Terneros y cerdos más viajados que Phileas Fogg
En buscarse la vida cuando las cosas se ponen feas tienen sobrada experiencia Sebastián Hernández y Santiago Martín, presidentes de Bovisa y Embutidos Fermín, respectivamente. A Sebastián, la crisis de las vacas locas en el año 2001 le empujó a abrir una vía comercial con Líbano, Libia y Argelia para mandar reses vivas en barco. Y a Santiago se le metió entre ceja y ceja hace 20 años que sus jamones ibéricos lograrían entrar en EEUU aunque tuvieran que venir a su fábrica los mismísimos inspectores de Sanidad americanos.
Ambos están convencidos de que su producto no tiene rival y, con inteligencia, instinto y obcecación, han conseguido ser referentes, sin necesidad de ir a escuelas de negocio ni leerse los miles de decálogos sobre exportación que circulan por la red. “Lo que nos empujó a colocar nuestro jamón en EEUU, Japón o Canadá fue la sensación de que a todos los turistas que probaban el ibérico les gustaba. Entonces nadie había intentado exportar, ni tan siquiera las grandes como Campofrío o El Pozo. Corrían los 90 y mi hermano y yo acabábamos de tomar el relevo en un negocio familiar que nació en 1956 –somos la segunda generación- y lo vimos como una oportunidad. Hoy es una necesidad”, explica Santiago Martín desde la Alberca, “el pueblo más bonito de España” donde vive y se ubican las instalaciones de Embutidos Fermín.
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Foto: Los dueños de Embutidos Fermín durante una visita al Consejero Económico y Comercial de la Embajada de China en España
Cuando Santiago explicó en los ministerios de Sanidad y Agricultura en 1995 su proyecto y pidió a ayuda para llevarlo a cabo “debieron pensar 'dónde van estos'", asegura. "Pero yo me había leído las normativas americanas y me parecía que podíamos hacerlo. Nos entregaban listas con más de 30 deficiencias que había que solventar, así una y otra vez. En ese momento no existían acuerdos bilaterales y la negociación se estaba construyendo. Al final fuimos de la mano, porque lo que pasaba es que los inspectores americanos no se fiaban de la Sanidad de aquí hasta que vinieron a nuestra fábrica y verificaron que cumplíamos los requisitos y logramos la primera autorización a un matadero para exportar a EEUU el 31 de agosto de 2005. A partir de ahí, validaron también las autorizaciones del Estado español”, explica.
Y eso que uno de los inspectores era musulmán y, cuando fueron a comer, optó por una trucha para evitar el cerdo tan típico de Salamanca, pero se la encontró -¡oh sorpresa!- rellena de jamón, y pidió que se la retiraran porque estaba contaminada, un problema que el camarero pretendía resolver apartando el jamón y listo.
Como lo suyo va de retos, ya en el 2000 habían sido los primeros en exportar a Japón, Singapur y Canada. China, Australia, México, Namibia o Malasia son otros de los países donde es posible degustar hoy los premiados jamones ibéricos de esta empresa de 90 trabajadores con una sede en Miami y otra en Nueva York. Una decisión estratégica para introducirse con más facilidad en las grandes superficies, lo que supondría un enorme salto, ya que aun se consume sólo a nivel gourmet. “Queremos abrir tiendas allí de producto ibérico como las que han proliferado aquí en los últimos tiempos. Lo que más vendemos es ibérico y bellota con hueso. Impartimos cursos de corte de jamón para que los charcuteros aprendan a manipularlos y estamos luchando para que entre loncheado en los supermercados”.
El proceso ha sido complicado y lo sigue siendo, como relata Santiago Martín: “Muchas veces nos hemos desanimado y lo hemos pasado mal. Triplicamos la capacidad de producción en tres años y vino la crisis. Nos afectó como si a un avión que va a despegar le quitas la gasolina. La apuesta por la exportación nos ha salido cara pero no queda otra. En 2009 facturamos 16 millones de euros porque una parte importante del negocio era vender materia prima. Decidimos centrarnos en producto curado y ahora facturamos 8 millones, de los que el 80% corresponde a exportación, con predominancia del mercado americano”.
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Foto: Sebastían Hernández (Bovisa) con los terneros que embarca vivos con destino al norte de África.
TERNEROS RUMBO ORIENTE MEDIO
En otra crisis gorda, la que provocó el mal de las vacas locas en el sector del vacuno, Bovisa aprovechó para buscar mercados en países de Oriente Medio, hasta donde sus ricos terneros viajan vivos y en barco. Sebastián Hernández, la tercera generación al frente de la empresa, desvela que la vocación internacional está en su familia desde el inicio. Su abuelo y su padre eran tratantes de mulas y caballos hasta que las máquinas llegaron al campo y amenazaron seriamente su negocio, pero su instinto les indicó cómo reinventarse. “Como en Francia existía la tradición de comer carne de caballo, y también en España en menor medida, empezaron a exportar allí. Cuando el caballo se terminó para carne, nos pasamos al ternero y empezamos a exportar a Grecia, Italia y Portugal, casi siempre vivos porque, hasta finales de los 90, lo típico es que fuese el carnicero de turno el que lo sacrificara", explica.
En 2001, las vacas locas hunden el consumo y los precios. "Conocíamos a una empresa familiar en el Líbano que eran armadores de barcos para ganado y también productores, así que nos dedicamos, con su complicidad, a enviar ganado vivo. Esa es nuestra especialidad. Son entre 2.000 y 3.000 cabezas viajando en barco, con todos los costes que implica cumplir las normas de bienestar animal pero, por cultura y logística, tiene sus ventajas. La carne fresca es muy perecedera y, si el ternero va vivo, no existe ese problema. Además, allí la gente quiere matar a su ternero en su carnicería de confianza”, añade Hernández.
La salida a terceros países de animales vivos ha revitalizado el sector, como explica Javier López, gerente de Asoprovac (Asociación Española de Productores de Vacuno de Carne), pues “hasta hace cinco años la exportación fuera de la UE se veía como algo anecdótico ya que todavía arrastrábamos el tema de las vacas locas que nos había cerrado muchos mercados. La crisis de consumó se juntó de repente con una demanda de países árabes muy potente, que comenzó con el Líbano al ser los grandes comerciantes de la zona. Ha servido para espabilar a la industria cárnica y crear alternativas al destino europeo que es muy débil”.
Los reducidos márgenes son la causa que esgrime Santiago Martín, junto con la situación geográfica, para volcarse en el comercio exterior. Y lo que permite que una empresa murciana de 17 trabajadores pueda facturar entre 40 y 50 millones de euros al año: “El beneficio es pequeño porque el riesgo es alto, pero en los países árabes aprecian la calidad del ganado español. Son nuestro mercado natural. Desde el puerto de Cartagena, Argelia está al lado y a Libia o Líbano y países del entorno se tardan cinco o seis días”.
Una proximidad que favorece que 500.000 cabezas de bovino y ovino viajen al norte de África desde que en 2010 se abriera el arco mediterráneo para un sector al que la crisis estaba vapuleando.