Rajoy, culpable
La manifestación ha concluido y María del Carmen Alcalde de Hoyos, 69 años y jubilada, pasea a su perro Chico por la plaza de Colón. Hace escasos minutos esa zona estaba atestada de manifestantes que, bandera de España en mano, reclamaban “vencedores y vencidos” en la lucha contra ETA.
Chico va a lo suyo. Olfatea el suelo, ajeno a lo que ha pasado y a la indignación que consume a su dueña: “Le traigo para que ataque a los malos”, asegura entre risas. “Pero hoy los malos no han venido porque son unos cobardes”.
Los malos son los que “hacen las cosas mal, se llevan el dinero de España, no nos escuchan, les pagamos y no les podemos echar”. Y por encima de todos Mariano Rajoy, por acatar la sentencia de Estrasburgo que tumbó definitivamente la doctrina Parot.
Pese al descontento generalizado hacia la clase política que se palpa en la manifestación, y que refrendaron la mayoría de los entrevistados para este artículo, hay tres personas sobre las que se centran la mayoría de las críticas: el ya mencionado Rajoy; José Luis Rodríguez Zapatero, por ser, a su juicio, “el que empezó” todo un proceso que ha derivado en la excarcelación de etarras con delitos de sangre y, sobre todo, Luis López Guerra.
El exsecretario de Estado de Justicia es la diana de todos los dardos porque, reprochan los manifestantes, como representante español en la Gran Cámara del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo alentó, con su voto favorable a la condena a España por aplicar la doctrina Parot, la liberación de Inés del Río y, como consecuencia, de decenas de etarras más.
María del Carmen no titubea: a López Guerra habría que “ ejecutarle” por no presentar en Estrasburgo el problema de ETA “como realmente es y ha sido en España”. Defiende la aplicación de la cadena perpetua para los etarras y rechaza la pena de muerte (“Esa que se la mande Dios”, dice) pese a haberla reclamado hace unos segundos para el representante español.
Podría parecer que la próxima aprobación de la cadena perpetua revisable en España, impulsada por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, le aliviaría. Nada más lejos de la realidad: “Ja, ja y ja. Y si quiere se lo repito”, comenta descreída.
Chico sigue olfateando el suelo mientras Maria del Carmen evoca la imagen de la etarra Inés del Río saliendo de la cárcel: “Tuve que apagar la televisión y lloré amargamente”.
EL DISCURSO DEL PARTIDO
“Se me quedó el cuerpo con rabia, indignación y tristeza, sobre todo al pensar en las víctimas”, recuerda Eusebio González, de 42 años, portavoz del PP en la localidad madrileña de San Fernando de Henares.
Tiene el discurso bien aprendido. Es una ametralladora de frases contemporizadoras y bien construidas: “Los etarras deberían cumplir íntegramente las penas. Y si hay algún terrorista condenado a 3.800 años de cárcel, la redención se debe aplicar a esos 3.800 años”.
Ha acudido a la manifestación convocada por la AVT “para apoyar a las víctimas del terrorismo y para exigir una justicia con vencedores y vencidos” y rechaza que Rajoy sea responsable de lo ocurrido: “Lo es el gobierno socialista anterior, que no modificó las leyes”.
González no se sale del discurso oficial del PP en el sentido de que las sentencias hay que cumplirlas y “no hay más remedio”. “Tal vez habría que haber presionado lo suficiente para hacer entender a los magistrados la lacra del terrorismo”, esgrime en una crítica velada a Luis López Guerra. “Era nuestro representante, podríamos haber esperado algo más de él”, lamenta.
"SE HAN VULNERADO DERECHOS HUMANOS"
Como buen estudiante de Derecho, Luis Baqueda, de 20 años, habla con propiedad de la condena a España: “Hay principios básicos como que los efectos retroactivos no sean desfavorables para el reo. En este caso está claro que eso es teóricamente justo y entendible, pero hay que ver la compatibilidad con los derechos fundamentales de las víctimas, que se han conculcado”, esgrime.
No esconde que “se han vulnerado los derechos humanos de los terroristas” con la aplicación de la doctrina Parot, pero tampoco que “los terroristas han vulnerado los derechos humanos de tantas y tantas personas”.
