Sobrevivió a un tsunami y ahora ayuda a los refugiados en Lesbos
Enrique se quita méritos. Al otro lado del teléfono asegura que quienes merecen un aplauso son sus compañeros. "Ellos tienen mucho más mérito que yo", asegura.
Responde a la llamada desde Badalona (Barcelona), donde regresó el pasado 8 de diciembre tras ocho días en Lesbos (Grecia). Acudió como un voluntario más de la ONG Proactiva Open Arms, fundada hace justo tres meses con el único fin de ayudar a los refugiados que alcanzan cada día la costa griega perdiendo, en muchas ocasiones, a compañeros de travesía en el camino.
Él sabe bien, probablemente mucho mejor que cualquiera de sus compañeros, lo importante que es el apoyo ajeno cuando se vive en primera persona una tragedia. En 2004 estaba disfrutando de unas vacaciones con su mujer María y sus tres hijos en un resort en Khao Lak, Tailandia, cuando tuvo lugar el Tsunami del Océano Índico en el que murieron 436.983 personas.
Enrique es Enrique Álvarez y María es María Belón, a los que Ewan McGregor y Naomi Wats dieron vida en la gran pantalla. La historia de esta pareja sirvió de inspiración a J.A. Bayona para rodar Lo Imposible, convirtiéndola en la película española más taquillera de la historia del cine (hasta que llegó Ocho apellidos vascos en 2014).
Entonces no pudo ayudar tanto como le hubiese gustado porque tuvo que preocuparse de su familia, por eso ahora se ha unido a este asociación sin dudarlo. "Llevaba mucho tiempo siguiendo el drama de los refugiando y cuando conoció Proactiva Open Arms me dije, 'esto es lo que quiero hacer", continúa.
Porque lo que le diferencia de los otros voluntarios, todos trabajadores de Pro-Activa, no es sólo la ausencia de carné de socorrista o la edad —él supera los 50 años, mientras que el resto "es gente relativamente joven de entre 25 y 35 años"—, lo que le diferencia es que él también sabe qué es vivir una tragedia en el mar.
Detrás de esta organización está Óscar Camps, socorrista con 40 años de profesión y dueño de la empresa de socorrismo a Pro-Activa. Un día, mientras veía la tele, decidió coger 15.000 euros de sus ahorros y llamar a su compañero Gerard Canals para marcharse a Grecia con la única intención de ayudar. La imagen de Aylan Kurdi, el niño de 3 años que fue encontrado ahogado en una playa de Turquía el miércoles 2 de septiembre, fue el detonante para tomar la decisión. Óscar y Gerard aterrizaron allí el día 16 de septiembre y horas después ya estaban ayudando a los refugiados que desembarcaban en Grecia.
Proactiva Open Arms empezó teniendo dos personas en Grecia y ahora el equipo desplazado —hay otros voluntarios que trabajan desde España y otros que esperan para salir como relevo— lo componen ocho socorristas y un coordinador, también socorrista. La mayoría trabajan como socorristas en la empresa de Camps. "Yo era el único que no era socorrista", continúa Enrique, quien a su paso por Lesbos ejerció las labores de voluntariado desde la arena. "Yo me dedicaba a ayudar a la gente cuando llegaba a las playas. Es menos duro pero también es importante", asegura.
"Que hayas vivido situaciones anteriores no te inmuniza, al revés, tienes más empatía con los otros. Lo vives con más cercanía", asegura Enrique, quien partió el 1 de diciembre a Lesbos con la intención de quedarse allí 15 días pero tuvo que regresar a España por obligaciones laborales. "Los equipos rotan cada 15 días y hay gente que ha estado allí tres veces", explica. El ir y venir de los voluntarios tiene una doble explicación: una, física y otra, emocional.
"Es muy exigente. Se pasan muchas horas sin dormir. Es cansado, además en esta época pasas frío porque estás muchas horas mojado, muchas horas en el mar...", explica. "Y a nivel emocional también es complicado. Ninguno estamos preparado para una situación así", añade.
Proactiva Open Arms cuenta con psicólogos voluntarios que prepara a los equipos antes de que se marchen y que los asisten por teléfono una vez allí. La situación es realmente compleja. Gerard y Óscar vivieron en primera persona el hundimiento de un barco con al menos 300 personas en el norte de Lesbos a finales de octubre. Lograron sacar 242 personas del agua, "pero aseguran que cuando terminaron quedaban decenas de cadáveres en el mar", cuentan desde la ONG a El Huffington Post. "Tuvo que ser muy duro elegir a quiénes iban salvando y tener que quitar a los bebés de los brazos de sus madres".
El rescate lo hicieron con las dos motos de agua que en ese momento tenía Proactiva, que llegó a la isla sólo con recursos humanos y que poco a poco ha engrosando su flota material. En estos tres meses han pasado de reutilizar los barcos en los que llegaban los refugiados después de pagar a las mafias billetes por cifras superiores a 1.000 euros a tener dos motos de agua y un primer barco comprado con el dinero de un crowdfunding. "En una o dos semanas llegará una segunda embarcación comprada con un donativo anónimo y estamos con otro crowdfunding en marcha para comprar una tercera barca", explican desde la ONG. Para ellos es tan fundamental el trabajo de los voluntarios desplazados, que este año pasarán las Navidades fuera de casa, como los donativos anónimos.
En estos tres meses han llegado mas de 304.0000 refugiados a Lesbos (casi un millón en todo 2015) y 130.700 fueron recibidos en la costa por los voluntarios de Proactiva Open Arms, todo datos de la propia ONG. De ellos, 8.100 fueron rescatados a la deriva y 8.800 en los acantilado.
Las cifras no dejan de engrosar, y la tragedia no cesa. Ahora en lugar de llegar al norte de la isla, los barcos arriban a la zona sur: la travesía es más peligrosa, el agua es más fría y la distancia es mayor. El ritmo de llegada está en los niveles del principio, alrededor de 25 embarcaciones diarias, y las horas son más intempestivas. Lo hacen de madrugada sin que eso sea un problema para ninguno de los voluntarios allí presentes.
"Esta gente necesita ser acogida y Europa y Occidente en general tiene capacidad para hacerlo. Hace falta un cambio de mentalidad y que la gente pueda entender por qué huyen", continúa Enrique quien denuncia firmemente la ausencia de los gobiernos.
Los chalecos naranjas a los que se refiere Enrique Álvarez
Enrique, que tiene intención de volver lo más pronto posible, termina la conversación tratando de buscar una imagen mental de su paso por Lesbos, pero le resulta imposible. "No te queda una, te quedan varias", dice. "Te queda la imagen del miedo que pasa la gente al cruzar el mar. Me queda la imagen de agradecimiento que muestran al ayudarlos. Me queda la imagen de los voluntarios, me queda la imagen de los periodistas que trabajan en hacer esta tragedia visible, me queda la imagen de los niños que a pesar de todo son capaces de alegrarse y abstraerse y me queda la imagen de una costa maravillosa llena de chalecos salvavidas naranjas".