¿Quién fue San José? Lo que sabemos por la Historia, los evangelios y la tradición añadida
El padre putativo de Jesús fue figura en la sombra, poco reivindicada en los albores del Cristianismo, hoy patrón de las familias y hasta patrono contra el comunismo.
19 de marzo, San José. Día del Padre en países como España. Festivo en algunas regiones. Día grande en la Iglesia Católica. Es el momento para preguntarse por el sustento en la Historia, los evangelios y la tradición de José de Nazaret, el hombre que bendice la jornada y sobre el que hay más dudas que certezas. El padre putativo de Jesús que fue, en los inicios de su fe, un olvidado, un personaje en la sombra, hasta convertirse en una figura clave en el santoral.
¿Quién fue José? En realidad, lo primero que habría que preguntarse es si José fue alguna vez. No hay documentos históricos que den cuenta de su paso por este mundo, lo cual no es extraño si se tiene en cuenta la escasez de datos reales que hay sobre su propio vástago, siendo el Mesías de su comunidad.
Hay que recurrir, como es costumbre, a los evangelios, al Nuevo Testamento, para encontrarlo. Por ellos se sabe que procede de la estirpe del Rey David, un dato esencial para poder dotar de autoridad al propio Jesús y hacer que se cumpla la profecía de que de esa saga saldría un salvador. Mateo, el primer evangelista, comienza su relato con la genealogía de Cristo, poniéndonos en contexto, desde Abraham. Es ese tramo de la biblia en el que se repite constantemente "engendró", hasta 39 veces. Luego se detiene el rosario y se lee: "José, el esposo de María, de la que nació Jesús, que se llama Cristo". Es la entrada en escena del patriarca de la Sagrada Familia.
José es único en su estirpe, porque con ella se detiene el árbol, ante la consecución de lo predicho por Dios. Con él, el hijo de Dios adquiere una línea humana. Sin embargo, hasta hay confusión sobre quién fue su padre: según Lucas, era hijo de Helí o Elí y según Mateo, de Jacob. Un hombre, pese a su linaje, de condición humilde. Mateo y Marcos nos ponen en la pista de su oficio, "artesano" en los primeros siglos del Cristianismo, afinado en "carpintero" en los siguientes. En el original, la palabra empleada para describirlo era la griega "teknon". Un oficio que le enseñó a su hijo.
José, originario de Belén, vivía en Nazaret junto a su esposa, María. Este último evangelista sostiene que, cuando se enteró de que estaba embarazada (la Anunciación, el Espíritu Santo, la paloma...) pensó en repudiarla en secreto, porque no quería que fuera apedreada, el castigo dispuesto en la Torá judía. Cuando encontró su lugar en la Iglesia, José fue calificado de "justo" por esta intención, por negarse a entregarla a la lapidación, pero también por no querer encubrir con su nombre a un niño cuyo padre ignoraba. Acabó convencido, siempre según las escrituras, porque un ángel le manifestó en sueños que todo había sido obra del Espíritu Santo y que su hijo "salvaría a su pueblo de sus pecados". Aceptó, entonces, ser el padre terrenal del Mesías. Se concluye, por sus actos, que era un ferviente seguidor de Dios, pues lo obedece sin queja.
Poco después, se relata el viaje de la familia a Belén y el nacimiento de Jesús y no se aborda directamente a José hasta que se inicia la huida a Egipto, en un intento de escapar de la orden de Herodes I el Grande de matar a los niños menores de dos años de la comarca. Se completa su papel de protector de la familia cuando el peligro había pasado: el rey había muerto y Dios le decía que podían regresar con calma. José, viendo que en Belén gobierna el hijo de Herodes, Arquelao, rechaza volver allí y regresa al norte, a Galilea, a Nazaret.
La última vez que José aparece en las escrituras es cuando Jesús tenía unos 12 años, en el relato de su pérdida y hallazgo en el templo de Jerusalén. "Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran José y su madre.... Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas", escribe Lucas. No se le vuelve a citar más.
Por eso se entiende que José había muerto cuando, en la veintena, Jesús comenzó a predicar. De las causas de ese fallecimiento nada se indica. Tampoco de su edad, lo que ha hecho que en la iconografía religiosa lo mismo aparezca como un hombre joven, que como un anciano, que como un adulto aún vigoroso.
Las fuentes apócrifas y los añadidos
Más allá de estas breves alusiones en el Nuevo Testamento, la figura creada de José gana definición con fragmentos sueltos en evangelios apócrifos como el protoevangelio de Santiago, en el Pseudo-Mateo o en la Historia de José el carpintero, a los que la Iglesia Católica no da validez, que se extendieron por algunas zonas, se modificaron y dieron lugar a un cuerpo más interpretativo que real.
De estas fuentes, por ejemplo, se extrae que José nació hacia el año 90 antes de Cristo en Belén de Judea, la actual Cisjordania. Eso quiere decir que era un anciano cuando se casó con María y nació Jesús. Estos textos sostienen que José había estado casado previamente, pero quedó viudo. María, inicialmente, no iba a ser su esposa, sino una niña que buscaba protección a su virtud en su casa, a la que llegó con unos 14 años. La Iglesia se escandaliza cuando se repiten estas ideas o se indica que José tuvo seis hijos antes de Jesús: cuatro chicos (Santiago, José (o Justo, en otras versiones), Judas y Simón) y dos chicas (María y Salomé, que son Asia y Lidia en los relatos menos extendidos).
La Enciclopedia Católica (1913) señala distintos pasajes de los escritos apócrifos referidos al matrimonio de José, relatos a los que califica de poco confiables: "Cuando (José) contaba con 40 años de edad desposó a una mujer llamada Melcha o Escha para algunos, Salomé para otros, con quien convivió cuarenta y nueve años y con quien tuvo seis vástagos, dos hijas y cuatro hijos, el menor de los cuales era Santiago (el Menor, llamado “el hermano del Señor”). Un año después de la muerte de su esposa, cuando los sacerdotes anunciaron por toda la Judea que ellos deseaban encontrar en la tribu de Judá algún hombre respetable para desposar a María, de entonces doce a catorce años de edad, José, quien ya tenía en dicho momento noventa años, fue a Jerusalén entre los candidatos, un milagro manifestó la elección de José realizada por Dios, y dos años después la Anunciación tuvo lugar".
Los apócrifos llegan incluso a dar una fecha de la muerte de Jesús, el 20 de julio del año 18 después de Cristo, con lo que hubiera fallecido sobrepasado el centenario y multiplicando por cinco la esperanza de vida media en la Palestina del momento. A los 111 años de edad, José enfermó y murió, asistido por Jesús quien le aseguró el perdón de los pecados y la entrada al Paraíso, dice la Historia de José El Carpintero, una compilación de tradiciones en griego a finales del siglo sexto o principios del séptimo. Tanta fantasía como la muerte que, siglos después, ideó José Saramago en El evangelio según Jesucristo, que lo imaginó asesinado a manos de los romanos.
Del olvido a la devoción
Hoy existe hasta una rama de la teología, llamada Josefología, centrada en los estudios sobre San José. Sin embargo, el padre de Jesús estuvo lejos de los focos en los años iniciales de la fe forjada por su ¿único hijo? ¿Benjamín? Hasta el siglo II no se encuentran referencias que lo reivindiquen, completamente eclipsado por el papel de María, la madre que alumbra y que acompaña a Cristo hasta su última hora. Empezó Ireneo de Lyon (San Ireneo, a la postre), aplaudiendo su protección y cuidado "amoroso" a María y su "gozoso empeño" en la educación de Jesús. Le siguieron el místico Efrén de Siria o Agustín de Hipona (San Agustín), quien optó por la paridad: "Lo que el Espíritu Santo ha obrado, lo ha obrado para los dos. Justo es el hombre, justa es la mujer. El Espíritu Santo, apoyándose en la justicia de los dos, dio un hijo a ambos". En mil años ya era referencia de padre amantísimo, responsable. El verdadero impulso llegó de la mano de Teresa de Ávila, ya en el siglo XVI. "Lo bien que les ayudó", escribía, glosando su papel con María y Jesús.
Con el aval de los doctores de la Iglesia, empezaron a llegarle no sólo los elogios sino, también, los títulos, como el de nutritor Domini (guardián del Señor), en el que la santa española tuvo mucho que ver, al hacer de José el patrono de los conventos carmelitanos reformados. El papa Pío IX lo proclamó el 8 de diciembre de 1870 patrono de la Iglesia universal, de las familias y los padres, de las mujeres embarazadas, de los viajeros, los inmigrantes, los artesanos. También lo es del trabajo, porque Pío XII, en 1955, que quiso darle connotación cristiana a la efeméride del Día internacional de los trabajadores y se acordó de su taller en Nazaret. Benedicto XV lo declaró, rizando el rizo, patrono contra el comunismo y la relajación moral.
Igualmente, es patrono de la buena muerte, porque se entiende que no pudo ser mejor la suya, acompañado por la Virgen y el Mesías. Un caso único. Ha sido oficialmente declarado por la Iglesia como protector contra la duda -porque él las tuvo y las supo superar y cuidar a un niño que no sabía bien de dónde venía- y se le llama a veces el santo del silencio -porque calló y entendió, porque se mantuvo en un segundo plano-.
Tiene dos fiestas en su honor (el Día del Padre, que introdujo Sixto IV en el siglo XV y el Día del Trabajador) y decenas de lugares sagrados y ciudades nombradas como él para ensalzar su imagen.
El valor de su ejemplo
El sacerdote Faizal Hijazin, cargo de la iglesia de la Sagrada Familia de Ramala (Palestina), resume lo que supone la figura de Jesús para un cristiano: "Es fe, entrega y familia. José supo creer cuando pocos creían. Le dio a María el máximo respeto y cuidado. La elección de la Virgen fue meditada, pero también la del hombre que estaba a su lado. José era un hombre digno y creyente, que podía servir de modelo a Jesús en sus primeros años. Así fue. Creyó, confió, enterró sus dudas y construyó un hogar para el salvador", indica.
Sostiene que le atrae la figura por la "doble" carga de "responsabilidad y privilegio" que asumió, partiendo de unas creencias "profundas" en el judaísmo del momento. "Es el santo que más cerca estuvo de Jesús, aunque no fuera del Jesús que predicaba", destaca. "Su legado, en ese tiempo, fue de amor y cuidado, ejemplar", ahonda, siempre desde la "humildad". Asume que tuvo un papel "difícil" por defender una familia digamos que poco convencional y reivindica que, frente a los santos milagreros, tiene el valor de "hacer cosas que no parecen tan grandes pero que son las que tenemos que hacer". "Es un protector universal", concluye.