Ve como buena opción la cadena perpetua revisable, aunque también se muestra satisfecho si los culpables por delitos de sangre permanecen 40 años en la cárcel. “Más tiempo produce trastornos en el individuo”, puntualiza.
Baqueda es uno más de los decepcionados con Rajoy. “Podría haber intentado posponer la aplicación de la sentencia. Está bien que diga que no está contento con el fallo, pero le falta valor suficiente para retrasarlo”, arguye. Esa falta de coraje fue la que, a su juicio, provocó la salida de prisión de Inés del Río. “Se me metió el miedo en el cuerpo cuando la vi, no sólo por los etarras, sino por los violadores reincidentes que seguirían ese mismo camino”, dice.
Este estudiante de derecho no se cree las palabras del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, cuando dice que ETA está muerta: “Mientras haya movimientos internos en la banda y una ideología base pueden volver a matar”.
De las misma opinión es otro de los manifestantes en Colón que prefiere no dar su nombre: “ETA no está muerta, está en las instituciones. Los presos salen de las cárceles con el conchabeo del Gobierno anterior y del actual. Están donde quieren. Y lo siguiente será reclamar lo mismo a lo que aspira Cataluña, que por mí se pueden ir ya de España. Es lo que están consiguiendo, que los españoles no queramos estar con ellos”.
Este hombre, que ronda los cuarenta y viste de forma impecable, dice estar "completamente decepcionado" con Rajoy. Por su pasividad, por “no haber cambiado a la persona que estaba a cargo de los contactos con Estrasburgo” y por no modificar la ley. “Estaría a favor de la cadena perpetua revisable si la hubieran aprobado hace dos años. Ahora ya no. Ahora me da igual porque estos tíos están haciendo seguidismo de la política de Zapatero”.
Su descreimiento hacia la clase política es absoluto: no le convencen ni el PP, ni UPyD, ni Ciutadans. “Votaré en blanco”, promete mientras mira de reojo a su hijo, de apenas dos años. “Él va a pagar la deuda que no han sido capaces de pagar ni su padre ni los que la han creado. Y vivirá en un país desmembrado”, augura con escepticismo.
"¡TODO POR LA PATRIA!"
Las hermanas Elena y Marta Rodríguez Colubi-Balmaseda (“escribe los dos apellidos, para que se vea que tenemos ascendencia vasca”, piden), acuden a la manifestación con un paraguas y una bandera con los colores de la enseña nacional. Los lucen con orgullo. Tanto como el que sienten por un país que, temen, se está descomponiendo.
Marta dibuja el futuro de España y los trazos son desoladores: “Vamos a acabar todos a tortas”, augura. Ambas creen que España ha perdido su nombre y que ya sólo se le puede llamar país (“Diría país de mierda, pero me molesta insultar a España”, concede Marta).
Y Rajoy, una vez más, es el saco de los golpes.“Nos lleva decepcionando mucho tiempo, pero esto ya es el colmo”, se lamentan con indignación. “Sería imposible hacerlo peor. ¡Pero si no cumple nada de lo que ha prometido!”, prosiguen. “A mí me da igual porque nunca le he votado”, comenta Marta para rectificar ipso facto: “Bueno, no me da igual porque me importa España. Pero lo del PP es indignante”.
A medida que desarrollan su discurso se van calentando. Por ejemplo, a la hora de calificar a los jueces de la Audiencia Nacional que ordenaron la liberación de Inés del Río: “Son unos mierdas y unos cobardes por darse tanta prisa”.
Justifican el peligro de desmembramiento en que “ni Rajoy ni Rubalcaba van a ganar en las próximas elecciones”, una circunstancia que favorecerá a los “partidos nacionalistas y republicanos”. ¿Y UPyD? “Pero es que Rosa Díez está a favor del aborto, y antes no iba a las manifestaciones de las víctimas, no hay que olvidarlo”, puntualiza Elena. “Apenas se salvaría Albert Rivera, de Ciutadans”, señala Marta, que de forma involuntaria arrea un golpe a su hermana con la bandera de España. “¡Todo sea por la patria!”, tranquiliza la agredida.
También librarían de la quema a María San Gil, Regina Otaola, Alejo Vidal-Quadras y Jaime Mayor Oreja, “un señor de los pies a la cabeza y muy inteligente, con la única pega de que venía de UCD”, explica Elena para rubricar: “A mí me gustaría tener una Thatcher”.
Miguel Carmona, de 73 años y jubilado, marca las líneas que debería haber aplicado el Gobierno de Mariano Rajoy ante la sentencia desfavorable: “Sencillamente hacer lo mismo que Reino Unido, que acepta los fallos de Estrasburgo cuando le interesa y no afecta a su política interna”. En este punto coincide con las hermanas Rodríguez Colubi-Balmaseda: “Son los más listos: tienen la libra, conducen por la izquierda, no son unos vendidos…”.
Carmona se siente decepcionado con el Gobierno de Rajoy, del que dice abandonó a las víctimas desde la última manifestación contra las políticas antiterroristas de Zapatero. “Desde ese momento se rajó y sigue rajado”, argumenta. Y desarrolla su tesis: “Esta es una negociación que hizo Zapatero y Rajoy preserva porque a lo mejor estos señores vuelven a asesinar y ese marrón no lo quiere cargar sobre sus espaldas”.
El origen de todo, defiende Carmona, se localiza en los atentados del 11-M “y de la manipulación burda que nos hicieron esos días, que llevó al poder a Zapatero”. Luego modifica su discurso: “La culpa de todo la tienen los españoles. Si nos supiéramos vestir por los pies y amásemos nuestro país no pasaría lo que está pasando. Por encima de todo hay un bien supremo, que es España, la patria. No podemos dejar que los nacionalistas hagan lo que les sale de las narices”.
“Cuando Felipe González llegó al poder, en vez de montar los GAL debería haber reformado las leyes. Y si es cadena perpetua, es cadena perpetua”, subraya su mujer, Matilde, de 65 años. “Sin lugar a dudas debería haber sido más duro”, apunta.
“Estoy aquí para apoyar a las familias y a la gente que ha sufrido alguna vez por ETA, para que sepan que España está con ellos”, comenta Carmen Rodríguez, de 22 años, empleada en una fundación de arte.
Defiende que la sentencia de Estrasburgo es correcta, pero moralmente es fallida porque los etarras “se deberían pudrir en la cárcel”. “Cualquier persona que ha cometido un sólo asesinado debe pudrirse en la cárcel”, insiste mientras pide terminar la entrevista para respetar el minuto de silencio que enmudece la Plaza de Colón.
PENA DE MUERTE
En una de las calles cercanas a la plaza ha colocado su tenderete José Luis Corral de 60 años, oficinista y miembro del Movimiento Católico Español Acción Juvenil Española. Reparte a los viandantes un folleto con el calendario de 2014 adornado con las letras del Cara al Sol y la Marcha Real y llamamientos falangistas (“¡Arriba España!”; “¡España, una grande y libre!”).
La cadena perpetua se le queda pequeña. Quiere la pena de muerte. “No es ojo por ojo, diente por diente. Es vida inocente por vida culpable”, sostiene.
Es de los pocos que no se siente decepcionado por Rajoy, porque nunca esperó algo de él. No emplea medias tintas: aboga por una ruptura con Estrasburgo y por la modificación urgente de las leyes para hacerlas retroactivas. “En el juicio de Nuremberg también hubo retroactividad, también lo han hecho Argentina o Chile”, defiende.
Como es lógico, discrepa cuando se le plantea si habría que aplicar esa misma retroactividad a los asesinos de la Guerra Civil o el franquismo. “No es lo mismo”, dice.
Santiago Rueda lleva desde las 11:45 horas esperando a que empiece la manifestación. Porta la bandera de la Legión, que luce con orgullo, y en la que estuvo 18 años. “Antes eran Alí Babá y los 40 ladrones. Hoy quedan los 40 ladrones, y Alí Babá está muerto”. Alí Babá, puntualiza, era Franco.
En Colón ha conocido a Javier Echevarría, otro exlegionario (“Estuve cuatro años, dos meses y ocho días”). Tampoco duda a la hora de establecer el punto por el que debería pasar la solución: “Si no quieren poner la pena de muerte, que sea la cadena perpetua”. E introduce un ‘pero’: “Aunque en realidad los etarras se merecen que les metan un tiro, como han hecho ellos”.