Recuerdos de Mandela

Recuerdos de Mandela

En el año 1992 tuve el honor de recibir y saludar a Nelson Mandela en Asturias con motivo de la concesión del premio Príncipe de Asturias. El auditorio escuchaba impactado por la grandeza de sus palabras, por su serena generosidad, por su ejemplo de lucha y sacrificio durante toda una vida.

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En el año 1992 tuve el honor de recibir y saludar a Nelson Mandela en Asturias con motivo de la concesión del premio de Cooperación Internacional de la Fundación Príncipe de Asturias, junto a Fréderik Willem De Klerk.

Este premio fue premonitorio del Nobel de la Paz, concedido en 1993 y de su posterior reconocimiento como presidente de la República de Sudáfrica en 1994, como líder indiscutible de su pueblo y una de las personas más queridas y respetadas en todo el mundo, no solo porque sus ideas triunfaron sino por la coherencia y testimonio de vida ejemplar, en su largo recorrido vital.

En aquella su tercera visita a España nos habló de que el principio de la descolonización y la aceptación de los derechos de todas las naciones para pertenecer y participar equitativamente en la vida de la comunidad mundial, no deben estar basados en la opresión a otras naciones señalándonos también que la situación del continente africano no podía describirse más que como calamitosa. El espectro del hambre, la inanición, la violencia y las enfermedades como el sida, decía él, se ciernen sobre nosotros en un momento en el que la ciencia y las modernas tecnologías alcanzan las alturas de mayor logro. La inmensa desigualdad de nuestro planeta es peligrosa, injusta y desestabilizadora de igual manera que las desigualdades dentro de un país, el debate Norte-Sur debe renovarse, y las estructuras internacionales de cooperación se deben reforzar.

El auditorio escuchaba impactado por la grandeza de sus palabras, por su serena generosidad, por su ejemplo de lucha y sacrificio durante toda una vida, con 27 años de cárcel y décadas de combate tenaz contra la represión y la injusticia.

También habló de Sudáfrica, que se estaba preparando para ocupar el lugar que le correspondía, no ya como paria internacional, sino como un país que estaba a punto de aceptar el reto de la tolerancia racial y la democracia. Tuvo palabras de agradecimiento para la comunidad internacional por su solidaridad contra el racismo y el apartheid que les permitía recorrer la última milla hacia la libertad.

Un lenguaje directo, claro, creíble, convincente y de plena actualidad después de más de veinte años transcurridos.

Volví a encontrarme con él ya en abril de 2008 con motivo de un viaje institucional a Angola y Sudáfrica, acompañado de numerosos empresarios asturianos, además de otros representantes parlamentarios y sindicales para explorar oportunidades de negocio para las empresas asturianas y reforzar las relaciones de carácter institucional.

Fue muy emocionante visitar la Cruz Roja en Soweto, receptora de nuestros fondos de solidaridad, y comprobar cómo hacían milagros con los recursos disponibles, en un distrito en el que el 22% de su población era seropositiva, lo que junto a las altas tasas de pobreza y servicios inadecuados, tanto sanitarios como de otra índole, situaba a muchas de sus comunidades entre las más vulnerables de Sudáfrica. Nos dimos cuenta de la importancia de nuestra ayuda al desarrollo de diversas zonas del mundo que, con el 0,7% de nuestro presupuesto, permitía aliviar situaciones difíciles y precarias, debido tanto a situaciones de pobreza y epidemias como a desastres naturales o conflictos bélicos.

También, desde la comprensión y admiración que nos causó en España el proceso de reconciliación y democracia impulsado por la sociedad sudafricana, liderado por Madiba, mostramos nuestra disposición para colaborar y difundir las actividades del Museo del Apartheid y apostamos para que el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, dirigido por Natalio Grueso, impulsor de la relación con la Fundación Mandela, pudiese recibir después de su inauguración en Avilés una gran exposición que supusiese ensanchar entre regiones del mundo tan alejadas los principios de democracia, igualdad, reconciliación y multiculturalidad, que presidían los fines de ambas Fundaciones.

La entrevista con Mandela fue cordial, de sincero interés por volver a España y a Asturias, siendo conscientes de las dificultades físicas para cumplir ese deseo, y también constatamos con él la coincidencia de objetivos que podíamos compartir y que su Fundación lidera en el desarrollo de un legado que contiene la visión y los valores de la vida y el trabajo que personifica el espíritu de reconciliación "Ubuntu", norma ética sudafricana basada en la lealtad entre las personas.

El reto que simbolizan estos ideales sigue en pié, con más fuerza si cabe, porque en los años transcurridos desde la última visita a Mandela, coincidentes con la última gran crisis en el mundo desarrollado, las cosas no han cambiado sino que más bien han ido a peor. Pero, siempre nos debe quedar el ejemplo y la esperanza de que en el mundo hay muchas personas que como él, con su fuerza y convicciones, cambiarán y transformarán la realidad para servir a los que menos tienen, a la inmensa mayoría.