Diario de una JESP: El primer día de trabajo
Somos la quinta nacionalidad que más se ha dado de alta en la Seguridad Social irlandesa este año. Sólo nos superan Polonia, Reino Unido, Brasil y Rumanía, por ese orden. Es evidente que no soy la primera JESP española que llega a este país, y me temo que tampoco seré la última.
"Good morning Verónica. Veo que eres puntual". Son palabras de la gerente de la tienda de Dublín donde quiero trabajar. Ayer me dijo que viniese hoy de prueba, así que aquí estoy, dispuesta a darlo todo. Afortunadamente sólo ha prestado atención a la hora, y no se ha fijado demasiado en el sudor que empieza a aflorar en mi cara. Bufff... ¡lo que he corrido para llegar a tiempo! Con eso de que vivo a menos de diez minutos andando, me he confiado y he salido, literalmente, a las nueve menos tres de casa. "Vete con Liss. Ella te explicará qué hacer". Para que le pongáis cara, Liss es Barbie en persona, pero en versión llavero. Pelazo rubio, extensiones, ojazos verdes y buena delantera. Todo, concentrado en poco más de metro y medio. Me presento, y cuando me contesta, me quedo de piedra. ¿¿¡¡Pero qué leches habla ésta!!?? Yo que pensaba que mi inglés era buenérrimo, ¡y no he entendido ni una sola palabra!
Se me pasa por la cabeza el típico titular trilladísimo de "Los españoles, a la cola de Europa en dominio del inglés"; las tristes estadísticas que, año tras año, salen a la luz para minar nuestra moral. Como este estudio, que evalúa el inglés de 44 países de todo el mundo, en el que el nuestro ocupa el puesto 24 con un nivel bajo. Y es que por más que lo estudiemos, ¡mira que se nos da mal!
Después de pedirle a Mini Barbie que me repita dos veces la frase, y al ver mi cara de oh-my-God-colapso-total, otra de mis compañeras se acerca para tranquilizarme: "No te preocupes, tiene un acento muy fuerte. Es del norte de Dublín e incluso a mí, que soy irlandesa, me cuesta entenderla a veces." Uf, qué alivio. Ya empezaba a pensar que tantas clases y veranos en el extranjero iban a resultar inútiles. Me imagino que el acento de Mini Barbie será para mí como el de Chiquito de la Calzada para un irlandés. ¡¡Por la gloria de tu madre, Mini Barbie, háblame clarito que de lo contrario no me van a dar el curro!! Por lo visto, la gente del norte de Dublín habla de forma muuuuy extraña. Eso sí, una vez le coges el truco, es fácil imitarlo. Pronuncian, más o menos, como los españoles que no saben mucho inglés. Las us no son as, sino us, y las th no son zetas, sino tes. Así, gracias no se dice Zanks veri mach, sino Tanks veri much. ¡Manda narices, tantos años intentando imitar el acento British, y ahora resulta que parezco más irlandesa si pronuncio a lo Spanglish!
La gerente me señala una clienta. Siento que sudo de nuevo. Rápidamente caigo en la cuenta de que no conozco muchas frases coloquiales para decir "Te sienta genial." Además, tengo la desgracia de que la señora a la que he de aconsejar tiene un cuerpo como el de Falete, pero multiplicado por siete. Si le digo que ese vestido la estiliza, ¿pensará que la estoy llamando gorda? A mil por hora, rebusco en mi memoria alguna expresión que me pueda salvar, y sólo me sale un simple "Te favorece mucho". Ella se gira - con dificultad, claro -, me mira a los ojos, y sonríe halagada. Prueba superada.
Tras unas horas siendo la dependienta más atenta, sonriente y simpática de Dublín - aunque con pocos recursos lingüísticos, la verdad -, la jefa se me acerca. Yo tiemblo. Me dice que tengo habilidades comerciales, que se nota que me gusta la moda y que... ¡estoy contratada! Ni siquiera lo he asimilado cuando me explica que tengo que ir corriendo a sacarme el número de la Seguridad Social antes de que cierren la oficina a las cuatro de la tarde. (Sí, sí. Habéis leído bien: aquí las instituciones públicas y sucursales bancarias abren también por la tarde). Me enfundo mis botas de agua y mi chubasquero, y lucho contra el viento para llegar lo antes posible a mi casa de Temple Bar. Cojo una factura a mi nombre como prueba de residencia en Irlanda y mi pasaporte, y pongo rumbo a la oficina de la Seguridad Social en el norte de la capital, - donde el acento de los vecinos de Mini Barbie inunda las calles -. Estos dos documentos me permitirán ser una más de los 2.294 españoles a los que Irlanda ha otorgado un PPS number (Personal Public Service number) en lo que llevamos de 2012. Es increíble, somos la quinta nacionalidad que más se ha dado de alta en la Seguridad Social irlandesa este año. Sólo nos superan Polonia, Reino Unido, Brasil y Rumanía, por ese orden. Es evidente que no soy la primera JESP española que llega a este país, y me temo que tampoco seré la última.
Me voy de la oficina tras sólo veinte minutos, sabiendo que en un máximo de diez días me llegará una carta a casa con mi PPS number. La duda es, ¿me servirá este número únicamente para trabajar en la tienda? ¿O conseguiré algún día utilizarlo para un empleo más cualificado? Keep tuned...
CAPÍTULOS ANTERIORES DE "DIARIO DE UNA JESP":
1 - Otra JASP que se convierte en JESP