba por la Cuarta Enmienda cuando se llevó el dedo a la boca y puso los ojos en blanco", contó a Wolff un asesor de campaña encargado de explicar la Constitución a Trump, entonces candidato a la presidencia.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano