Lo único que nos queda en común a mi marido y a mí es nuestros hijos
Habían pasado dos meses del nacimiento de mi segundo hijo y mi marido y yo estábamos sentados en nuestra mesa de siempre. Tomándonos algo, como siempre, pero ya no sabía como siempre. Era la primera vez que salíamos después de tener al bebé y nos sentíamos incómodos.
Por Mary Sauer
Habían pasado dos meses del nacimiento de mi segundo hijo y mi marido y yo estábamos sentados en nuestra mesa de siempre. Tomándonos algo, como siempre, pero ya no sabía como siempre.
De hecho, era la primera vez que salíamos después de tener a nuestro segundo bebé y estar los dos solos estaba resultando incómodo. Estábamos sentados uno enfrente del otro, mojando los nachos en el queso y observando a la gente pasar a través de la ventana del restaurante.
Estoy cansada; no tengo nada que decir; no tengo nada que contar. Nos pasamos la mayor parte del tiempo en silencio; él, mirando el partido en la televisión del bar y yo, a la gente.
De vez en cuanto, se me ocurría algo que contar. Relaté con todo lujo de detalles una de las trastadas que había hecho hoy de uno de nuestros hijos; nos reímos y volvimos a quedarnos en silencio. Cuando volvíamos a casa empecé a preguntarme lo siguiente: después de llevar cinco años juntos y de haber tenido dos niños... ¿nuestros hijos son lo único que tenemos en común?
Éramos jóvenes cuando nos casamos. Yo acababa de cumplir los 20 y él solo me sacaba dos años. Éramos unos niños, y tendríamos nuestros propios niños poco después de casarnos. Han cambiado muchos aspectos de nuestra vida en el poco tiempo que llevamos casados.
Algunos expertos creen que se dan más cambios en la personalidad en la década de los 20 que en ninguna otra. Con 26 años, veo que es cierto.
Cuando tuvimos a nuestro segundo hijo, hace un año, mi marido y yo cumplíamos cinco años de casados. Estábamos en una época de cambio en nuestra vida profesional y no éramos los mismos que los que se dijeron "sí quiero" en el altar.
Ya ha pasado algo más de un año de la primera vez que salimos desde el nacimiento de nuestro segundo hijo, y no es que las cosas hayan cambiado mucho. Este fin de semana celebramos nuestro sexto aniversario y todavía me sentía torpe buscando un tema del que hablar durante la cena o durante el trayecto en coche.
A veces me preocupa que el tiempo y el hecho de ser madre me hayan convertido en alguien aburrido. ¿Ha sido un buen cambio de personalidad o me ha convertido en una acompañante aburrida?
¿De qué más puedo hablar, aparte de los cambios de pañales o de las monerías que ha hecho nuestro bebé mientras mi marido estaba trabajando?
Nadie es culpable de que a veces parezca que nuestro matrimonio se reduce a conversaciones sobre nuestros hijos, las tareas de la casa y el dinero. Los últimos años han sido increíblemente intensos, pero llenos de cosas buenas: tener bebés, nuevos puestos de trabajo, una nueva casa...
Pero son cosas que monopolizan nuestro tiempo, nuestra energía y nuestra atención, y la mayoría de las veces nuestro tiempo solos consiste en dar cabezadas en el sofá antes de irnos pronto a la cama.
La cosa es que no es tan malo como parece. No es malo que nuestros hijos sean lo que tenemos en común. Hemos construido esta familia juntos, así que, por supuesto, la naturaleza de nuestra relación estaba destinada a evolucionar tras su llegada.
Es completamente normal que mi matrimonio sea menos emocionante durante ciertas etapas de la vida. No me siento insegura con respecto a mi matrimonio. Sé que mi marido se ha comprometido a quererme a largo plazo. Sé que mi marido está de mi parte (incluso cuando estoy demasiado cansada como para formar una frase coherente).
Espero que él sepa que yo también estoy de su parte. No necesito que me entretenga o que siempre tenga algo interesante que contarme.
Sin embargo, sería ingenuo decir que es bueno para nuestro matrimonio seguir así. A lo mejor es normal centrar nuestras vidas en nuestros hijos durante un tiempo, pero, si queremos que nuestro matrimonio dure a largo plazo, este tiempo no puede alargarse demasiado.
Aunque ser padres sea maravilloso, no podemos basar nuestro matrimonio en nuestros hijos. Educarles es una tarea difícil.
Necesitamos algo más en lo que apoyarnos cuando las cosas no vayan bien. Y los hijos crecen. Tarde o temprano, volveremos a quedarnos solos y no quiero sentirme como si viviera con un extraño cuando llegue el momento.
Así que, aunque sea normal sentirse así y no podemos culparnos por tener que encontrar maneras de conectar en nuestra nueva vida con hijos, sí será culpa nuestra si dejamos que las cosas sigan igual.
Para ser sincera, no estoy segura de cómo resultará para nosotros avanzar en esta situación, pero sé que es el momento de avanzar. Puede que sea tan simple como sacar tiempo para ir a dar un paseo una o dos veces por semana, leernos un libro juntos o apuntar temas de conversación antes de salir.
Quizá requiera esfuerzo. Puede que acabemos yendo a terapia matrimonial por primera vez.
De todas formas, la niebla del posparto ya se está disipando y ahora es el momento de asumir la responsabilidad de mi papel en este matrimonio. Me toca dar el paso.
Este artículo fue publicado originalmente en YourTango.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero