Un austriaco decide apadrinar un árbol en Salamanca y acaba yendo a vivir con su familia a un pueblo fantasma
El municipio cuenta con apenas 17 habitantes.
Muchas personas nacidas en zonas rurales deciden marcharse a las ciudades en busca de trabajo o un estilo de vida más dinámico. Pero también las hay que aprecian la tranquilidad y la naturaleza. Esto último es lo que les pasó a Florián y Verena, un matrimonio austriaco que ahora vive en un pueblo salmantino de 17 habitantes.
Hace algunas décadas, Florían se mudó a Salamanca para estudiar Filología Hispánica y quedó enamorado de la ciudad. Tanto que trasladó este amor a su mujer y sus hijos, con los que visitaba la ciudad cada vez que tenía ocasión durante los viajes que realizaban a España cada verano. Además, aprovechaba su trabajo como profesor para organizar frecuentes excursiones a Salamanca.
Una vez, una compañera le dijo si quería apadrinar un árbol. Para convencerlo, le dijo que además de la labor social que realizaría, recibiría alimentos propios de la tierra. Consciente de la deliciosa gastronomía de la zona, Florián apadrinó un olivo y comenzó a indagar sobre la provincia, por la que quedó fascinado.
Ya es casi un vecino más
Conociendo en profundidad las características de Salamanca surgió la idea de comprar una casa. Tras buscar en Idealista, el matrimonio adquirió la vivienda en el pequeño municipio de Carrasco, que cuenta con 17 habitantes. Tras dos años de reformas, todavía queda mucho por arreglar, pero no le importa.
"Ahora llegan las vacaciones y sabes que tienes una casa a la que ir y desde donde viajamos. Para mí es algo muy positivo. Sé que siempre puedo volver a Carrasco. Queda trabajo por hacer, pero no me desborda. Es una de las cosas que siempre quiero hacer. Yo ahora vuelvo a mi casa, no estoy una semana en un hotel. Desde Carrasco visitamos muchos lugares, realizamos muchas actividades, visitamos... y tenemos tranquilidad, no hay ruido y nos encanta", cuenta el matrimonio en Salamanca Hoy.
Todavía no se considera un vecino más del municipio, pero no le preocupa: "Ahora mismo estamos en el punto medio entre ser turistas y ser vecinos del pueblo, pero no tenemos prisa, queremos que siga todo nuevo para nosotros". Además, señala que no son los únicos de fuera: "Hay gente que viene de Madrid, otros que vienen de Bilbao, de Barcelona... nosotros venimos de Austria".
Tampoco el idioma es un problema: "Solo me cuesta entender a mis vecinos en el pueblo a vece". Pero esto no le impide trabajar codo con codo con los vecinos de Carrasco. "Es muy divertido. Comentan todo lo que hacemos y valoran cómo va creciendo la casa. Hace unas semanas un vecino me trajo madera y otro vecino vino enseguida para ayudarme a partir el tronco. Cualquier trabajo se hace en compañía", detalla.
Paisajes desalentadores
Uno de los pocos aspectos negativos que el matrimonio destaca es el abandono de las zonas rurales. "Cuando visitamos un pueblo siempre miramos las casas, solo para imaginar, y si pudiéramos... La primera vez que vine a la provincia me quedé en shock de la cantidad de casas vacías y muchas de ellas en ruinas. Es triste, me he tenido que acostumbrar a esta situación", señala Verena.
"El futuro, desde mi punto de vista, es incierto. La zona tiene muy poca gente y muy mayor. Es bastante triste", añade su marido.