Bolívar narra la incompetencia marroquí en el rescate: "La camilla fue directa a la catarata"
Juan Bolívar, único espeleólogo español superviviente de la tragedia en el Atlas marroquí, ha comparecido en una rueda de prensa en Granada para narrar la pesadilla que vivió junto a sus dos compañeros fallecidos. Bolívar ha compartido un estremecedor relato en el que ha plasmado la incompetencia de los miembros de la Gendarmería marroquí que acudieron en su ayuda.
Según el espeleólogo, cuando después de varios días llegó la ayuda, "le lanzaron una cuerda y una camilla" con la intención de que fuera él quien asegurara a su compañero José Antonio Martínez, herido en la cabeza, para tratar de sacarle del barranco. Gustavo Virues, el otro compañero, había fallecido en el momento días antes por el golpe de la caída. Bolívar, por su falta de conocimientos médicos, se negó a ser él el que lo asegurara en la camilla, por lo que finalmente uno de los dos agentes de la Gendarmería marroquí que habían acudido a su rescate bajó hasta donde se encontraban. Lo que el español no sabía era que no habían llevado ni máquinas ni equipos para elevar la camilla, lo cual no solo hizo imposible un rescate rápido, sino que lo complicó todo aún más. El final de la historia ya la conocemos. Su compañero murió. Lo que ha detallado esta tarde es cómo.
Según ha contado, los tres españoles se separaron del grupo y el guía con el que estaban, algo habitual, y quedaron en verse al día siguiente. En contra de lo que contó este miércoles Zubir Bouhout, director del Centro Regional de Turismo de Uarzazate, y único responsable marroquí que hasta ahora se ha pronunciado sobre el accidente para criticar que habían cometido varios errores de cálculo y no se habían preparado lo suficiente, llevaban un dossier y el camino planificado "punto por punto", con planos topográficos incluidos.
LA CAÍDA
Cuando llegaron a una cascada, encontraron una primera rampa y comenzaron el ascenso. "José se quedó abajo, dándole cuerda, y yo me quedé preparando las mochilas. Gustavo subió", ha contado Bolívar, que por momentos no podía continuar hablando al revivir los momentos más duros. Por el ruido de la catarata no oían a su compañero, así que José decidió subir un momento para tener contacto visual con él. "Yo los vi hablando", recuerda. Después, cayó Virués y en la caída, arrastró a Martínez.
"En ese momento es una película. No piensas que está pasando de verdad". A Bolívar le cuesta seguir con su relato. "Total qué..." Bebe agua y retoma la historia. Cuando salió del shock por lo que acababa de pasar, lo primero que hizo fue ir a por Martínez, que estaba más abajo. Sangraba abundantemente por la cabeza, pero estaba consciente. Entonces se fue a por Virués, que ya no tenía movimiento. "Le di ya por muerto y me bajé a por José".
A su compañero herido le hizo una especie de iglú en la nieve y le arropó con la ropa del fallecido "que desgraciadamente no le hacía falta". Después cogió sus cosas, se buscó una especie de descansillo que había fuera de la nieve, se hizo un refugio y pasó la noche como pudo.
A la mañana siguiente, cuando vio que su compañero seguía vivo, le embargó la esperanza. "Subía a ver a José Antonio, le daba de comer, de beber. Hablaba. Así aguantamos como pudimos no sé cuántos días, porque se me acabó la batería del móvil". Un día escucha voces arriba, y se encuentra a dos personas.
EL RESCATE
Les habían encontrado los agentes de la Gendarmería marroquí. "Me explican que van a bajar una camilla, pero veo que nadie baja a ayudarme ni nada. Pero yo no soy médico, no sé qué hacer". Así se lo hizo saber a los agentes, a los que pidió que bajasen ellos. Uno descendió a donde se encontraban, puso al herido en la camilla y le hizo señas al de arriba para que la subiesen. A pulso. No hubo manera. La cuerda no subía, pero él todavía no sabía por qué.
"Le dije, José, aguanta, que estás fuera". Bolívar rompe a llorar de nuevo. Ayudó a intentar subir la camilla, pero la cuerda no tensaba. Después de cinco días de comer y sin fuerzas, tuvo que encargarse de sujetar a su amigo para que no se ahogara bajo la cascada. "Yo no me explicaba nada. No sabía por qué la camilla no subía, no lo veía lógico".
Hubo un tirón y la camilla se fue directa a la catarata, debajo del torrente de agua, con el gendarme incluido. "Yo no sabía dónde meterme, no sabía qué hacer. "Le he dejado con la cabeza fuera del agua", le dijo el agente marroquí en un infructuoso intento de tranquilizarle. Su compañero seguía en el agua cuando se hizo de noche, pero se ahogaba. "Que me ahogo, que me ahogo", le oía decir. Por la mañana la corriente era más floja, pero él ya lo daba por perdido después de toda la noche bajo la catarata.
Al día siguiente el gendarme trató de proseguir el rescate. "Directamente tiró la camilla al río. La dejó hundida. Fue cuando el gendarme me miró, se dio cuenta... y se largó. Me dejó solo de nuevo hasta que apareció Protección Civil de Marruecos dos horas después". José Antonio había fallecido.
Los efectivos de Protección Civil le dijeron que si quería salir, lo más rápido era hacerlo por un camino de cabras. Después de todo lo que había pasado esos días, ya tenía ganas de salir de allí, así que solo, se fue andando por su propio pie hacia el pueblo más cercano. Faltaban unos 100 metros para llegar cuando una ambulancia le recogió y le llevó.
"Desde abajo yo solo veía que eso no era normal. Arriba no sé qué pasó", ha concluido Bolívar muy afectado.