Entrevista a Luis García Montero: "Sólo aspiro a no defraudar al adolescente que fui"

Entrevista a Luis García Montero: "Sólo aspiro a no defraudar al adolescente que fui"

Aunque tú lo no sepas, los versos de Luis García Montero te han cruzado los labios más de una vez, porque están engarzados en nuestro día a día, en dedicatorias, en canciones.

O quizá sí lo sabes, porque suyo es el mérito de ser el poeta más vendido de España, el más popular, el que no se hace extraño ni lejano, el que se escapa de esa imagen arquetípica del creador atormentado o para las élites. El que llena recitales sin tener que disfrazarse ni impostar.

Escritor y catedrático de literatura española en la Universidad de Granada, García Montero es un clásico, apenas con 57 años. Por eso Charlie Arnaiz y Alberto Ortega han decidido convertirlo en el eje de su documental, Aunque tú no lo sepas, que no sólo es un repaso a su vida, sino a las últimas décadas de la poesía española. Esta semana se ha estrenado en el Festival de Cine Español de Málaga.

Usted ni está moribundo ni redactando su epitafio, como la inmensa mayoría de los protagonistas de un documental. ¿Qué tal se lleva eso de que le dediquen una película?

Con enorme gratitud, sobre todo por la generosidad del proyecto. Si ya es raro que en España se dedique una película a la poesía, más aún que se acuerde de mi figura. Este documental es sobre todo una reivindicación de la poesía y de su papel en la actualidad, una defensa de la poesía como parte esencial de la educación sentimental de la gente. No es un arte para eruditos ni para iniciados. Y en mi caso, que tomo el amor como centro, aludo a un latido que nos une a todos.

Así que no es un recorrido biográfico al uso...

No, se ha tomado la poesía como vehículo para contar esas etapas de mi vida y mi obra. Es emocionante cómo se recuerda cada una de ellas con gente a la que quiero mucho, otros autores, músicos... Excelentes amigos siempre. Los que mejor me conocen. [En el documental aparecen, entre otros, su mujer, Almudena Grandes, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Àngels Barceló, Ismael Serrano, Miguel Ríos, Nach, Benjamín Prado, Estrella y Soleá Morente, Quique González, o Eduardo Mendicutti].

Este documental es sobre todo una reivindicación de la poesía y de su papel en la actualidad, una defensa de la poesía como parte esencial de la educación sentimental de la gente

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Sus autores dicen que su empeño era el de "averiguar el secreto" de García Montero. ¿Queda mucho al descubierto?

Pues en una grabación tan larga siempre hay más de un amigo que se va de la lengua y hasta me preguntaron si quitar o no algún plano (ríe). Pero no, no hay nada grave. Que Miguel Ríos desvele que a veces viendo un partido de fútbol me pierdo es casi un acto poético. Los poetas también nos salimos del marco. Sobre todo en este documental, se trataba de ser sincero. Sería muy pesado, además de poco realista, que nos presentáramos a nuestros lectores en una hornacina. Vivimos.

Usted es hoy el mayor referente poético de España, cabeza de generación, líder en ventas... ¿Se lo imanaba en sus inicios? ¿Cómo se lleva vivir con todas esas etiquetas?

No me lo planteo, la verdad. Uno va cumpliendo años y lo que quiere es cuidar al muchacho, al adolescente que cultivó una vocación con tanta pasión. No defraudarle, porque puso mucho empeño y mucho cariño. Eso es lo esencial. Trato de seguir apostando por la poesía, que es lo que da sentido a mi vida, entonces y ahora, de pelear para que siga aportando en esa educación sentimental de la gente de la que hablaba antes. Hay que tratar de no traicionar ese recuerdo del deslumbramiento que sentí y siento como persona cuando leo a otros poetas. Si alguien se acerca y me dice que se ha emocionado con un libro mío o que han llegado gracias a mis poemas a maestros como Rafael Alberti o Ángel González, cuando un cantautor se interesa por mi trabajo... lo que siento es muchísima gratitud. He logrado que muchos de ellos, lectores y maestros, sean cómplices de mi labor. Eso es lo que importa.

En el documental es esencial ese repaso a los pilares de su vida y su poesía, como Alberti precisamente. ¿Cómo se forjó esa relación, que pocos de su generación pudieron lograr?

Pues con suerte y generosidad por su parte. Yo estaba buscando un tema para mi tesis, centrado en el teatro medieval, pero me di cuenta de que ese flanco estaba muy alejado se mis pasos como poeta, que iba dando en paralelo a mi carrera académica. Así que acabé apostando por investigar la poesía de vanguardia de Rafael Alberti. Como estaba recién vuelto del exilio, tuve la fortuna de poder acercarme a él en persona, de que se bajase del pedestal y se mostrase como un amigo generoso. No sólo me dio lecciones sobre su poesía, sino una aún mayor, que sólo ahora entiendo: hay que tener respeto por los jóvenes. Ya muchos de mis referentes no están, pero en cambio hay mucha gente joven de la que aprender.

