Elecciones europeas 2014: El primer examen en las urnas de Rajoy, un nuevo mapa de la oposición
El PP repite con frecuencia, ante las críticas a su política y el incumplimiento del programa electoral, que hace un año y medio los españoles otorgaron masivamente su apoyo conformando una cómoda mayoría absoluta. Hasta ahora, la ausencia de citas con las urnas (más allá de las autonómicas, de resultados dispares) ha servido al PP tanto para aferrarse al apoyo de las últimas elecciones como para pisar el acelerador en las políticas de austeridad, confiando en una mejoría hacia el final de la legislatura. Pero una nueva cuenta atrás se ha puesto ya en marcha.
El Parlamento Europeo aprobó esta semana adelantar unas semanas la celebración de las próximas elecciones europeas, que se celebrarán en los 28 países de la Unión Europea (los 27 actuales más Croacia, que se incorpora en julio), entre el 22 y el 25 de mayo de 2014. En España, la cita será el domingo 25 y los partidos engrasan ya su maquinaria con diferentes objetivos.
Serán las primeras elecciones en las que se conozca el verdadero alcance de la crisis y tras haberse comprobado la eficacia de las políticas socialistas, en el Gobierno hasta diciembre de 2011, y de las populares, que prometían una bajada del paro y la recuperación económica.
No se han publicado todavía encuestas que permitan dibujar un escenario de partida y los partidos tampoco han designado a sus cabezas de cartel, pero hay algunas tendencias que difícilmente se invertirán y los grandes temas están ya planteados:
La erosión del Partido Popular pasará, con toda probabilidad, factura a Mariano Rajoy. El incumplimiento reiterado del programa electoral y la falta de datos económicos esperanzadores ya se refleja en las encuestas. El último informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), arrojaba una caída de intención de voto de 10 puntos en comparación con las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011.
En el momento en el que se hizo la encuesta, el PP volvería a ganar las elecciones generales, pero con una distancia de cinco puntos respecto a un PSOE también en horas bajas. Los comicios europeos son diferentes por muchos motivos. En primer lugar, la circunscripción electoral es única y no provincial, como en las generales, y no existe el porcentaje de exclusión del 3%. Por otra parte, el planteamiento electoral es más amplio, ya que no sólo se trata de política nacional, sino europea, que ha ido ganando peso a medida que se comprobaba la influencia de las decisiones comunitarias en el día a día del ciudadano.
Aún así, si se extrapolasen los datos del CIS, el PP pedrería varios diputados, al menos dos o tres de los 25 que ahora tienen escaño en Estrasburgo (donde hay 54 parlamentarios españoles), según las estimaciones más favorables a los conservadores.
Más que la caída del PP, lo que a un año de las elecciones parece más probable y significativo es el declive de los dos grandes partidos, ya acusado en las últimas elecciones generales. Seguramente se agudizará por un sistema electoral que permite a otras formaciones, como Izquierda Unida y UPyD, sumar los votos de toda España que en el recuento provincial no habrían logrado escaño.
El PSOE, si se extrapolan los datos del último informe del CIS, podría perder tres eurodiputados, pero esa estimación es todavía más dudosa que la del PP. La formación que lidera Alfredo Pérez Rubalcaba está en plena renovación interna y confía en avanzar en los próximos meses ante la falta de una mejoría económica. La incógnita del liderazgo está abierta y el resultado electoral es todavía más complejo de pronosticar.
Sin embargo, las últimas encuestas de intención de voto prevén un batacazo socialista, incluso mayor que el de las elecciones generales. Una encuesta de Sigma Dos para El Mundo, publicada este mes, aseguraba que el apoyo a la oposición ha caído del 28,8% del 20-N al 25,3%. Un sondeo de Metroscopia para El País rebajaba todavía más, hasta el 20%, el apoyo al principal partido de la oposición.
Las elecciones europeas probablemente dibujen un ring político multipolar en el que IU y UPyD se confirmen como partidos cada vez menos minoritarios. La ayuda de la circunscripción única, que hará rendir en pie de igualdad al de los grandes partidos sus votos, mucho más repartidos que los de partidos nacionalistas, que obtienen en el Congreso una mayor representación.
Ambos partidos podrían doblar su porcentaje de voto o incluso ir más allá. En la actualidad, IU cuenta con un diputado, Willy Meyer, pero en 2009 su formación concurrió en coalición con ICV-Verds, que envió a Estrasburgo y Bruselas a Raül Romeva. UPyD cuenta con un solo diputado, Francisco Sosa Wagner, cuyo paso por la Eurocámara ha sido discreto y en el grupo de los no inscritos (similar al grupo mixto en el Congreso).
Si se confirma la tendencia, la oposición a Rajoy se materializaría en Europa en un nuevo mapa, mucho más heterogéneo y dividido.
Aunque estos comicios se plantean habitualmente como si se tratase de unas elecciones generales (para desazón de las instituciones comunitarias y los que buscan un debate político europeo), lo cierto es que no lo son. La motivación para ir a votar va desde la lealtad a un partido hasta el castigo, pasando por el control del Gobierno o una oportunidad a partidos distintos.
Pero las elecciones europeas llevan a votar a un número muy reducido de personas en relación con otras citas percibidas con mayor cercanía.
En 2009, la participación fue del 46%, frente al 75% de las generales de 2008 o el 71% de las que catapultaron a Rajoy a La Moncloa. El dato de participación y cómo de movilizados estén los grandes partidos tendrá un claro reflejo en el europeísmo o euroescepticismo de la contribución española al hemiciclo de Estrasburgo.
El elemento netamente europeo del debate político de cara al 25 de mayo puede acabar ciñéndose a la conveniencia o no de formar parte de un club con una gran influencia sobre la economía y la vida del ciudadano. Partidos como IU o UPyD se han mostrado muy críticos con las políticas europeas y en sus filas cuentan con partidarios de una salida del euro o de la UE. Así pues, la amenaza de que el 25 de mayo vayan a votar pocos y euroescépticos está sobre la mesa.