Francia 1-0 España: La nueva Roja muestra sus costuras
El estreno de la nueva España de Del Bosque en el Stade de France arrancó con una primera parte algo insulsa, lógica en un equipo más centrado en conocerse a sí mismo tras una importante renovación que de asustar al rival en demasía. El equipo español se afanaba en sacar el balón controlado desde la novedosa línea defensiva que formaban, junto a Sergio Ramos, San José, Carvajal y Azpilicueta. Tras su primer filtro, el balón le llegaba a Koke o Cesc, que interpretaban el juego con buen criterio y conseguían llevarlo con éxito en la mayor parte de las ocasiones hasta las inmediaciones del área de Hugo Lloris, pero era en ese punto donde España se enfangaba. A pesar de la buena predisposición y el compromiso de Diego Costa en la punta de ataque, la Roja no era capaz de culminar sus acciones ofensivas con situaciones que pusieran en peligro el empate a cero inicial.
En el campo contrario, sin embargo, una Francia más anárquica, pero también más alegre y, quizás, imaginativa, era capaz de encontrar soluciones distintas para cada acción concreta, con transiciones rápidas que en más de una ocasión dejaron en evidencia la bisoñez del engranaje defensivo español. Pogba y Valbuena inventaban centros y pases precisos, aunque no de forma regular, si cada cierto tiempo, con cuentagotas, lo justo para servir de tanto en tanto balones a un Benzema que, sin hacer sudar a un De Gea que había dejado en el banquillo a Iker Casillas, sí que le obligaban a actuar con más asiduidad que a su colega de la portería contraria.
De este modo, el paso por vestuarios llegaba con la igualada original en el electrónico y una infructuosa ventaja en la posesión para España (60,3%) que no se había traducido en ni un solo remate entre los tres palos (por tres del conjunto local). De poco habían servido los 381 pases de la Roja (87,9% correctos; por 250 de Francia, 86,8% acertados) en un primer periodo que concluía algo insulso, dejando las sensaciones propias de una puesta de largo de un equipo en los primeros pasos de su cocción.
En la segunda parte, Francia intentó poner de manifiesto desde el primer momento la ternura de su rival. Lo consiguió, en cierto modo, aunque no como le hubiera gustado. Cuando corría el minuto 49, Benzema remataba desde dentro del área con el tacón al fondo de la red. El asistente, sin embargo, anulaba la acción que había comenzado con una rápida transición gala, seguida de un centro raso de Sissoko, por posición antirreglamentaria del delantero madridista. La línea defensiva española no había estado hábil para evitar el peligro, pero sí tiraba bien el fuera de juego para evitar que el peligro francés tuviera traducción en el resultado.
Después de esta acción, el partido se enfangó en el centro del campo. Ni España, ni Francia conseguían hacerse con el control de la medular y las acciones de ambos equipos iban cayendo sin pena ni gloria antes de llegar a posiciones desde las que hacer daño. En estas, el conjunto galo consiguió dar un susto a De Gea y a la defensa española con una acción de Valbuena a balón parado que no encontró rematador por milímetros.
Solo era un prólogo de lo que habría de llegar en el minuto 73, cuando Rémy anotaba el primer y único gol del partido tras un pase atrás de Valbuena, quizá el mejor del encuentro, que había sido capaz de fijar la atención de toda la defensa española dejando solo al flamante fichaje del Chelsea, que solo tuvo que poner el interior de su bota para ajustar el cuero junto al palo y que De Gea no pudiera llegar a tocarlo.
Con el tanto en contra España tardó en reaccionar y cuando lo hizo ya era demasiado tarde. En los últimos minutos, Isco y Silva pusieron algo de picante al juego de España, pero el ansiado tanto no hizo acto de presencia. Aún reclamaría España un penalti sobre Isco, pero el partido murió con un resultado justo, una victoria por la mínima para una Francia que, sin demostrar nada del otro mundo, fue más efectiva frente a la portería contraria que una España incapaz de encontrar el camino del gol, todavía verde. Un equipo que necesita aún muchas millas de vuelo para conocer su mejor versión y la paciencia de su entorno para poder demostrar que la indudable calidad que atesoran sus miembros (los antiguos y los recién incorporados) puede traducirse en un conjunto sólido.