Los cimientos del microcrédito
Me he animado a interesarme por la posibilidad de solicitar uno porque me ha surgido una oportunidad de inversión vinculada en un momento en el que no tengo liquidez suficiente. He leído que son estupendos, que en países como Bolivia han permitido financiar la actividad de buena parte de la población de emprendedores.
Empiezo la semana de gestiones bancarias, moviendo el euro disponible de cuenta en cuenta para sortear desfases momentáneos entre abonos y cargos. Me acerco al despacho de la directora de mi sucursal bancaria y doy dos toques en la puerta, pidiendo permiso para entrar.
- Buenos días, soy cliente de esta entidad y sucursal, y necesito solicitar información para obtener un microcrédito. Me dicen en caja que hable con usted.
La directora, muy amable, me pregunta:
- ¿Un qué?
¿Por qué no me ha entendido? Todos sabemos lo que es un microcrédito, ¿no? O eso creemos...
Un microcrédito no se caracteriza, únicamente, por ser un crédito de importe micro, o sea, pequeño. Ni mucho menos se caracteriza por tener un precio micro, o sea, bajo. O por poderse interpretar como un regalo, o lo que es lo mismo, que no haya que pagarlo (devolverlo). Un microcrédito es la denominación que damos a un crédito que se otorga utilizando medios no convencionales para evaluar el riesgo de quien lo solicita, o sea, si el solicitante tiene capacidad para devolverlo en las condiciones prestadas. Y es una forma de financiación que no es fácil de adoptar en nuestro país tal como se ha adoptado en muchísimos otros, ninguno de ellos de nuestro entorno más cercano.
Me he animado a interesarme por la posibilidad de solicitar un microcrédito porque me ha surgido una oportunidad de inversión vinculada a mi actividad en un momento en el que no tengo liquidez suficiente. He leído en internet que los microcréditos son estupendos, que en países como Bolivia han permitido financiar la actividad de buena parte de la población de emprendedores, microempresarios, comerciantes... que contribuyen a la independencia económica de las mujeres e incluso que su inventor fue Premio Nobel de la Paz en 2006.
- Me encaja-, pienso. Eso es precisamente lo que necesito.
- Disculpe, ¿un microcrédito, dice? No sé si tenemos.
Estoy totalmente de acuerdo con la directora. Yo tampoco sé si tenemos microcréditos en España, aunque me inclino por el "no".
Es cierto que existe una cifra de referencia en Europa para el microcrédito, siendo ésta de 25.000 euros (máximo). Aunque micro, micro... si lo comparamos con el importe que ofrecen empresas de servicios financieros por televisión o web, de en torno a 3.000 euros, pues muy micro no es. Si lo comparamos con la renta per cápita en España -alrededor de los 24.000 euros-, tampoco.
En Perú, el país que por tercer año consecutivo se sitúa en el primer puesto de países con mejor entorno para las microfinanzas, y con un peso muy importante de esta "forma de prestar servicios financieros" en el conjunto del sistema, el microcrédito promedio asciende a unos 1.500 euros. Y la renta per cápita en Perú es hoy en día de unos 9.000 euros, casi el 40% de la nuestra. Y, lo que es clave en la búsqueda de diferencias, el 60% de la actividad económica se realiza informalmente; el 40% de la fuerza laboral está auto empleada en microempresas informales y sólo el 20% de los trabajadores está afiliado a algún plan de pensiones formal (recordemos que Perú cuenta con un sistema de pensiones de capitalización individual, eufemismo de "privado") o, lo que es lo mismo, que ahorra personalmente para su pensión.
Pensáis que se me ha ido el hilo de la conversación, ¿verdad? ¿Qué tendrá que ver un microcrédito con las pensiones y las prestaciones por desempleo? Pues la clave está en la informalidad. Que no ilegalidad. La informalidad en Perú es como saltar al vacío cada mañana sin red de seguridad que amortigüe el golpe. El Estado de Bienestar en Perú -aunque mejorando- no ofrece las coberturas que ha venido ofreciendo el nuestro (y que esperemos siga garantizando). No es crítica, es constatación.
Y si ofreces poco tampoco puedes demandar mucho. La presión fiscal en el Perú ronda el 15% del PIB y en España el 35%. La microempresa en Perú (categoría empresarial reconocida explícitamente en la ley) opera mayoritariamente en la informalidad, lo que implica que por lo general no paga impuestos directos, emplea mano de obra sin contrato laboral y por lo tanto no paga el salario mínimo y no cotiza a la Seguridad Social (sistema que financia las pensiones y prestaciones por desempleo, entre otros), funciona sin necesidad de contratar seguros obligatorios (responsabilidad civil u otros), no tiene que registrar cuentas, ni hacer declaraciones de renta trimestrales y así hasta decir basta. La otra cara de la moneda es que, como decía antes, el microempresario y su familia viven sin red de seguridad. Sortean sus altibajos y aprovechan oportunidades de negocio con acceso a financiación "a su medida", de la mano de banqueros que saben interpretar información blanda (carácter, honestidad, responsabilidad) sin respaldo documental, avales ni garantías reales. Eso sí, al 32% de interés en nuevos soles, o al 15% de interés en dólares.
Ahí lo dejo, con el compromiso de desgranar ese 32% y convenceros de que no es una barbaridad, como seguro estáis pensando.