Dos mujeres en un dos caballos: la original vuelta al mundo de estas españolas
"Es lo mejor que hemos hecho en nuestras vidas. Nos sentimos unas verdaderas privilegiadas por vivir todo esto, lo bueno y lo malo". Quien tan satisfecha se confiesa es Eva Serra, una barcelonesa recién entrada en la treintena que junto a su amiga mallorquina, Ana Vega, iniciará en breve una nueva etapa del que, sin duda, es el viaje de su vidas.
Pero vayamos al inicio de la historia, a los motivos por los que estas Thelma y Louise a la española decidieron dejar atrás —muy atrás— su vida para comenzar a hacer lo que de verdad querían. Como casi todas estas historias de sueños cumplidos, la aventura comenzó con una conversación, o muchas conversaciones. "Ana y yo coincidimos en un máster en la universidad. Yo soy comunicadora y trabajaba en comunicación empresarial, Ana es periodista y se dedicaba al marketing. Entre nosotras teníamos las típicas conversaciones de amigas en las que nos descubríamos pensando que, a punto de cumplir los 30, no habíamos conseguido hacer todo eso que soñábamos y, tal y como están las cosas, difícilmente podríamos cumplirlo. En mi caso, yo creí que con esta edad ya habría rodado alguna película; y Ana quería dedicarse a la fotografía. Necesitábamos hacer algo más creativo... No nos sentíamos bien con nuestras vidas y queríamos ser más útiles para el mundo", cuenta la aventurera.
Ana fue la que tomó la iniciativa. Un día se plantó y le anunció a su amiga que lo dejaba todo y que se marchaba a recorrer la costa mediterránea en su coche. A partir de ese momento, Eva no pudo dejar de pensar en unirse a la aventura: "Hasta que un día de primavera, en el mes de abril del año pasado, yendo al trabajo, metida en un atasco en la ronda Litoral, lo decidí. Me voy a recorrer el Mediterráneo, aunque no sepa ni cómo ni de qué manera".
En mayo se reunieron, acordaron dejar el trabajo —Eva, el 30 de junio y Ana a mediados de julio— y comenzaron a prepararlo todo. Montaron su web, 2femmesen2cv.com, a modo de diario de viaje, y se crearon una imagen corporativa. Una amiga les diseñó el logotipo, inspirada en la famosa película interpretada por Susan Sarandon y Geena Davis, e hicieron del cuento de Gustavo Duch, La huelga, su manifiesto de intenciones.
Como no contaban con mucho dinero —tan solo unos ahorrillos—, empezaron a buscar en Internet cómo funcionaban los proyectos de economía colaborativa y decidieron que la solución eran los work away, donde podían trabajar a cambio de alojamiento y comida. "Con todo listo nos compramos una tienda de campaña, cogimos el coche… ¡y nos fuimos! El coche que hemos utilizado es el de Ana, un Citroën 2CV6, de 1983. Es algo muy especial, porque la percepción del tiempo y de los paisajes es diferente cuando estás montada en él. Al ir descapotadas es una sensación total de libertad", asegura Eva.
POR LA COSTA FRANCESA HASTA MONTENEGRO
En agosto de 2015, Ana y Eva abandonaron sus casas de Mallorca y Barcelona. "Nos pusimos en camino sin nada planeado. Se trataba de recorrer la costa mediterránea, sin saber cuánto tiempo íbamos a dedicarle, sin calendario de ningún tipo. Lo que sí sabíamos es que no podíamos llegar a un sitio frío en invierno porque el coche no estaba preparado —aunque luego Ana ha estado en medio de la Capadocia, con dos palmos de nieve, y tan ricamente—. Íbamos tirando y nos parábamos donde nos apetecía", asegura la barcelonesa.
En la costa francesa hicieron su primer work away en una casa que tenía un proyecto de huerto ecológico. Para ellas fue una experiencia muy enriquecedora porque descubrieron lo que es vivir sin que el dinero sea moneda de cambio y sintieron lo que es trabajar en contacto con la naturaleza, después de haber estado encerradas diez horas al día en una oficina.
De nuevo en ruta, Eva y Ana llegaron a la costa italiana. Estuvieron en Génova y recorrieron la Toscana, y en Umbria hicieron el segundo work away. "Fue el mejor de todos. Hicimos la vendimia durante dos semanas en una pequeña bodega ecológica. Era un matrimonio, ella siciliana y él norteamericano. Aprendimos a vendimiar, a hacer vino, fuimos a fiestas de las bodegas de alrededor, catamos vinos… Fue genial, la verdad", rememora Eva.
De ahí siguieron hasta Roma y cruzaron a la costa Adriática de Italia, para subir hasta Venecia y alcanzar los Balcanes. Atravesaron Eslovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Albania, Kosovo, Serbia y Macedonia. En Montenegro pasaron varios días en su tercer work away, ayudando a preparar una exposición en colaboración con el ayuntamiento de la zona, en de las playas menos conocidas del lugar para revitalizar el turismo —aunque es una zona que recibe muchos visitantes ruso—. "Nos pasamos una semana haciendo fotos de esa preciosa costa. Y, aunque ya era noviembre, hacía muy buen tiempo y aprovechamos para disfrutar de las playas y conocer un poco más el lugar", cuenta emocionada Ana.
