Los impactantes retratos de niños refugiados a los que Trump no aceptaría
El presidente Donald Trump pinta a los refugiados como “tipos malos” con “malas intenciones”. En realidad, los refugiados son en su amplia mayoría mujeres, niños y familias que huyen de situaciones desesperadas en su país de origen.
Una nueva exposición, titulada Refuge, pone de manifiesto esta extraña yuxtaposición mostrando el rostro de niños refugiados que llevan las de perder con la mayoría de las políticas de Trump.
La artista visual Claire Salvo conceptualizó el proyecto el pasado otoño como una forma de despolitizar el debate sobre la acogida de refugiados. En particular, quería destacar el hecho de que más de la mitad de los refugiados del mundo son niños y muchos de ellos sólo han conocido la vida dentro de un campo de refugiados.
Ashe, una refugiada de 11 años de Somalia, ahora vive en Lancaster (EEUU) con su familia. | CLAIRE SALVO
“Quería quitar el aspecto político y simplemente hacerlo humano”, explica Salvo a la edición estadounidense de The Huffington Post. “Hay algo en los niños con lo que todo el mundo puede familiarizarse. Nadie puede negar que el niño no ha elegido —en realidad nadie elige— ser un refugiado. Ellos no tienen ni voz ni voto en esta cuestión”.
Salvo trabajó con la rama local de Church World Service (CWS), una organización de ayuda a los refugiados, para localizar a familias que pudieran estar interesadas en participar. En Lancaster, Pennsylvania (Estados Unidos), donde vive la artista, no fue difícil.
Lancaster se conoce como “la capital americana de los refugiados”. La ciudad acoge casi 20 veces más refugiados por cápita que cualquier otra ciudad de Estados Unidos. En 2016, Church World Service Lancaster colaboró en la acogida de más de 400 refugiados, casi la mitad de los cuales eran menores de 18 años.
“Esta es la gente a la que el presidente Trump quiere cerrar nuestras puertas. Se encuentran entre las personas más vulnerables del mundo”, cuenta al HuffPost Stephanie Gromek, coordinadora de recursos de la comunidad para Church World Service Lancaster.
La organización puso en contacto a Salvo con tres familias interesadas en participar, y la artista se ha pasado los últimos tres meses fotografiando, entrevistando y dibujando a quince niños de las familias. Salvo hizo las fotos con un iPhone y los retratos con carboncillo. Subastará las obras a partir de mayo y una parte de los ingresos será donada a las familias participantes, explica la artista.
Las tres familias sólo hablaban su lengua materna cuando llegaron a Estados Unidos, “con poco más que su ropa a las espaldas”, señala Gromek.
Una de las familias es musulmana, procede de Somalia —uno de los países incluidos en el primer veto migratorio de Trump— y llegó el pasado mes de diciembre a Estados Unidos. Las otras dos, emparentadas entre sí, viven bajo el mismo techo. Proceden de Etiopía y pertenecen a la tribu Anuak, una minoría étnica perseguida.
El proceso de reasentamiento es arduo. Los refugiados que la ONU recomienda que vayan a Estados Unidos se someten a un riguroso proceso de examen que dura dos años e incluye aspectos como la orientación cultural; además, se requieren varios certificados de seguridad y salud.
Cuando obtuvieron el permiso, los refugiados compraron los billetes de viaje a través de la Organización Internacional para la Migración, que les concedió un préstamo sin intereses.
“Es su primer crédito cuando llegan a Estados Unidos y se espera que lo paguen”, especifica Gromek. “Es una forma de que se establezcan”. No obstante, según la coordinadora, muchos refugiados necesitan años y años para poder pagar el crédito, especialmente si su familia es amplia.
“Los refugiados son unas de las personas más trabajadoras que conozco”, afirma Salvo. “Muchos sacan adelante a familias de diez miembros con un salario mínimo y están muy agradecidos por estar aquí”.
Durante sus entrevistas con las familias, Salvo les preguntó “cuál es tu mayor esperanza ahora que vives en Estados Unidos”. La barrera lingüística les complicó bastante todo el proceso. Pero una de las madres, Faduma, se las arregló para comunicar que lo que más quería era una lavadora y una secadora, recuerda Salvo.
Un día, cuando Salvo salía de su casa vio que un vecino había dejado una lavadora al lado de los contenedores de basura. La fotógrafa dice que llamó a un amigo para que la ayudara a subir la lavadora a su coche y así la llevó a las oficinas de CWS con una nota de que era para Faduma.
“Las cosas que quieren los refugiados son muy básicas”, asegura Salvo, “y son cosas que damos por sentado, como no tener que andar casi dos kilómetros para ir hasta la lavandería”.
Los niños refugiados tienen sus propias tareas cuando llegan a Estados Unidos, afirma Gromek. Entre ellas se incluyen aprender inglés, recibir varias vacunas e inscribirse en la escuela. Al cabo de un mes, la mayoría ya ha empezado las clases.
“Los niños tienen una resiliencia propia y los niños refugiados, aún más. Creo que por todo lo que han vivido”, reflexiona Gromek. “Al final, salen adelante”.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano
QUERRÁS VER ESTO
Caos en los aeropuertos tras las nuevas medidas de Donald Trump: