Doce meses, doce hitos científicos: así fue la ciencia en 2014
Enero: genomas a 1.000 dólares
Desde que el siglo XXI se abrió con el primer borrador del genoma humano, el objetivo a perseguir fue lograr la secuencia del ADN de cualquier persona por solo 1.000 dólares (unos 800 euros). Dado que el coste del primer genoma fue de 3.000 millones de dólares, la meta parecía algo inmensamente lejano allá por el año 2000. Pero las tecnologías han ido sucediéndose y cubriendo hitos con enorme rapidez. El 14 de enero de este año la compañía Illumina, de San Diego (California, EE UU), presentó su nuevo sistema HiSeq X Ten, capaz de secuenciar decenas de miles de genomas al año, cada uno de ellos por una cantidad que roza la marca de los 1.000 dólares. Si la previsión de Illumina se hace realidad, pronto nuestros genes hablarán de los riesgos médicos que nos esperan a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, los expertos advierten de que lo realmente arduo no será obtener la información genética, sino interpretarla y darle sentido.
Febrero: planetas a cientos
El catálogo de los planetas que giran en torno a otras estrellas ha ido creciendo desde que en 1992 se detectaran los primeros, pero lo anunciado por la NASA el 26 de febrero de este año fue una auténtica avalancha que casi dobló la lista de los conocidos hasta entonces. Nada menos que 715 nuevos planetas extrasolares, descubiertos y confirmados por el telescopio espacial Kepler y orbitando un total de 305 estrellas. La mayoría de ellos oscilan en tamaño entre la Tierra y Neptuno. Dos meses más tarde, la revista Science publicaba los detalles de Kepler 186f, el primer exoplaneta similar a la Tierra en la zona habitable en torno a una estrella y por tanto un claro candidato a albergar vida. El problema es la distancia que nos separa de él: casi 500 años luz.
Marzo: un virus gigante zombi resucita del hielo
El descubrimiento que un equipo de investigadores franceses y rusos publicó en marzo en la revista PNAS tenía todos los ingredientes para convertirse en la historia científica del mes: un virus desconocido, el más grande jamás hallado, esperó agazapado en el hielo siberiano durante 30.000 años hasta que los científicos lo devolvieron a la vida. Únicamente habría faltado que el virus atacara a los humanos; por suerte para nosotros, el Pithovirus sibericum solo infecta a las amebas. Esto debería tranquilizarnos, pero solo en parte: según los autores del estudio, a medida que el planeta se calienta y los hielos se funden, antiguos virus podrían resucitar como lo ha hecho el Pithovirus, y quién sabe si algunos vendrán con peores intenciones.
Abril: clonación humana para regenerar órganos
En 1996 todo el mundo conoció a una oveja por su nombre. Dolly fue el primer animal superior clonado experimentalmente a partir de otro ejemplar adulto de su especie. Desde entonces, los científicos intentaron replicar la técnica en humanos, no con el fin de clonar gente, sino de obtener células genéticamente idénticas a un paciente que puedan regenerar sus órganos o tejidos defectuosos. El proceso se llama clonación terapéutica, y ha demostrado ser mucho más complicado en humanos que en ovejas. En 2013, un equipo de científicos de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón (EE UU) lo logró por primera vez empleando células de bebés como donantes, pero faltaba conseguirlo con células de adultos. El hito se superó en abril de este año, cuando dos estudios independientes anunciaron que por fin la clonación terapéutica en humanos es posible, desbrozando el camino hacia la medicina regenerativa personalizada. Y quizá, sin pretenderlo, hacia la posibilidad de copiar personas.
