Los fantasmas de pasadas guerras vuelven con la posible intervención en Siria
Mientras el mundo asimila un más que probable ataque internacional a Siria, los gobiernos y ciudadanos de todo el mundo están debatiendo la incursión en un nuevo sangriento conflicto en Oriente Medio.
Por consenso general, se ha concluido que el presidente sirio Bashar al Assad es responsable de varios ataques con armas químicas perpetrados la semana pasada en un suburbio cercano a Damasco, en los que murieron cientos de personas y miles resultaron heridas, muchas de ellos niños.
Sin embargo, no hay consenso en cuanto a la respuesta de la comunidad internacional y la estrategia conjunta a seguir. No se ha llegado a ningún acuerdo sobre la legalidad y la conveniencia de una acción militar sin la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Rusia y China han dado su apoyo a Al Assad.
Experiencias militares anteriores en Oriente Medio, como la de Irak, han demostrado que los países que más están promoviendo una intervención en Siria -Estados Unidos, Reino Unido y Francia- no siempre han sido los mejores árbitros sobre el terreno.
Así están encarando los distintos países la posible intervención sobre Siria.
REINO UNIDO
En Gran Bretaña, la exmiembro del Gobierno de David Cameron Cheryl Gillan advirtió de que un ataque contra Siria podría llevar a un "absoluto desastre".
"Voté por la guerra de Irak después de escuchar a Tony Blair", dijo a la versión británica de El Huffington Post. "Nos contó un cuento que no resultó ser cierto. No quiero volver a hacerlo".
Este análisis lo comparte gran parte de la opinión pública británica. La última encuesta de YouGov, publicada en The Sun, muestra que dos de cada tres votantes se oponen a un ataque aéreo.
En algunos aspectos clave, el ambiente en Reino Unido se asimila al de hace una década con la guerra de Irak, organizada por el primer ministro Tony Blair y por el entonces presidente estadounidense George W. Bush.
Blair está de nuevo exigiendo una intervención militar contra un dictador baazista, esta vez en Siria. Ahora, como sucedió entonces, desde el Ministerio de Exteriores británico se posicionan contra las armas de destrucción masiva, con o sin el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El Parlamento está preparado de nuevo para votar sobre si enviar bombarderos británicos, incluso antes de que los inspectores de la ONU sobre el terreno en Siria hayan publicado sus hallazgos.
Sin embargo, una década después de que un consenso similar liderara una catastrófica guerra en Irak, la dinámica es diferente en un aspecto clave: esta vez el primer ministro que defiende un ataque es conservador. Miembros de su partido se muestran tan escépticos como otros políticos del Partido Laborista (aunque el propio Blair declaró recientemente en el Times de Londres que la intervención es "necesaria para apoyar la libertad y la democracia en Egipto y Siria").
Este martes, tras ser presionado por su propio partido, Cameron tuiteó su decisión de aprobar "una moción y votar la respuesta de Reino Unido a los ataques con armas químicas".
En principio, Cameron tiene probabilidades de ganar la votación en la Cámara de los Comunes el jueves por la noche. Pero según ha infromado El Huffington Post de Reino Unido, el Partido Laborista tiene la intención de oponerse a la moción, lo que complicaría el resultado.
ESTADOS UNIDOS
En Estados Unidos, donde el presidente Barack Obama ha estado preparando a los ciudadanos para las posibles ataques previstos para este fin de semana, apenas una minoría apoya la intervención. Sólo el 9% de los encuestados está a favor de una intervención militar estadounidense, según un sondeo de Reuters / Ipsos realizado la misma semana que se produjeron los ataques con armas químicas.
Ese porcentaje aumenta al 25% si se consigue demostrar que Al Assad empleó armas químicas.
Pero para Obama, orquestar un ataque militar en Siria conlleva peligro y evidente inquietud. Debe su presidencia, en cierta manera, a su oposición a la guerra de Irak. Tras intensificar la guerra en Afganistán, ahora es el presidente que ha ordenado el repliegue de los soldados.
Y aún así, Obama parece haber dejado pocas vías para evitar el conflicto, al haberse comprometido públicamente a castigar el uso de armas químicas si el Gobierno sirio cruzaba esa línea. La amenaza ha puesto en juego la credibilidad de los principios estadounidenses en este asunto; se necesita algún tipo de reacción militar al ataque con armas químicas.
Pero mientras Obama y otros líderes internacionales meditan su respuesta, la estrategia a seguir continúa sin estar clara: ¿debería centrarse el ataque en disuadir al próximo líder que pueda sentir la tentación de usar armas químicas? Eso parece apuntar a un ataque aéreo dirigido a instalaciones con potencial químico. ¿O debería la respuesta centrarse en asistir a los grupos rebeldes que combaten a al Assad?
Los profundos desacuerdos sobre las motivaciones de una acción en Siria están embarrando las reacciones políticas y públicas ante la perspectiva de un ataque.
FRANCIA
A principios de este año, cuando Francia intervino en Malí para expulsar a los rebeldes islámicos, casi todos los políticos franceses apoyaron la acción. Pero Siria es otra historia, y tal consenso será difícil, si no imposible.
El presidente galo, François Hollande, ha respaldado una acción militar para "castigar a los que tomaron la decisión de gasear a los inocentes". La mayoría de sus compañeros de partido le han respaldado. Sin embargo, muchas otras voces del contexto político francés reclaman precaución.
La extrema izquierda se opone categóricamente a una acción militar. Pierre Laurent, jefe del Partido Comunista, ha afirmado que "el bombardeo de Siria añadiría una guerra sobre otra que ya existe, lo que supondría un riesgo sin precedentes sobre toda la región".
