Entrevista a Joaquín Estefanía: "No está deteriorada la política, sino lo público"
Sostiene Joaquín Estefanía en su último libro, Estos años bárbaros (Ed. Galaxia Gutemberg), que de esta crisis saldremos “más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados y menos demócratas”. Parece que estemos inmersos en una plaga bíblica, pero es que el tsunami que hemos atravesado —que aún estamos atravesando— no es sólo económico. La crisis se ha llevado por delante estructuras sociales y democráticas, elementos que costó tanto construir y que se han debilitado probablemente para siempre.
Se trata, defiende el exdirector de El País, de “una derrota” de la sociedad cuya gran damnificada es la democracia. “La calidad ha disminuido mucho en todo mundo y, sobre todo, esa sensación que antes llegaba de América Latina y el Tercer Mundo en el sentido de que la democracia sólo interesa si soluciona nuestros problemas la tienen ahora todos los ciudadanos europeos”. Que la gran mayoría de los habitantes del Viejo Continente estén convecidos de que sus descendientes van a vivir peor que ellos “es brutal, demoledor”.
Atravesamos una nueva fase en la que muchos de los axiomas que nos hemos acostumbrado a escuchar —”hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” o “nos gobiernan los mercados”— contienen dosis indudables de verdad pero, al mismo tiempo, están plagadas de matices. Sostiene Estefanía que los mercados en parte manejan los devenires de los países, pero “los gobiernos siguen teniendo grados de autonomía importantes”. “Es verdad que menos que antes, pero una cosa es cuánto hay de verdad y otra la percepción. Y esta dice que tenemos temor a que llegue gente de fuera que nos quite los puestos de trabajo y que compita con nosotros en un estado del bienestar que es pequeño y que nos lo agotan. Temor a que perdamos nuestra vida cotidiana; a quedarnos atrás en una distribución de la renta; temor a que nuestros representantes, nuestros políticos, no puedan solucionar nuestros problemas porque carecen de la suficiente autonomía…”.
Esos grados de autonomía que aún poseen los políticos es lo que propicia que no sea lo mismo que gane las elecciones el PP, el PSOE, Ciudadano o Podemos. “No está deteriorada la política, sino lo público. Tenemos que convencer a la gente de que tenemos grados de autonomía”, insiste.
De esta crisis salimos muy debilitados y mucho peor preparados. Porque de la crisis de 1929 se extrajo una Teoría General para no caer en esos mismos errores en el futuro: incorporando demanda pública la superaremos, se concluyó. Pero la complejidad de la que estalló en 2007, con decenas de ramificaciones, “hará que salgamos sin una relato que nos guíe para evitar repetir los mismos errores”.
¡LARGA VIDA AL CAPITALISMO!
Una crisis con víctimas de las que el causante de tamaño desaguisado, el Capitalismo, sale indemne. No se trata de buscar alternativas, de defender otros sistemas, porque “los que hemos vivido no han funcionado”. Consiste en “refundar” el Capitalismo, una propuesta que postuló Nicolas Sarkozy en septiembre de 2008 y que se quedó en un mero pliego de intenciones. “El Capitalismo siempre sale reforzado de sus crisis porque cambia de faz mientras los demás nos adecuamos. Lo que diferencia esta crisis de la del 29 es que la actual está siendo muy larga y es muy probable que dure más que la Gran Depresión. No es tan profunda excepto en países como Grecia. Pero sí es una crisis larga y mucho más compleja que otras porque no sólo es un problema financiero, económico, sino climático, de democracia… todos al mismo tiempo”, señala.
Supervivencia del Capitalismo pese a sus contradicciones internas y las de sus teóricos, “que no se han opuesto al rescate a la banca, que es la mayor intervención pública en la historia del capitalismo moderno”. Los neoliberales, puntualiza Estefanía, son una mezcla de tesis liberales clásicas (el mercado, las reglas del juego) más capitalismo de Estado: “Ha habido muy pocos liberales que han dicho que había que hacer con la banca lo mismo que se hizo con Lehman Brothers: todo al carajo. Esos mismos son los que por ejemplo están negando el cambio climático, no reconocen que es un fallo del mercado que habrá que corregir con medidas administrativas, con la ayuda del Estado”.
Los cimientos del Capitalismo podrán temblar, pero su estructura no se derrumbará. Y sus fallos internos no servirán de combustible para alentar hipotéticos procesos revolucionarios: “No, no se producirán revoluciones, sino estallidos. Ya no podemos hablar de revoluciones nacionales. Lo que sucedió en Cuba en 1959 no podría suceder ahora porque estamos en un mundo interconectado”, sostiene Estefanía. Si se pueden producir “estallidos de las clases medias” al constatar que “la calidad de lo que tenían ha desaparecido”.
Una clase media que esta crisis prácticamente ha barrido haciendo que los pobres sean cada vez más pobres. En su ensayo, Joaquín Estefanía elabora un examen sociológico de esa sociedad que se niega a creer que haya bajado escalones en su estatus social y económico hasta formar parte de la clase baja. Del antiguo proletariado a los precariados del siglo XXI, trabajadores que en el mejor de los casos encadenan contratos temporales y su horizonte económico no alcanza el sueño de un mileurista. Una nueva clase social que ha aceptado la idea de que son los mayores responsables de la crisis al haber vivido por encima de sus posibilidades. Una frase que Estefanía en absoluto comparte: “Los problemas que hemos tenido de déficit y de deuda nos vienen de fuera y se deben a que hemos tenido que apoyar mucho a un sistema financiero que se estaba hundiendo. El concepto de vivir por encima de nuestras posibilidades es erróneo en un país mediano como España. Quizá alguno del primer mundo podría decir eso, pero responsabilizar a la sociedad en su conjunto es como no responsabilizar a nadie: si todos somos culpables entonces nadie es culpable”.
Una sociedad, sostiene Estefanía, más desigual, más desconfiada, más pobre y menos protegida porque nuestro sistema de protección está haciendo aguas: la educación y la sanidad han disminuido mucho de calidad: “Es terrible, por ejemplo, lo que está pasando con la dependencia: está bajando la lista dependientes no porque se les esté ayudando, sino porque se están muriendo”.
Y ante tanto panorama sombrío, sostiene Estefanía que hay margen para la esperanza. “Soy optimista respecto a lo que estoy viendo en España porque todos los partidos políticos están incluyendo fórmulas que hasta ahora se creían fuera del sistema, llamémosle renta garantizada, renta básica universal… En el debate de El País del otro día Podemos propuso incluir en la Constitución los derechos sociales y ninguno de los otros candidatos se atrevió a decir que eso es imposible. Por eso digo que hay factores que pueden ser positivos: las sociedades no pueden seguir funcionando sin cohesión, con estos niveles tan altos de desigualdad. Eso reventará por algún sitio”, sostiene Estefanía.