El año más feliz en la historia reciente de Alemania
Aquel 9 de noviembre, cuando llegó el mensaje de que el Muro se había abierto, yo estaba en la Cancillería de Bonn. Era imposible creérselo. Estaba contento, pero tenía miedo. Gracias a la valentía y al deseo de paz de los ciudadanos, los acontecimientos se desarrollaron de forma pacífica.
En la tarde del 9 de noviembre de 1989, cuando llegó el mensaje de que el Muro de Berlín se había abierto, yo estaba sentado en la Cancillería de Bonn, en una reunión sobre la cuestión de los inmigrantes de la República Democrática Alemana (RDA). De repente, apareció Eduard Ackermann, jefe del Departamento de Comunicación de la Cancillería. Las noticias informan de que la RDA está abriendo el muro, dijo. En un principio, bromeé con que Ackermann tenía que estar borracho; hasta ese punto la noticia sonaba increíble. Después de una breve deliberación, decidí interrumpir la sesión del Parlamento. Unos cuantos diputados empezaron a cantar de forma espontánea el himno nacional alemán, y casi toda la cámara se unió. La sesión paró ahí. Todo el mundo se lanzó al televisor más cercano.
En los años previos a 1989, ya se produjeron movimientos en la RDA y el bloque oriental; también en Polonia, con el triunfo de Lech Walesa, los Acuerdos de la Mesa Redonda y las elecciones parcialmente libres, sin olvidar la elección del Papa polaco en 1978. El descontento se generalizó en los países soviéticos, donde se observaron signos muy concretos: las continuas protestas debidas al grave fraude de votantes tras las elecciones locales de la RDA en 1989; el origen del "Holiday Movement" en Hungría, que culminó con un picnic paneuropeo que llevó a la apertura temporal de la frontera con Austria. La Embajada alemana en Budapest estaba repleta de ciudadanos de la RDA. Por último, la situación se agravó en Praga.
En las semanas previas y posteriores a las manifestaciones del 9 de noviembre, hubo muchos riesgos. Por suerte, las manifestaciones de Leipzig y Dresden que tuvieron lugar en octubre se desarrollaron de forma pacífica, en parte, gracias a la valentía y al deseo de paz de los ciudadanos de la RDA. La noche del 9 estaba muy contento, pero tenía miedo de que nos estancáramos en una de las situaciones más peligrosas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo reaccionaría la Unión Soviética? Ahora lo sabemos: la Embajada soviética de Berlín Este preguntó quién estaba de servicio en Moscú. Debido a la diferencia horaria, sólo estaba disponible el personal del turno de noche. La Embajada decidió, por tanto, contarles al día siguiente lo ocurrido en la conferencia de prensa de Günther Schabowski [en la que declaró la apertura del Muro]. Resulta increíble, pero, a veces, la historia del mundo sucede de esta manera.
El día siguiente fue crítico: durante un acto con Helmut Kohl [el antiguo canciller de Alemania Occidental] frente al Ayuntamiento Schöneberger de Berlín, Horst Teltschik, consejero de Asuntos Exteriores, llegó a decirle: "Gorbachov quiere hablar contigo. Tiene una noticia: ataques en las plazas fuertes soviéticas". Kohl le contestó: "Ahora mismo no puedo, pero ¡te prometo que no pasará nada!".
Por otra parte, era predecible que ni la Unión Soviética, ni mucho menos la RDA, pudieran frenar o revertir lo que ya se había desatado. Para mí, en tanto que ministro, Alexander Schlack-Golodkwoski fue la parte negociadora del lado de la RDA para las conversaciones secretas sobre la ayuda, los acuerdos y las transacciones dentro de Alemania. Un día, citó las palabras del líder del Partido Socialdemócrata (SPD), Hans-Jochen Vogel, que afirmaba que no había ningún problema con la RDA, sólo faltaba abrir la Puerta de Brandeburgo. A esto, Schlack-Golodkowski me respondió sacudiendo la cabeza: "No tiene ni idea. Si abrimos la Puerta de Brandeburgo, estamos perdidos". Y así ocurrió. Y así empezó, en aquel noviembre, el año más feliz en la historia reciente de Alemania.
Traducción de Marina Velasco Serrano