Unidos contra el "sultán" de Turquía: Las claves de una protesta contra el autoritarismo conservador de Erdogan
No son indignados contra una crisis económica. Tampoco un nuevo capítulo en la Primavera Árabe que alumbre un nuevo Estado democrático. La economía de Turquía florece (en 2012 creció un 2,2%) y su democracia está consolidada. La que comenzó hace aproximadamente hace una semana es una protesta contra la deriva autoritaria y conservadora de Recep Tayyip Erdogan, probablemente el líder turco con más poder desde Mustafa Kemal Atatürk, considerado el padre del país.
Erdogan se parece mucho "al José María Aznar de la segunda legislatura", según Pablo Gómez, responsable de Hispanatolia, un portal de noticias en turco y español. Se ha visto "cómodo, envalentonado por la mayoría absoluta y se ha identificado con el país, en el que quiere desarrollar su ideología conservadora".
Gómez está de vuelta en España tras una estancia en Estambul, donde pasa buena parte de su tiempo. La semana pasada visitó el parque Gezi y la plaza Taksim, "la chispa que encendió la mecha" meticulosamente trenzada en las últimas semanas por varios episodios de represión policial. Los más importantes fueron la represión de las protestas contra el cierre del teatro-cine Emek para construir otro centro comercial, o las llevadas a cabo con motivo del 1 de mayo. Pero hay más causas que explican la ola de disturbios, que se han saldado con cientos de detenidos y dos muertos en el contexto de las manifestaciones:
- Venta de alcohol. La nueva ley, vista como una concesión a la influencia religiosa, incluye la restricción de la publicidad y el endurecimiento de penas para conductores ebrios, pero ha causado polémica por la prohibición de venta en tiendas entre las 22 y las 06 horas, además de a menos de 100 metros de una escuela o una mezquita.
- Ley del aborto. El Gobierno propuso reformar la ley del aborto para restringirlo. La píldora del día después también podría quedar limitada, según unos planes todavía no llevados a término. "No hay diferencia entre matar a un bebé en el vientre [de la madre] o después del nacimiento", según Erdogan.
- Reforma de la Constitución. Erdogan pretende transformar el sistema parlamentarista en una república más presidencialista y para ello planea reforzar el hasta ahora protocolario papel del presidente aprovechando la revisión de la Carta Magna. Las elecciones son en 2014 y el actual primer ministro ya ha anunciado que aspira a suceder a Abdullah Gul, con el que fundó el AKP, el Partido de la Justicia y el Desarrollo, pero con el que no mantiene las mejores relaciones.
- Derechos de los homosexuales. El Gobierno ha frenado la propuesta para incluir en la reforma de la Constitución la persecución de la discriminación por orientación sexual.
- Libertad de expresión. Organizaciones como Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional han denunciado en repetidas ocasiones las presiones a los periodistas, que han derivado en una gran autocensura. En su último informe internacional, Amnistía considera el asunto como uno de los más graves y denuncia que son "frecuentes los procesamientos penales de personas que expresan pacíficamente su disidencia, sobre todo si se trata de asuntos políticos controvertidos o de críticas a instituciones".
El autoritarismo se está apoderando de Turquía, donde algunos apodan ya a Erdogan "el sultán". La mayoría de medios de comunicación, sin embargo, se lo piensan dos veces antes de hacerlo, como muestra esta imagen, utilizada para criticar que la CNN en su canal internacional informaba mejor que la CNN en el país, que mantiene un canal en asociación con una empresa local.
"Los ciudadanos quieren expresarse y no creen que la mayoría absoluta de Erdogan le permita hacer y deshacer libremente", dice Ana Mangas, redactora jefa de EsGlobal, una revista sobre relaciones internacionales editada por FRIDE. Desde Estambul, Mangas describe a un primer ministro "muy apoyado en su popularidad, todavía muy alta en las zonas más rurales de Turquía, que menosprecia a la élite burguesa y kemalista [de Atatürk], a la que ha quitado privilegios y que no está de acuerdo con sus políticas", según ella.
"Erdogan ha despreciado con arrogancia a sus críticos", según Seyla Benhabib, una profesora turca de Ciencias Políticas en la Universidad de Yale (EEUU). En un artículo en The New York Times, Benhabib denuncia que las protestas han acabado con la mayoría electoral que Erdogan amplió en 2011. "Si continúa ignorando sus voces, el riesgo es que Turquía se meta de lleno en la violencia; verá fracasar su cacareado experimento de democracia islámica". Lo mismo cree Patricia Franco Astillero, bloguera de El HuffPost y profesora española en Izmir, la capital más occidental y de las más modernas, que cree que puede darse un "despertar del pueblo turco" contra una política autoritaria que barre todo aquello que se permite el lujo de cuestionarla".
Para Gómez, ese riesgo es relativo. "Erdogan ha ganado las elecciones, pero en todas las elecciones hay un gran número de indecisos y esta política puede volverse en contra de Erdogan. Turquía tiene valores seculares muy asentados y la sociedad no permitirá que se cruce cualquier línea roja", señala.
Para Mangas, todas estas protestas pueden desembocar en un cambio de actitud de Erdogan y, salvo que surjan nuevos brotes de violencia policial, podrían ser recordadas como un sano ejercicio de una democracia turca, "que todavía necesita madurar".