Barack Obama y Mitt Romney vuelven a la campaña tras una gestión de Sandy alabada por los ciudadanos
La de "comandante en jefe" (commander in chief) es una de esas actitudes clave en una campaña electoral de EEUU. Se trata de la capacidad para liderar el país en las emergencias, las guerras, con firmeza y nervios de acero.
El huracán Sandy ha puesto a prueba esa actitud en una contienda paralizada por unos días y que aguarda con impaciencia los últimos sondeos, que tendrán en cuenta la estrategia de cada candidato ante la catástrofe.
Obama tenía las de ganar, ya que tenía un puesto de visibilidad (la presidencia) con el que dar un golpe de efecto, un ejemplo de gestión ante la adversidad. Y lo desempeñó hasta el final, suspendiendo sus actos electorales (delegándolos en su vicepresidente, Joe Biden, y el expresidente Bill Clinton) y quedándose en la Casa Blanca para seguir la evolución del huracán. Mitt Romney, con menos atención mediática, prefirió reanudar antes que Obama la campaña con actos más relajados, recogiendo alimentos para enviar a las zonas devastadas por el huracán y mostrando su perfil más compasivo tras una campaña en la que tuvo enormes errores, como el desprecio del 47% de los ciudadanos por considerar que viven del Estado.
DIFERENCIAS EN LA GESTIÓN DE LA CRISIS
La mayoría de los análisis de las repercusiones electorales que se hacen en EEUU sobre la actitud del presidente coinciden en que sale reforzado del huracán, pero no está claro si de manera decisiva para sentenciar la campaña. En todo caso, su gestión de la crisis contrasta enormemente con la de otras ocurridas en vísperas electorales, que han sacudido antes a otros países. Es el caso de España, donde el Gobierno desplegó durante la gestión de los atentados del 11-M, en 2004, toda su capacidad diplomática para desviar la atención del culpable y cargó contra la oposición.
En EEUU, desvincular la política del desastre que ha supuesto el huracán fue posible gracias a un esfuerzo común: la eficiente respuesta tanto desde el Gobierno federal como de las autoridades estatales de Nueva Jersey, gobernado por el republicano Chris Christie.
"El gobernador Christie fue previsor y Obama ha prometido que va a eliminar los obstáculos burocráticos a las ayudas de emergencia", asegura Adrien Fink, propietaria de una tienda de recuerdos en la pequeña localidad de Sea Isle City, que sigue cerrada al mundo por la policía para que los servicios de emergencia puedan trabajar.
A nadie en la zona le pasa inadvertida la excepcionalidad de que Christie, uno de los republicanos más populares y listo siempre para enviar mandobles a los demócratas, haya hecho buenas migas con Obama durante su visita a Atlantic City, duramente golpeada por el ciclón, este miércoles.
ELOGIOS MÚTUOS
"No puedo estar más agradecido al presidente por su preocupación personal y su compasión", señaló Christie durante la visita a una ciudad que ha quedado despoblada por las evacuaciones y que poco a poco recupera el pulso con la llegada de la electricidad tras ser barrida por el mar.
"El gobernador es un líder extraordinario... ha sido responsable durante todo el proceso", replicó el presidente tras ver desde el aire la ciudad y reunirse y abrazar a los refugiados.
La coordinación entre la agencias federales y las del estado de Nueva Jersey, con la prioridad de restaurar lo antes posible el suministro eléctrico, ha motivado también todo un cambio de tono en unas elecciones muy reñidas entre Obama y su rival republicano, rebajando el tono de una campaña muy dura y crispada.