Bodegas Hermanos Peciña
Quiero empezar esta nueva aventura hablándote de ilusión. No, no es la mía, que también. Es la ilusión de un hombre enamorado de la tierra que después de mucho esfuerzo y trabajo en La Rioja Alta ha decidido darle forma a un sueño y empezarlo con la sabiduría de los que aman la tierra y saben que no pueden dominarla.
Quiero empezar esta nueva aventura hablándote de ilusión. No, no es la mía, que también. Es la ilusión de un hombre enamorado de la tierra que después de mucho esfuerzo y trabajo en La Rioja Alta ha decidido darle forma a un sueño y empezarlo con la sabiduría de los que aman la tierra y saben que no pueden dominarla. Que tan solo con dedicación y amor podrían llegar a hacerla su compañera. Es por esto que inicia una pequeña bodega en San Vicente de la Sonsierra, enmarcada por la sierra Cantabria y el Río Ebro.
Quiere trasladar la belleza de esta zona a sus vinos. No le gustan las estridencias y pretende hacer vinos clásicos, con la suavidad de los vinos riojanos de siempre, y esas notas que nos trasladan que nacieron en un lugar privilegiado.
Seleccionan sus viñas con cuidado. Saben que son la madre de los vinos. Que ellos "sólo" tendrán que no estropearlos. No escatiman en esfuerzos para tratar de "entrometerse" lo mínimo en los vinos. El paso de una barrica a otra durante la vinificación que aporta a los clásicos riojanos su suavidad característica se hace por decantación. No aborrecen la técnica, pero la usan con prudencia y sabiduría.
Así, poco a poco, fue creciendo la bodega Hermanos Peciña. A Pedro, le tomaron el relevo sus hijos, y hace unos días años pudieron dar un paso largo, acondicionando una nueva sala de barricas, aumentando su producción sin perder su horizonte.
He tenido la oportunidad de probar todos sus vinos, y me gustaría transmitir las emociones que me produjeron. Tarea imposible para este tragavinos ordenador de letras que está tras el teclado. Trataré de aproximarme sin embargo.
De sus jóvenes ya escribí hace algún tiempo. Me encantó su blanco, fresco y sin los excesos frutales que hacen un vino fácil pero insulso. Su tinto joven es ligero y con una cierta elegancia. Buena intensidad y excelente frescura, paso alegre y fácil. En Francia dirían que es un vino de sed. En mi tierra cordobesa, que somos menos finos, diríamos para tomar por garrafas.
Vinos jóvenes como estos dan una idea del buen hacer de la bodega, pero donde yo esperaba ver clásicos riojanos era en sus vinos con crianza en roble. Uno ya ha probado más de una "sopita de roble", y quería ver si lo que me habían contado era cierto. No me decepcionaron.
Para no cansarte en esta primera entrada te contaré cuales fueron los que más me impresionaron. El que más me gustó fue su Señorío de Peciña, reserva 2007 (DOC Rioja): 95% tempranillo, con un 5% de mazuelo y graciano, 36 meses de crianza en barrica. Se presenta con aroma intenso en el que encuentro frutas licorosas, algo de canela y ahumados, y las notas de tabaco que le proporcionan sus años de crianza en botella. En la boca entra aterciopelado y sabroso. Intenso. Ligero amargor secante. Sabor que dura siempre en la boca, dejando recuerdos de guindas en licor y canela. Un chollo por los 12 euros que cuesta.
Me gustó mucho también Chobeo de Peciña 2007 (DOC. Rioja): 100% tempranillo, con crianza de nueve meses en barrica. En nariz es un vino complejo, con un recorrido amplio en el que está presente la fruta, aunque algo tapada por toques ahumados y de tabaco. Es un gusto dejarle airearse y ver cómo gana en elegancia. Para beber sin prisas. En boca tiene la entrada sedosa que buscaba en un clásico, buena acidez y algo de tanicidad auguran una buena evolución en botella. Guardo un par de botellas en mi bodega. Dentro de un par de años no tendrán precio.
Me despido de ti esperando que te pases de vez en cuando. Si pruebas alguno de estos vinos y me lo haces saber me encantará, estoy seguro de que podremos echar buenos ratos aunque sean cibernéticos. Pronto habrá nuevos vinos y nuevas bodegas, que me emocionarán. Pero eso serán otras historias.