DE LA PLAYA A LOS CAMPOS DE REFUGIADOS
Durante la travesía por los Balcanes empezaron a ser noticia los miles de refugiados que querían alcanzar el centro de Europa. Nuestras protagonistas vivieron muy pendientes de ellas y quisieron conocer de cerca lo que estaba pasando para ser testimonio de la tragedia. Decidieron hacer el recorrido inverso: pasar por los campos de refugiados hasta los países de los que venían y denunciar la facilidad con la que dos mujeres españolas, europeas atravesaban las fronteras y las dificultades que se le ponía a ellos para cruzar de un país a otro.
En un campo de refugiados del valle de Presevo, en la frontera entre Serbia, Kosovo y Macedonia, vivieron una de las peores experiencias del viaje. "Fue muy impactante lo que vimos allí. Llegamos después de unos días de huelga general en Grecia y estaban en unas condiciones horribles. Llegaban unos 10.000 refugiados al día y había solo 30 voluntarios para encargarse de la situación: colas interminables para registrarse, sin agua, sin comida, falta de higiene… Y aunque la idea era llegar y documentar lo que estaba pasando —porque sabíamos que no se estaba contando todo— nos pusimos a ayudar porque lo que de verdad se necesitaba eran manos. En esos momentos sentíamos vergüenza y mucha impotencia".
Desde allí se marcharon Grecia e hicieron el cuarto work away recogiendo aceituna en un proyecto de comunidad autosostenible, una ecoaldea. Diez días después pusieron rumbo a Bulgaria, después cruzaron a Turquía y llegaron a Estambul la segunda semana de diciembre. Este fue el final de la primera etapa del viaje para Eva, que regresó a Barcelona por Navidad. "Literalmente no tenía un duro. Pero Ana se quedó porque ella trabaja mientras viaja: ella quería más y podía. Yo también quería más pero ya no podía", cuenta apenada. "Mi intención siempre fue unirme a ella en cuanto pudiese, y durante estos meses en España he estado trabajando para ahorrar y marcharme. También me he tomado un tiempo para asumir todo lo que he vivido y prepararme para lo que tiene que venir".
GEORGIA, PUNTO DE ENCUENTRO
Ana continuó el viaje en solitario. Estuvo unos tres meses recorriendo Turquía —Ankara, la Capadocia y la Costa del Mar Negro— y de ahí cruzó por el Kurdistán a Irán. Conducir por este país, sola, fue una experiencia muy dura, abrumadora: una mujer blanca, conduciendo su propio coche, era algo insólito en el lugar.
De Irán decidió cruzar a Armenia, donde estuvo un mes, y visitó Nagorno Karabaj, la república armenia que está dentro de Azerbayán y que lleva desde siempre en conflicto. De allí se fue a Georgia, donde lleva un mes y medio. "Hace unas semanas estuvo en Ankara para renovar el pasaporte y justo se produjo el golpe de estado… ¡Pobre, fueron días de tensión y de incertidumbre!", se lamenta su compañera.
En dos o tres semanas, Eva se reunirá con su amiga en Georgia para empezar una nueva etapa de la aventura: "Vamos a ir por Asia central: Georgia, Rusia, Uzbekistan, Kirikistán, Mongolia, China… De ahí tenemos dos opciones: cruzamos hacia el oeste para llegar a Corea o bajamos y entramos a Nepal, Tíbet, India y el sudeste asiático. Esta última opción será la más real porque el invierno en el oeste puede ser durillo".
De nuevo viajarán sin calendario, sin ninguna obligación. Tienen motivos: "Cambiamos de vida huyendo de eso, así que ahora nos dejamos llevar por lo que sentimos y lo que nos apetece en cada momento". Su idea es dar la vuelta al mundo; por eso, después de su etapa en Asia quieren llegar a Nueva Zelanda y Australia, para después cruzar el charco y subir por Sudamérica y atravesar todo el continente americano.
Eva tiene muchas ganas de ponerse en ruta y de reencontrarse con su compañera de viaje con la que confiesa tener una relación muy especial: "Tenemos una palabra muy bonita para referirnos a nuestra relación y con la que nos definió Gustavo Duch cuando le conocimos: Ana y yo somos camaradas. Somos más que amigas, más que hermanas, más que pareja… Somos compañeras de todo: de la vida, de persona, de aventuras… Somos camaradas. Hemos tenido discusiones porque hemos pasado mucho tiempo juntas y hemos enfrentado situaciones incómodas: miedo, hambre, cansancio… Pero nuestra relación ha ido creciendo según ha pasado el tiempo".
Solo una pregunta queda en el aire durante la conversación con Eva. Con todo esto, con tantas experiencias, tantos lugares recorridos, tanta gente conocida… ¿qué van a hacer? "Creemos que algo grande saldrá de aquí: un libro, una película.. ¡Seguro que sí!", dice entusiasmada. De momento, ella se queda preparando su viaje… que todo el que quiera podrá seguir a través de sus perfiles de Facebook e Instagram.