Uno de los aliados incondicionales de Laurent y ex candidato a la presidencia francesa, Jean-Luc Mélenchon, aseguró que "esta guerra no debe ser llevada a cabo", pues "sería un gran error."
El Frente Nacional, de extrema derecha, se ha centrado en criticar las posibles consecuencias internas de una intervención. Florian Philippot, vicepresidente del partido, ha apuntado a la posible presencia de "islamistas radicales" entre los rebeldes que han estado luchando para derrocar a Al Assad. La presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen, ha llegado a acusar a Hollande de "elegir a los islamistas" para derrocar a Al Assad.
"Sharia, la persecución de los cristianos ... esto es lo le espera a los franceses si Estados Unidos y Francia se involucran", se lamentó en un comunicado.
Benoist Apparu, el ex secretario de Estado de Vivienda, ha defendido la "necesidad" de una intervención. Del mismo modo se ha pronunciado el teniente de alcalde de Niza, Christian Estrosi, quien aseguró en su cuenta de Twitter: "a pesar de mis diferencias con François Hollande y su política interna, apoyo plenamente sus declaraciones sobre Siria."
Sin embargo, el centrista François Bayrou, presidente del partido Movimiento Democrático, ha hecho una llamada a la "prudencia".
CANADÁ
Después de más de una década en Afganistán, el interés canadiense por participar en conflictos extranjeros es mínimo. Sin embargo, Canadá ha mostrado su disposición prudente y templada a apoyar la campaña que parece que se está preparando.
El Gobierno ha condenado al régimen sirio por el "absolutamente repugnante" ataque con armas químicas contra su propio pueblo. El ministro de Asuntos Exteriores, John Baird, ha dicho esta semana que la crisis está entrando en una "nueva fase peligrosa" y que Canadá trabajará con la ONU para investigar los hechos sobre el terreno.
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, habló con Obama el martes. Un portavoz dijo que "ambos líderes acordaron que el uso significativo de armas químicas merece una respuesta firme por parte de la comunidad internacional de manera eficaz y oportuna".
ITALIA
En Italia, otro aliado constante en las acciones militares de la OTAN, el Gobierno ha expresado su renuncia a participar en un ataque que no cuente con la bendición del Consejo de Seguridad de la ONU.
La ministra italiana de Exteriores, Emma Bonino, ha afirmado que un ataque unilateral en territorio sirio realizado sin la aprobación del Consejo de Seguridad no sería ni "adecuado ni positivo". El ex primer ministro Romano Prodi también se ha hecho eco de este posicionamiento, diciendo que "humillar a la ONU" con una intervención unilateral no traería ningún resultado tangible en el conflicto sirio.
Pero incluso con el consentimiento del Consejo, la participación de Italia "no sería automática", según Bonino. "El Consejo de Seguridad puede y debe llevar el asunto con sus propias manos", ha dicho.
Bonino ha recordado que Italia ya participa en tres importantes misiones de paz en el Líbano, Libia y Afganistán.
"Aún se pueden tomar muchos caminos", ha dicho Bonino, que ha afirmado que "Assad debe ser llevado a la Corte Penal Internacional para que se investigue este crimen atroz".
TÚNEZ
Mientras los europeos y norteamericanos debaten las consecuencias de una acción militar desde la relativa comodidad de su lejanía geográfica, los tunecinos -ya en la órbita de la sangrienta guerra civil siria y las más extensas turbulencias que sacuden la mayor parte del mundo árabe- han reaccionado con una mezcla de preocupación y confusión.
Unos 2.000 tunecinos han entrado a la yihad siria, y el país ha acogido aparentemente a docenas de guerreros de la yihad que huyeron del conflicto en Malí. El contrabando de armas prospera gracias a las redes en la vecina Libia. La dura represión contra los Hermanos Musulmanes en Egipto podría conllevar que varios de sus líderes en la sombra se unan a los militantes islamistas del Sahel.
El mayor miedo de Túnez es que la espiral de violencia en Siria se extienda a Egipto y posteriormente a todo el norte de África. Túnez recibiría grandes oleadas de refugiados y combatientes, además de sufrir una escalofriante radicalización de aquellos desplazados de sus casas y medios de vida.
Ante esta situación, el Gobierno tunecino ha permanecido en silencio ante la posibilidad de una intervención occidental. Ni la troika gubernamental, dominada por el partido islamista Ennahdha, ni los principales partidos de la oposición se han pronunciado.
Esta inacción refleja el forcejeo continua de Túnez con su propia situación social, surgida tras la revolución que originó la primavera árabe.
JAPÓN
En Japón, el primer ministro, Shinzo Abe, ha pedido a Al Assad que dimita. Tras las negociaciones de Qatar, Shinzo declaró que "la responsabilidad del agravamiento de la situación en Siria es del régimen de Al Assad, que recurre a la violencia, se cobra vidas inocentes e ignora el deterioro de las condiciones humanitarias".
Pero teniendo en cuenta el fracaso de los rebeldes al tratar de derrocar a Al Assad a lo largo de la guerra, tales peticiones probablemente no sirvan de mucho. El mundo encara un enfrentamiento militar con Siria cada vez más probable, mientras la confusión reinante acerca de los objetivos y la diferencias sobre los medios complican el proceso.
Con información de Peter S. Goodman en Nueva York, Mehdi Hasan en Londres, Michael Bolen en Toronto, Alexandre Boudet en París, Antonia Laterza en Roma, Daniel Basteiro en Madrid, Sandro Lutyens en Túnez, Daichi Ito en Tokio, y Emily Swanson y Ryan Grim en Washington.