Un historiador revela que las emocionantes montañas rusas no vienen exactamente de Rusia

Un historiador revela que las emocionantes montañas rusas no vienen exactamente de Rusia

Primero la ensaladilla. Y ahora esto.

Imagen de archivo de varias personas en una montaña rusa.Thomas M Barwick INC via Getty Images

Primero fue la ensaladilla. Descubrimos que no, en Moscú no inventaron eso que llamamos ensaladilla rusa. Y ahora las montañas. Las de los parques de atracciones, pues los Urales continúan en su sitio.  ¿Sabías que en realidad las montañas rusas no son exactamente procedentes de dicho país?

En este sentido, se trata de una cuestión sobre la que ha arrojado luz el historiador Robert Cartmell, durante una entrevista con Atlas Obscura. Una curiosa e interesante conversación que se remonta a los orígenes de las precursoras de las actuales montañas rusas. Una suerte de toboganes de hielo que hallaron en las ciudades fluviales de la Rus del siglo XV un buen pedestal.

Las bajas temperaturas permitían que se mantuviese helada esta estructura de madera de hasta veinte metros de altura, a la que se unía un tobogán de, a veces, más de 150 metros de largo que terminaba en un montón de arena como mecanismo de freno. La forma de uso consistía en tirarse con un trineo o con un bloque de hielo que estaba ahuecado.

  Montaña rusa arcaica, estructura de tobogán de hielo plasmada en un grabado en la obra 'Historia de Rusia', de Jean Marie Chopin (1796-1870). Panorama Universal, (edición española, 1839).Augustin François Lemaitre (1797-1870). French engraver and lithographer. Emile Louis Vernier (1829-1887). French painter and lithographer.

Llamó la atención de zares, zarinas y del extranjero

Esta afición popular caló también en las clases rusas pudientes, desde donde acabó siendo una plataforma para que otros países extranjeros la importasen. Se popularizó durante el reinado de Ana I de Rusia (1730-1740), hasta tal punto que se hicieron muy famosas en Europa central, al hablar la esposa de un diplomático británico de "un nuevo pasatiempo" al que se sumaban "las damas y caballeros de la corte" y que más que descender la velocidad que ofrecía invitaba a hablar de "volar".

Hay numerosas referencias a lo largo de la historia sobre el nacimiento de la que acabaría siendo la joya de los parques de atracciones modernos a lo largo de todo el mundo. Por ejemplo, Robert Cooker asegura que tuvieron tanto tirón que la mismísima emperatriz Catalina II -sin duda la conocerás como Catalina la Grande- ordenó poner una en los jardines reales, en el San Petersburgo de 1754. Causaron tanto furor que hasta se instalaron algunas que usaban jabón en vez de la superficie helada.

Y llegaron los últimos compases del siglo XVIII, marcados profundamente, por uno de los momentos bélicos de mayor dureza en Europa. Las tropas napoleónicas habían combatido ya a las puertas de Rusia, pero allí no saborearon solo el duro invierno o la estrategia de tierra quemada, también quedaron maravillados ante esa estructura. Al menos esa es la hipótesis principal de cómo llegaron las montañas rusas a Francia.

Y los franceses no copiaron el sistema ruso, difícil de implantar al carecer de esas temperaturas gélidas. Primero apostaron por un sistema de toboganes cubiertos con cera, hasta que en 1812, en el barrio parisino de Belleville, surgieron los verdaderos antecedentes de lo que hoy conocemos como montañas rusas. 'Les Montagnes Russes' supusieron el primer formato de un modelo de carros fijados a vías y raíles mientras se desplazaban por un trayecto cerrado. 

Titania
Titania
Santander

En 1817, surgieron ya las 'Promenades Aériennes', que incorporaban dos grandes curvas y un sistema central para llevar los carros de regreso a la parte más alta de la estructura. Efectivamente, el antecedente directo de lo que los avances tecnológicos acabarían convirtiendo en los actuales tirabuzones -loops-.

  Turistas británicos disfrutando de 'Les Montagnes Russes' en el París de 1820. En el gravado puede verse al doctor Syntax con su esposa, en una ilustración recogida en la obra 'Tour in Search of the Grotesque', W. Wright (London, 1820). Charles Williams from Doctor Syntax in Paris; or aFlorilegius/Universal Images Group via Getty Images