Las desventuras de Honrado Buendía, o la vigencia de la norma (parte II)
El pez grande se come más pronto que tarde al chico, que sin pulmón financiero que permita sostener (entre otros) adelantos trimestrales de IVA de facturas impagadas -en muchos casos por la propia Administración Pública- perece desfallecido. Eso, en el caso de que tengas la fortuna de facturar algo...
La semana pasada dejamos a mi amigo Honrado de camino a una cita importante. Y tan importante. Corre a la apertura de propuestas técnicas y económicas convocada por la mesa de contratación de la Consejería de Buenas Prácticas en el centro de la ciudad.
En su nueva faceta de autónomo, Honrado tiene que competir en la búsqueda de clientes y adjudicación de contratos de asistencia técnica, consultoría (esas cosas a las que él se dedica) con otros autónomos, con PYME y también con grandes empresas.
Hasta hace cuatro días, los organismos públicos guiaban la contratación de servicios/obras/suministros siguiendo un equilibrado criterio combinado de calidad y precio, como es lógico y deseable. Hoy, la calidad ha pasado a un quinto plano. O eso deduce Honrado cuando ojiplático observa que un concurso público convocado con un presupuesto de 100, es adjudicado a una multinacional (que sí -dice Honrado- es número uno en otros menesteres, pero de esto no tiene idea ni referencias) que se compromete a hacer el trabajo por 60 - cuando sólo las horas/hombre mínimas contempladas explícitamente en los pliegos de licitación, superan en mucho ese precio. ¿Cuál es el problema?
- Nada del 3%, no seamos mal pensados. Se trata más bien del 90%: la ponderación que la oferta económica tiene en la evaluación final, algo que todos sabíamos porque figuraba en los pliegos. Esto, junto con la quasi eliminación de las bajas temerarias en cada vez más concursos públicos, y el creciente tutelaje que la Intervención General (Hacienda) impone en las mesas de contratación -en las que los responsables técnicos quedan prácticamente sin voz ni voto-, tira los precios a niveles que de ningún modo garantizan un mínimo de calidad. En mi humilde opinión, lo anterior es una aplicación mal entendida del principio de austeridad. Más valdría no contratar que contratar algo porque es barato, aunque no responda a lo que se precisa.
Y así, el pez grande se come más pronto que tarde al chico, que sin pulmón financiero que permita sostener (entre otros) adelantos trimestrales de IVA de facturas impagadas -en muchos casos por la propia Administración Pública- perece desfallecido. Eso, en el caso de que tengas la fortuna de facturar algo...
Se acuerda Honrado de su cuñada Honesta, prestigiosa arquitecta laureada por instancias internacionales de reconocido prestigio que el día de su cumpleaños tomó una dura decisión:
-O dejo de comer para poder pagar mi cotización a la seguridad social como trabajadora autónoma que hace meses que no ingresa un chavo (bueno sí, los 100 euros mensuales que recibo de Hacienda para mantener a mi segunda hija, de poco más de un año), o me rindo y me sumo a lista oficial de desempleados.
Honesta, con un cajón lleno de facturas impagadas de un sinfín de Ayuntamientos -pro forma, para evitar la sangría que le ha supuesto el adelanto trimestral del IVA, decisión que hoy le impide incluirlas al mecanismo de pago a proveedores de entidades locales-, y otro cajón rebosante de facturas impagadas de clientes privados, cuyo legítimo cobro le permitirían vivir hoy con desahogo, se tragó su orgullo profesional y se colocó en la fila del INEM el día que cumplió 36.