Cocinas que salvan bosques y ayudan a las mujeres
Ramatoulaye Traoré está elaborando un plato tradicional a base de arroz con pescado, tomate, gombo, zanahoria y col. Cada día, esta joven de 27 años y madre de un niño pasa una media de cuatro horas preparando comida para una veintena de personas, todos los que viven en esta casa de la localidad de Pata, en el sur de Senegal.
“Hace calor aquí”, asegura sudando. Dentro de la habitación, dos calderos hierven al fuego. “Pero con estas cocinas nuevas es mucho mejor, sale menos humo y es más económico, porque ahorras leña”, añade. A unos metros de allí, en una casa cercana, es Djenabou Diallo quien se encarga de los fogones. Hoy toca sopa kandia, también con arroz. “Llevo ocho meses con las nuevas cocinas y todavía funcionan bien, nunca se me han roto. Antes necesitaba entre dos y tres kilos de leña para hacer una salsa, ahora con menos de medio kilo es suficiente”, apunta.
Ramatoulaye y Djenabou son sólo dos de las aproximadamente 5.000 de mujeres de Gambia, Senegal y Guinea Bissau que ya están usando las cocinas mejoradas que la ONG Alianza por la Solidaridad ha repartido desde 2012 en estos tres países. En total, 10.426 cocinas (6.974 en Senegal, 2.040 en Gambia, 1.412 en Guinea Bissau) en dos formatos de distinto tamaño. La idea es llegar a distribuir un total de 25.000, lo que se completará en los próximos dos años.
“El proyecto SAGE vino a proponer un modelo que mejora las condiciones de vida diarias de la mujer y que reduce el consumo de madera. Después de probarlas y entender el cambio, lo han adoptado, se han apropiado de esta nueva tecnología”, asegura Ibou Dieng, responsable de Medio Ambiente y Energía de la ONG senegalesa Fodde, que colabora con Alianza en este proyecto.
El deterioro del bosque de Pata, cerca de la frontera entre Gambia y Senegal, es más que evidente. La tala ilegal para el uso de leña o de carbón como combustible doméstico está provocando una acelerada deforestación. La situación es similar en el área de Wassadou-Pirada, en el límite entre Senegal y Guinea Bissau. El sistema tradicional de cocción de los alimentos, que consiste en la utilización de tres piedras sobre las que se colocan los calderos, no es sostenible, hace falta mucha madera y se desperdicia una gran cantidad de energía.
Una mujer con la nueva cocina / Alianza por la Solidaridad
MUCHO AHORRO EN LEÑA
Con las nuevas cocinas, el uso de leña es mucho menor, aproximadamente la mitad de la que se consumía antes. Esto permite un considerable ahorro o reduce el tiempo en la búsqueda de este combustible natural, así como el tiempo de cocción, lo que permite que las mujeres se dediquen a otras actividades, como su propia alfabetización o el trabajo en las huertas, que mejora la seguridad alimentaria de sus familias. O por qué no, tiempo para estar en familia, para ellas mismas. Luego está la reducción de humos.
Se calcula que los contaminantes generados por la combustión en las cocinas tradicionales dentro de habitaciones mal ventiladas provocan 1,5 millones de muertes cada año en todo el mundo. Las mujeres destacan sobre todo este aspecto de sus nuevos fogones.
El proceso ha llevado su tiempo. Alianza por la Solidaridad y sus socios locales en las zonas de intervención de los tres países realizaron unas encuestas preliminares entre las mujeres para averiguar qué modelos les gustaban más. De ahí salieron cinco que fueron probados durante un mes hasta que se decidió el más eficaz y el que mejor se adaptaba a sus necesidades. “Ya en 2011 comenzamos con la identificación de los artesanos que podían construir las cocinas”, asegura Elhadji Balde, técnico de Seguimiento y Evaluación de Fodde. “Tras un proceso de formación nos quedamos con cinco productores, de los que tres están plenamente operativos en la actualidad”, añade.
Malam Demba, carpintero metálico de 37 años residente en el barrio de Sikilo Nord de Kolda, es uno de ellos. “Abrí mi taller hace doce años y tengo siete aprendices. Para hacer estas cocinas traemos el material desde Dakar, los distintos tipos de hierro, la pintura, las varillas de soldadura… El reto para nosotros es respetar los plazos del contrato. Cuando el primer encargo construimos 1.000 en sólo un mes. Son muy resistentes”, afirma orgulloso.
Assana Gueye es otro de los productores. “El encargo que hemos recibido del proyecto SAGE ha sido muy importante para nosotros, una oportunidad de tener más clientela. De mi taller han salido 2.000 cocinas y he generado empleo en la zona, porque tuve que contratar más aprendices. Antes tenía seis, ahora catorce”.
Sin embargo, las cocinas mejoradas tienen un problema. Son muy caras. La pareja de hornillos que se usa en cada hogar, uno grande y otro pequeño, cuesta unos 60 euros. Y si el primer par se entregó de manera gratuita a los beneficiarios, los siguientes que deban comprar una vez que estos se rompan deben ser costeados por ellos mismos. “Hay que tener en cuenta que la zona de intervención de este proyecto es extremadamente pobre y que la vida útil de estas cocinas puede llegar hasta los cuatro o cinco años. Por eso pensamos que ahora, dos años después de la entrega de las primeras cocinas, estamos en el momento adecuado de poner en marcha una estrategia de perennización”, asegura Ibou Dieng.
En los tres países se convocó a las mujeres líderes, aquellas que han colaborado con la iniciativa y que estaban plenamente convencidas desde el principio de sus beneficios, para mantener distintas reuniones y estudiar alternativas. Tras varias sesiones de discusión se decidió poner en marcha una suerte de cajas de ahorro comunitarias en las que cada familia debe cotizar una pequeña cantidad de dinero mensual que va desde 15 a 50 céntimos, dependiendo de cada pueblo. Ese dinero se utilizaría para la reparación de las cocinas o para la compra de una nueva en el momento en que las primeras se vayan rompiendo sin que esto suponga un descalabro para la economía de la familia. De esta manera se asegura la continuidad de la iniciativa.
Y mientras en el sur las cocinas mejoradas se van asentando como parte del día a día de miles de mujeres, en el otro extremo de Senegal la empresa familiar Brades lleva ocho años produciendo briquetas de carbón a partir de residuos de carbón vegetal y arcilla, un combustible totalmente natural y sostenible. Su idea ha sido un éxito y desde entonces han logrado vender casi 300 toneladas. Por ello, en la búsqueda de alternativas energéticas para
las cocinas mejoradas, Alianza se ha decidido a apoyar a Brades en la producción de carbón a partir de un material de desecho agrícola, las cáscaras de arroz, lo que permitirá reducir aún más el consumo de madera y cerrar el círculo de la sostenibilidad.