Tanto Alberti como Ángel González me ayudaron muchísimo, porque cuando uno lee lo que escribe nunca se suele sentir orgulloso de ello, nos pasa siempre, pero ellos estaban para orientar. Yo cuando leo soy incapaz de pensar en la posteridad, pero sí me pregunto qué me dirían Ángel o Rafael de un poema. Me siento orgulloso de haber podido crecer a su lado.

Uno va cumpliendo años y lo que quiere es cuidar al muchacho que cultivó una vocación con tanta pasión. No defraudarle, porque puso mucho empeño y mucho cariño. Eso es lo esencial

De los de entonces y los de ahora, ¿qué hay en común en la poesía de sus maestros y en la de su generación? ¿Qué no se ha perdido por el camino?

Creo que, sobre todo, es la vinculación de la poesía con la gente, con la vida. Es una forma de resistencia, de no perder los valores humanos. Sólo soy un eslabón, que recibe una herencia, y en ese bucle seguirán los que vengan. Al menos, así será entre quienes, como yo, pensamos en la poesía como algo transformador, que nace de la realidad. Si no hubiese leído a Antonio Machado o a Federico García Lorca... no hubiese contado con ese legado que me acompaña y me ha hecho.

Como se dice en el documental, uno de sus principales valores es que "se le entiende", que cualquier lector comprende claramente lo que quiere transmitir. ¿Su apuesta por alejarse del elitismo es intencionada, es natural?

Nunca he creído en la poesía como algo que está por encima de la cotidianidad, de la vida. A lo largo de la historia ya ha sido así, salvo en breves paréntesis en los que se afirmaba que sólo tenía calidad aquello que no había dios que lo entendiera. Si tomamos a Jorge Manrique o a Garcilaso, por ejemplo, ellos hablaban de su tiempo y sus referentes. Cuando yo hablo de un taxi ["Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi", es uno de los versos más conocidos de García Montero], hago lo mismo que cuando Garcilaso tenía que hablar de un caballo, porque era su realidad, o como cuando Manrique compara el amor con la toma de un castillo, es lo mismo que cuando yo uso una oficina como metáfora. Los poetas siempre han utilizado su tiempo como base, los equivocados son los que creen que la calidad es siempre la dificultad.

Y se puede hacer poesía social hablando de lo cotidiano...

Claro. La poesía siempre se está cuestionando el tiempo en el que vive, así que sí, es social. El problema es que en otros tiempos, y en España los hemos pasado, parece que sólo se podía componer con esa visión, con el añadido de que incluso muchos malos poetas sociales eran elevados por sus buenas intenciones, lo que provocó una época muy culturalista a la vuelta. No se podía hablar de Madrid, sino de Venecia. Era una reacción. En los primeros 80 empezamos a escribir gente que quisimos normalizar las cosas y a ello ayudó el compromiso político. Estábamos convencidos de que el cambio no era votar cada cuatro años, sino cambiar las costumbres y cambiar la manera de ver nuestra intimidad. De nuevo, había que hacer que la poesía fuese útil para esa educación no formal, no memorística, sino sentimental, de nuestro país.

Los poetas siempre han utilizado su tiempo como base, los equivocados son los que creen que la calidad es siempre la dificultad

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Y lo consiguió... ¿Usted es consciente de que al menos dos generaciones de novios y amantes y esposos españoles, de toda clase y sexo y condición, le roban los versos para expresar esa sentimentalidad?

Es algo que agradezco con una enorme emoción. Que te mencionen... está bien eso, qué otro sentido tiene la poesía que formar parte de la gente, que la sientan dentro, cerca. Si se acerca alguien y te cuenta una historia, cuando te dicen "firme este poema, no otro" y de dicen que es con el que se han declarado, o cuando te explican cómo se han sentido identificados con unos versos ante una ruptura o cómo les ha servido de consuelo... Por ejemplo, al día siguiente de la primera boda homosexual en España una pareja me contó que no se atrevían a declararse uno al otro y un poema mío les sirvió para ello. Servimos para eso. Hay momentos en que uno se encuentra muy enamorado o muy desamparado y necesita tener a su lado unas palabras que no dan la solución, pero ayudan.

Usted es catedrático de universidad. ¿Qué ha aportado su faceta de educador a su obra?

Para mí ha sido esencial, me ha permitido estar en contacto con la realidad y con los jóvenes en un tiempo que me va quedando más lejano. Me ha servido formar parte de la función pública, tener un sueldo que me ha dado absoluta independencia, porque rico no te haces, pero sí hace que más o menos tengas la vida resuelta, y eso es muy bueno para la poesía, da mucha estabilidad. Pero sobre todo siento la educación como una parte muy importante de mi manera de ser. Estamos en un momento en el que todo el mundo tiene derecho a quejarse de todo, pero yo he vivido en este ámbito desde 1981, hemos ido construyendo las bases de la democracia y los derechos, he visto cómo faltaban inversiones, en nombre de muchas mentiras se justificaba la falta de apuestas por la educación... Ahora veo mucha desilusión en la Secundaria, donde prácticamente han quitado la literatura de los planes de estudio, y así estamos, expuestos a la telebasura y poco más. Tenemos que recuperar el valor de la educación. Reflexiono mucho cuando cierro la puerta del aula, sobre lo que he podido hacer de utilidad dentro. Cuando miro a los ojos de los alumnos, mi pregunta siempre es: "¿en qué puedo ayudar a este muchacho?". Me siento absolutamente responsable.

Qué otro sentido tiene la poesía que formar parte de la gente, que la sientan dentro, cerca

La educación como valor... si eso ya no se lleva. ¿Para qué sirve, que parece que hay que recordarlo?

En mi materia, quiero que los alumnos tengan amor por la literatura y que además aprendan a mirar de forma libre y respetuosa, a ser ciudadanos. Tenemos que meditar en conjunto para lograr esa meta. Mire, no hay nada peor que un viejo cascarrabias, no quiero convertirme en eso, dar doctrina, anquilosarme. Quiero cuidar con mi trabajo al adolescente que fui y, de paso, responder a la realidad de los nuevos jóvenes. Educarlos es básico, pero ellos nos enseñan también mucho, a comprender el mundo a través de sus ojos, el lugar en que vivimos visto con otra mirada. El proceso de aprendizaje es mutuo, por eso hay que motivar, para que no se atasque.

Si hablamos de un documental que repasa su vida, no podemos dejar de lado otra faceta más reciente, la política. Usted dio el paso de presentarse como candidato de Izquierda Unida a la Comunidad de Madrid, pero no logró representación en la Cámara. ¿Se arrepiente de haber dado el paso?

Estaría mucho peor conmigo mismo si no lo hubiera dado. Yo me he formado en el Partido Comunista y he visto cómo se ha ayudado a forjar, luego, Izquierda Unida. He estado cerca, conocía el partido. Estaba en una situación muy difícil y un grupo de compañeros me pidieron que diera el paso, y no quise decir que no, porque sabía que me llamaban de verdad porque el momento era duro. Si no, no me lo hubiesen pedido.

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Como escribió en aquellos días su pareja, Almudena Grandes, "algunas luchas son más dulces que cualquier victoria"...

Siempre. Intenté que hubiera unidad y que IU no se resquebrajara. Me pareció que la pelea merecía la pena, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Las malas, muy malas, fueron las peleas internas, que parte de la organización de IU trabajase para no sacar representación es algo que no te puedes creer. Pero cosas buenas también hay, muchas. Yo nunca he estado encerrado en un despacho ni tomando decisiones políticas, pero sí comprometido con luchas como las de la sanidad pública, Telemadrid, la educación... Me he encontrado a gente que, de manera muy entregada, se ha sumado a esas luchas y ha peleado de verdad, es lo mejor de IU, gente que apostaba por la gente y no por las guerras. Los que se acercaban a los desahuciados o las mareas y apostaban por la solidaridad. De esa gente recibí un compromiso que vale mucho más que poner un despacho por delante.

Estaría mucho peor conmigo mismo si no hubiera dado el paso de presentarme con IU

Ahora que estamos echando la vista atrás, ¿qué le queda por delante a Luis García Montero?

Me queda la tarea personal de intentar mantener la coherencia en mi evolución con respecto a aquel joven que fui, la ilusión de seguir escribiendo, de intentar no repetirme, de defender algunos valores, que sigo conservando como imprescindibles, de mantener mis convicciones. Insisto, es una época cambiante, con amenazas, y no se puede ser un viejo quejica. Creo en la política, es un ejercicio notable, y cuando se desacredita se beneficia a los que quieren tener las manos libres. Aspiro a que, cuando me llame la realidad, seguir ahí, no renunciar, en la faceta que sea. Uno puede pecar de ingenuidad pero no de cínico.

Acabamos de pasar el Día del Libro y las estadísticas no son buenas. Leen los de siempre, pero no se movilizan muchos nuevos lectores. ¿Por qué vale la pena leer?

Uno es dueño de su propio tiempo y en este mundo vamos de cabeza. Se acaba pensando con los pies, no tenemos tiempo de mantener una conversación en la cabeza, con nosotros mismos. No hablamos casi con nuestros hijos ni sabemos qué les pasa. La lectura es un buen medio para levantar la mano y tomarnos un tiempo para ver qué pasa y qué se siente. En particular, hay que ofrecer otra idea de la poesía, con una mezcla de respeto pero no de miedo. Que tiene todo que ver con la vida, la escriba alguien vivo o del siglo XVI. Cuando ellos, entonces, escribían, hacían lo mismo que yo quiero hacer, conversar significa compartir sentimientos. No somos individuos de usar y tirar, con la lectura nos podemos poner en el lugar del otro y entenderlo. Es una manera de conocernos y respetarnos, y también a los demás. Los libros nos ayudan a conversar con el tiempo y con la vida.

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.