Ivanka Trump ya no es un icono para la clase media
Su criticado estilismo ante el Papa ha hundido un poco más su imagen.
El velo negro de tul tieso, sujeto con una diadema del mismo tono, que lució durante su visita al Vaticano, poco bueno podía traer a Ivanka Trump. Si pretendía llamar la atención, lo ha hecho. Los comentarios de que parece que llevaba una menina en la cabeza con inspiración grunge han triunfado. Y también han ayudado a hundir un poco más la imagen de una mujer que convertía en oro todo lo que tocaba. Era la joven perfecta y la emprendedora cuyo ejemplo había que seguir.
Ivanka Trump sigue vendiendo perfumes de su colección a bajo precio. También ha conseguido mantener, gracias al cambio de marca, su línea de ropa más asequible. Pero su firma de joyas, que ocupó corners en grandes almacenes como Bloomingdales o Saks, ya no está en venta, igual que algunos de los complementos que ella firmaba. Y desde hace un mes, hay un libro suyo en el mercado, Mujeres que trabajan, que no ocupa los primeros puestos —está en el numero 933— de la lista de los más vendidos en Estados Unidos a través de Amazon.
La historia de la hija preferida de Donald Trump fue de éxito, hasta que decidió convertirse en la confidente de su padre en la Casa Blanca y colocar a su marido, Jared Kushner, como asesor del presidente.
Hasta el pasado 8 de noviembre, Ivanka era el símbolo de icono blondie. Primero fue una notable estudiante en la universidad, y después una jovencísima emprendedora de éxito —sus empresas llegaron a superar los 100 millones de dólares en facturación— y ejemplo de la alta sociedad neoyorquina en su faceta solidaria. Tal era la admiración hacia ella que, aunque estaba registrada como demócrata, miles de mujeres rubias del medio Oeste estadounidense la vieron como ejemplo a imitar.
Pero, desde que se mudó a Washington, el interés por Ivanka y lo que tiene que decir es inversamente proporcional a su poder. La niña hija de millonario que había sido capaz de labrarse un presente exitoso se ha convertido en una de las personas menos populares de la primera familia. Melania Trump, la primera dama, es ya de lejos la más popular, curiosamente gracias a su mala sintonía con el presidente.
El libro destinado a convencer de las claves de su éxito, a ser un manual de autoayuda para mujeres emprendedoras, con familia y con responsabilidad social, no interesa a casi nadie y ya es un fracaso, con críticas tan demoledoras como que contiene frases de "batido de fresa sin consistencia", tal y como decía Katherine Brooks en su crítica.
Según datos de Amazon, han adquirido la edición unas 15.000 personas; y en la librería Barnes and Noble es muy difícil medir el numero de ejemplares comprados. A venderlo tampoco ayuda la cuenta de Instagram de Ivanka, que se ha convertido en una especie de álbum familiar de la familia Ralph Lauren trasladada a la Casa Blanca: frívola y rodeada de lujos que no se corresponden con la situación de la clase media americana que le votó, y mucho menos con las familias de los predecesores de su padre.
Ivanka ya no es icono y corre el riesgo de que sus empresas desaparezcan. Ella dejó su cargo como presidenta ejecutiva; también renunció a conocer la evolución de la empresa para que no hubiera, en teoría, conflicto de intereses. Pero lo cierto es que, entre la brutal caída de popularidad de su padre, el posible impeachment y que a ella se la percibe como maquiavélica, la situación de su marca empeora por semanas.
Ivanka es empresaria, primera hija, asesora del presidente e it girl. Un cóctel molotov que ahora interesa no por lo que una vez pudo ser, sino por observar cómo de profunda será la caída.