Obama el rescatador
Un Barack Obama canoso, con más de siete años al frente del mundo libre a sus espaldas – como les gusta presentarse a todos los presidentes norteamericanos con independencia de su afiliación política desde la Guerra Fría – está de visita en Londres con un claro objetivo: evitar que el Reino Unido salga de la Unión Europea. Sólo los británicos decidirán su futuro en referéndum el próximo 23 de junio, pero las consecuencias de su decisión, sobre todo en caso de que triunfen las tesis separatistas, reverberarán con fuerza por los cuatro costados de Europa y llegarán hasta Washington. La relación transatlántica, de la que Londres es un pilar fundamental en este lado del Atlántico, pende de un hilo. Y Obama se ha arremangado la camisa para acudir a su rescate.
La razón oficial de su viaje era celebrar el 90 cumpleaños de la Reina Isabel II y sus imponentes 64 años al frente de la Corona británica. La guerra contra el Daesh en Iraq y Siria, la estabilización de Libia o la lucha contra el terrorismo son algunos de los asuntos que planean en las reuniones en las que Barack Obama participa estos días. Pero el asunto del referéndum británico es en el que la visita del presidente norteamericano será más crucial.
Para despejar cualquier duda, un artículo del presidente norteamericano en The Telegraph publicado casi de forma sincronizada con la llegada del Air Force One en el aeropuerto de Stansted, al norte de Londres, apelaba a que los británicos no se vayan de la Unión Europea. Con la crudeza de quien evoca un pasado salpicado de guerras y muertos, Obama afirmaba: “las decenas de miles de soldados americanos que descansan en los cementerios europeos son un testamento silencioso de cómo de entrelazadas están la prosperidad y la seguridad”.
Unos días antes, John Kerry, Secretario de Estado norteamericano, afirmó: “Un Reino Unido fuerte dentro de una Unión Europea fuerte” es algo que beneficia los intereses de Estados Unidos. En la misma línea, ocho ex Secretarios del Tesoro norteamericanos, que trabajaron a las ordenes de presidentes demócratas y republicanos, firmaron una carta de apoyo a que el Reino Unido se quede en Europa por los claros beneficios económicos y comerciales que su encaje produce en la relación.
LO QUE ESTÁ EN JUEGO
Estados Unidos fue promotor indirecto a través del Plan Marshall de la integración europea tras la segunda Guerra Mundial y todos sus presidentes han apoyado una mayor integración de la Unión desde entonces. EEUU también es padrino de la adhesión del Reino Unido a la Unión Europea. No es un secreto que cuando el primer ministro británico Harold Macmillan realizó la primera petición de entrada en la Comunidad Económica Europea en 1961 lo hizo animado por el presidente norteamericano John Kennedy, quien estimaba que ello fortalecería la integración europea y también aumentaría la influencia de Washington en la entonces Comunidad Económica Europea a través de Londres.
Pero la cercanía de Reino Unido con EEUU complicaría la operación. La adhesión británica al club europeo no llegaría hasta 1973, una vez que el presidente francés George Pompidou levantó el veto que su predecesor, Charles De Gaulle, había establecido sobre el Reino Unido, visto como una suerte de caballo de troya norteamericano en Europa. Desde entonces, el Reino Unido ha sido una suerte de puente entre la Unión Europea y Estados Unidos. Con una mentalidad liberal similar en cuanto al libre comercio y una concepción pareja en la manera de afrontar las amenazas para la seguridad, Reino Unido y Estados Unidos han mantenido una “relación especial”, con la Unión Europea como telón de fondo. En los últimos años, la firmeza europea con Rusia tras la invasión de Crimea o el análisis convergente entre Europa y EUU en la forma de tratar a Irán no podría explicarse sin la sintonía anglófona.
LAS RELACIONES CON EEUU
Dados estos precedentes, no es nada extraño que los partidarios de que el Reino Unido se marche de la Unión Europea estén bastante inquietos por el viaje de Obama. El popular y polémico alcalde de Londres, Boris Johnson, una de las figuras más destacadas en el campo de los separatistas, ha criticado al presidente norteamericano sugiriendo que su posición es algo cínica dado que EEUU nunca compartiría su soberanía con sus países vecinos. En el campo Bremain (como se denomina a los partidarios de la permanencia en la Unión Europea, en un juego de palabras entre Britain y remain, permanencia) están eufóricos porque saben que Obama es popular entre los británicos, en especial entre los jóvenes, cuya movilización será clave para que ganen el referéndum.
Quienes desean evitar el divorcio con Europa tienen además un motivo de orgullo añadido con el apoyo de Obama. Insisten en recordar que no hay un solo líder relevante en el mundo – con excepción del presidente ruso Vladimir Putin – que sea partidario de la ruptura. Marine Le Pen, líder del Frente Nacional en Francia, es también una entusiasta de la ruptura – espera que la salida del Reino Unido allane su camino para plantear un referéndum similar en Francia - y ha anunciado que visitará el Reino Unido a finales de mayo o principios de junio para hacer campaña de la mano del único diputado que el UKIP tiene en Westminster Douglas Carswell. Sin embargo, la campaña oficial del Brexit, se ha apresurado a afirmar que su visita no es bienvenida.
Pero más allá de su popularidad y su capacidad de movilizar, el “rescate de Obama” representa un quiebro en uno de los principales argumentos más repetidos de los partidarios del Brexit: que el divorcio tendrá como consecuencia un acercamiento de
Londres a Washington, que incluirá la firma de un acuerdo de libre comercio entre ambos de forma express. Pero he aquí el principal misil que Obama ha lanzado sobre los argumentos rupturistas: un acuerdo comercial con el Reino Unido “no se produciría pronto y tendría que ponerse a la cola” de las otras negociaciones que EEUU está llevando a cabo. El mensaje de Obama, parece claro: votad lo que queráis pero quedáis avisados de las consecuencias. ¿Calará este mensaje en un pueblo conocido por su pragmatismo?