Mayo: hackeando los secretos de la naturaleza
Del mismo modo que los ingenieros al servicio de una potencia desmontan tecnologías capturadas al enemigo para tratar de reproducirlas, una especialidad de la biología trata de hacer lo propio con esos complejos dispositivos creados por la naturaleza llamados células. En marzo, un equipo de investigadores logró por primera vez fabricar un cromosoma de levadura cien por cien artificial (http://www.sciencemag.org/content/344/6179/55). Y en mayo, otro grupo de científicos lograba colarse hasta el mismo corazón del ADN para dejar allí su firma, en la forma de una ampliación del alfabeto genético universalmente utilizado por todos los organismos vivos (http://www.nature.com/nature/journal/v509/n7500/full/nature13314.html). A las conocidas cuatro bases del ADN, designadas por las letras A, T, G y C, los investigadores han añadido otras dos diseñadas ex profeso e informalmente llamadas X e Y, incorporándolas a bacterias de laboratorio que funcionan según este código extendido. ¿Y para qué todo esto? Cuando se abre la puerta a la creación de proteínas y organismos de diseño, casi la pregunta debería ser: ¿para qué no?
Junio: ¿quién teme al ébola?
Más que por lo ocurrido, junio de 2014 destacó por lo que no sucedió, y por las consecuencias de esa oportunidad perdida. Así lo contaba la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, en una reciente entrevista a la BBC: “A finales de abril de este año y en una buena parte del mes de mayo, los países estaban viendo menos casos, los hospitales se vaciaron y, desafortunadamente, todos los organismos de respuesta, incluyendo muchos de nuestros socios, la OMS y los gobiernos, nos relajamos, solo para descubrir en junio, a mediados de junio y a finales de junio que la enfermedad estaba regresando”. En marzo de 2014 la OMS había informado de la aparición de un brote de virus de ébola en Guinea, el primero en África occidental desde que se descubrió el virus en 1976. Pero según ha reconocido Chan, “el mundo entero, incluida la OMS, no vio lo que se estaba desplegando, lo que iba a ocurrir ante nuestros ojos”. La OMS declararía la emergencia global por el ébola el 8 de agosto. La epidemia aún prosigue.
Julio: adiós a Zarmina, el primer planeta hermano
En 2010, una oleada de entusiasmo sacudió el mundo de la ciencia cuando un equipo de astrónomos publicó el descubrimiento de un exoplaneta que rápidamente los medios definieron como una “segunda Tierra”. Con una masa de tres veces nuestro planeta, orbitando en la zona templada alrededor de su estrella y a solo 20 años luz de distancia de nosotros, Gliese 581g fue tan rápidamente adoptado como nuestro gemelo distante que uno de sus descubridores, Steven Vogt, le otorgó un nombre más familiar: el de su mujer, Zarmina. El astrónomo no dudó en afirmar en una entrevista: “las posibilidades de vida en este planeta son del 100%”. Y sin embargo, el globo de Zarmina acabó por pincharse. Estudios posteriores comenzaron a poner en duda las mediciones de los astrónomos. Por fin, un estudio publicado en julio de este año en la revista Science determinó que Zarmina no es más que una ilusión causada por la actividad de la estrella Gliese 581.
Agosto: triste final para un fraude científico
La noticia apenas se aireó en los medios, pero causó una profunda conmoción en los círculos académicos. El 5 de agosto, el prestigioso científico japonés Yoshiki Sasai, de 52 años, apareció ahorcado en su centro de investigación junto a dos notas de suicidio tras haberse visto envuelto en un escándalo de fraude. La historia comenzó en enero de 2014, cuando un equipo de investigadores de Japón y de la Facultad de Medicina de Harvard (EE UU) publicó en la revista Nature dos estudios describiendo un método sencillo llamado STAP que permitía devolver las células maduras a su estado de células madre con solo sumergirlas en un medio ácido. El hallazgo prometía una revolución en el campo de la medicina regenerativa, pero el estudio despertó sospechas cuando otros científicos fueron incapaces de repetir el experimento, lo que indujo al instituto japonés a abrir una investigación. En abril las pesquisas concluyeron que la autora principal, Haruko Obokata, había falsificado los resultados. Los dos estudios fueron retractados en julio. Sasai ejercía como vicedirector del centro en el que se realizaron los estudios y estaba libre de toda sospecha, pero en marzo había sido hospitalizado por estrés y declaró sentir “una gran responsabilidad” por lo ocurrido. Una de sus notas de suicidio iba dirigida a Obokata: “Asegúrate de reproducir las células STAP”.
Yoshiki Sasai, en 2012.
