WiSci: más que un campamento
Además de lo que aprendí en las aulas, aprendí mucho acerca de las culturas peruana, chilena, estadounidense... ¡incluso de mi propia cultura! Todos los días aprendía una nueva palabra. Me encantó hacer amigas de tantos lugares. Cada una de ellas es un tesoro con una historia que contar.
Un blog de Andrea Garibay Espino
Estar en el Wisci STEAM Camp ha supuesto gran cantidad de experiencias. Desde el momento en que me enteré que había sido seleccionada para participar fui muy feliz, y mi emoción solo ha ido creciendo.
El día que llegué, me asignaron a una familia en la que había dos chilenas, dos estadounidenses, cuatro peruanas y una mexicana. Eran todas nuevas caras, nuevas voces y nuevas palabras o regionalismos. El primer día era todo tan nuevo que hablábamos muy poco. Vivíamos cinco niñas en un bungalow y cinco en otro, aunque en verdad casi no estábamos allí hasta la hora de dormir.
Ningún día en el campamento era igual, ya que siempre aprendíamos y hacíamos algo diferente.
Normalmente desayunábamos a las 8 en el comedor junto a nuestras respectivas familias: jugo, té o café, pan, fruta y huevo. De ahí íbamos a las clases, en las cuales había cuatro grupos con niñas de todos los países, México, Chile, EEUU, Perú...
Comíamos con nuestras familias a las 12 p.m. La comida casi siempre era de estilo peruano: una sopa, un plato fuerte y un postre. Su comida me gustó, y siempre estuve abierta a probarla, de lo cual no me arrepiento. Después de comer, teníamos más clases y alguna actividad, como fútbol, meditación, pintura, etc.
Luego cenábamos igual que en la comida, tres platos. Y después de cenar, hacíamos alguna actividad y nos íbamos a dormir. Todas las noches antes de acostarme tenía reunión con mi familia. Era una de mis partes favoritas del día porque siempre reflexionábamos sobre alguna frase y hablábamos de nosotras o de algo que nos había pasado.
La primera semana tuvimos clase con Intel, y siempre hacíamos algo diferente:
- El primer día aprendimos cómo hacer un molino de viento con materiales fáciles de conseguir, como popotes (paja trillada), papel, cartón, limpiapipas; y, con circuitos, lo programábamos para controlar y medir su producir de energía mediante una aplicación.
- El segundo día aprendimos cómo hacer un piano electrónico mediante circuitos y programación con la tableta Arduino. Esta fue una de mis clases favoritas porque me encantó lo fácil que era y despertó mi curiosidad por hacer un proyecto más grande.
- El tercer día hicimos un detector del ritmo cardíaco. Este fue, para mí, el más difícil, porque tenía que conectar muchas cosas y a veces me perdía; pero al final salió bien y pudimos medir los latidos mediante una aplicación.
- El cuarto y último día de Intel hicimos un carrito mediante circuitos, un motor, pilas y programación. Fue muy divertido de armar porque era fácil y, al final, nos permitía jugar carreras con las demás.
Los demás días tuvimos clases con diferentes patrocinadores. Me parecieron muy interesantes, en especial la de Biolinks, en la que aprendimos acerca del ADN, y la de Cerro Verde, porque fue muy interactiva, ya que nos enseñaron piedras y cómo identificarlas, cómo extraer el cobre (y luego lo hicimos nosotras mismas) y cómo plantan (lo cuál también simulamos poniendo semillas en una maceta con tierra).
La última semana trabajamos con Google realizando aplicaciones. Se me complicó un poco pero igualmente fue divertido. Hicimos una app que era como una bola mágica a la que podías preguntar algo y agitar, y te daba una respuesta. También hicimos aplicaciones para personas con dificultades: permitían que se comunicaran mediante imágenes y la app las convertía en sonido.
Los últimos días trabajamos en nuestros proyectos en equipos de tres o cuatro. Mi equipo y yo desarrollamos, con lo que habíamos aprendido, una pulsera y una aplicación con las que podíamos medir el pulso y, cuando había alguna alteración, mandaba una notificación a hospitales, familia, vecinos, amigos, etc., por Internet o con un mensaje de teléfono.
Además de lo que aprendí en las aulas, aprendí mucho acerca de las culturas peruana, chilena, estadounidense... ¡incluso de mi propia cultura! Todos los días aprendía una nueva palabra, sobre todo en las noches culturales de cada país, en las que bailaban sus danzas típicas, cantaban su himno o una canción de allí, nos contaban acerca de su comida, su gente, sus lugares turísticos...
Me encantó hacer amigas de tantos lugares y aprender tanto sobre ellas. Cada una de ellas es un tesoro con una historia que contar. Formé unos lazos de amistad muy grandes, en especial con mi familia, que me enseñó muchísimo y con la cual siempre me divertía: cantábamos, bailábamos, nos reíamos, éramos una familia de verdad.
El campamento, sin duda alguna, es una experiencia que nunca olvidaré, y estoy agradecida y feliz por haberlo vivido.
Biografía
Andrea Garibay Espino es una estudiante de 17 años que cursa bachillerato en la Universidad La Salle Oaxaca y representa a México en el Campamento Wisci 2016. Practica natación y le gusta cantar. Su sueño es poder ayudar a los más necesitados y viajar por todo el mundo.