Septiembre: el eco del Big Bang muerde el polvo
A veces la ciencia tiene que dar un paso atrás para tomar carrerilla. Sobre todo cuando se practica lo que en el ámbito científico se conoce como “ciencia de nota de prensa”; es decir, la divulgación de resultados científicos en caliente sin que aún hayan sido suficientemente contrastados ni validados por otros expertos. Y, a menudo, esta contrastación y validación acaban echando por tierra los resultados. Es lo que ha ocurrido este año con el presunto hallazgo de las ondas gravitatorias del eco del Big Bang por el telescopio del Polo Sur BICEP2, un descubrimiento que demostraba la teoría de la inflación cósmica en los primeros instantes del universo y que fue saludada como el próximo premio Nobel de Física. La publicación de los resultados indujo a otros científicos a alegar que la proclama era prematura. Trabajos posteriores cuestionaron el hallazgo, atribuyéndolo a una posible interferencia del polvo cósmico. En septiembre, un nuevo estudio llevado a cabo por el telescopio espacial Planck de la Agencia Europea del Espacio (ESA) se inclinó por la hipótesis del polvo, aunque el asunto aún continúa abierto.
El sol se alza bajo el telescopio CMB en el Polo Sur (FOTO: Steffen Richter, Universidad de Harvard)
Octubre: nueva esperanza contra la diabetes
Una de las enfermedades más extendidas a las que la ciencia está poniendo cerco en las últimas décadas es la diabetes, en particular la de tipo 1, en la que el sistema inmunitario del paciente destruye sus propias células pancreáticas productoras de insulina. Los afectados por esta dolencia, que suelen debutar en la infancia o en la pubertad, deben inyectarse insulina con frecuencia y someterse a una constante vigilancia, lo que deteriora su calidad de vida. En octubre el científico de la Universidad de Harvard Douglas Melton, cuyos dos hijos padecen diabetes de tipo 1, publicó una investigación en la que logró convertir células madre humanas en células productoras de insulina, y utilizarlas para curar la diabetes en ratones. El hallazgo se publicitó en algunos medios como la cura definitiva de la enfermedad, aunque aún deberá superar años de pruebas y ensayos clínicos.
Noviembre: Rosetta aterriza en un cometa
Pocas noticias científicas han captado la atención que en noviembre logró la misión Rosetta de la ESA en el cometa 67P/Chryumov-Gerasimenko, conocido familiarmente como Chury. El 12 de noviembre, todos los medios siguieron en directo el accidentado aterrizaje del módulo Philae en el cometa, una proeza técnica conseguida por primera vez en la historia de la exploración espacial. Aunque el robot se posó en una zona sombreada de su objetivo y sus paneles solares no pudieron mantenerlo activo por mucho tiempo, las mediciones recogidas alimentarán numerosos estudios científicos y nos revelarán nuevas pistas sobre el origen del Sistema Solar. De momento, Rosetta ya ha demostrado que Chury posee moléculas orgánicas y que su agua tiene una composición diferente a la terrestre, prestando apoyo a la idea de que los océanos de nuestro planeta proceden del impacto de asteroides y no de cometas como este.
Diciembre: La NASA ya tiene nave nueva
Con la jubilación de los space shuttles de la NASA en 2011, los astronautas de la primera potencia espacial del mundo se vieron obligados a depender de las naves Soyuz rusas para viajar a la Estación Espacial Internacional, el único destino actual de las misiones tripuladas. Por fin este año la NASA ha presentado la Orión, una nueva cápsula espacial con capacidad para cuatro ocupantes y que en el futuro servirá para viajar a la Luna o Marte. El 5 de diciembre, la Orión superó su prueba de fuego al volar por primera vez al espacio y amerizar en el Pacífico cuatro horas y media después, aún sin ocupantes humanos, pero en una misión que se completó a la perfección. Lo de “prueba de fuego” es literal, ya que una de las grandes incógnitas del proyecto era si el escudo térmico de la Orión resistiría los 2.200 grados centígrados durante su reentrada en la atmósfera a 32.000 kilómetros por hora. El éxito de la misión abre una nueva puerta a la exploración humana del espacio que permanecía cerrada desde el fin del programa Apolo en 1972.