El viaje 'canalla' de Juan Eslava Galán y Antonio Piñero por Tierra Santa
Cuando uno de los mejores expertos mundiales en Jesús y los Testamentos se une al divulgador histórico de referencia en España cuaja un libro tan culto como divertido.
Se han juntado el hambre y las ganas de comer. El mejor divulgador histórico de España, Juan Eslava Galán, y uno de los mayores expertos mundiales en la figura de Jesús y el Nuevo Testamento, Antonio Piñero, se han unido para parir Viaje a Tierra Santa (Booket), que ya se vende como rosquillas en sus primeros días de lanzamiento. Un banquete para saciar la curiosidad de los lectores interesados en una zona que ha marcado lo que somos en Occidente, se tenga la fe que se tenga.
No es una más novela del escritor de Arjona (Jaén, 1948). No es otro ensayo de los publicados por el filósofo y filólogo de Chipiona (Cádiz, 1941). Tampoco es una guía de viajes meramente acumulativa ni un documental de esos con música épica, muchas luces doradas y expertos en posesión de la verdad total. Estamos ante un libro que tiene descripciones profundas, tramas intrigantes, diálogos rápidos, anecdotarios imposibles y consejos gastronómicos de experto —siempre es mejor la bandeja kosher del avión, siempre—, entreverados de erudición, de política y de fe. Todo junto y todo en su lugar. Narra el viaje de dos amigos retirados, Bonoso y Antonio, desde el Sinaí hasta Atenas, que descubren y explican con base científica y con humor los lugares, textos y leyendas que condensan los argumentos básicos de la humanidad. Con ojos “canallas” —palabra de Piñero— y con respeto y sabiduría.
“Todo parte de dos viajes que son reales y desde el principio vimos que de ahí podía salir un libro”, explica en una llamada a tres bandas con El HuffPost Eslava Galán. Piñero reconoce que él “había pensado en un principio en hacer algo un poquito más serio”, pero que trabajando con su compañero se “metamorfosea” y “esa hilaridad, ese contar un montón de anécdotas con enorme facilidad”, se le traspasa.
Así, a cuatro manos, enviándose cada capítulo por correo electrónico y revisando “cinco, siete, nueve veces”, ha salido adelante una obra en la que el todo el mérito lo tiene el otro, a tenor de las flores que se van cruzando durante toda la entrevista. “El 70% del libro se debe a Juan; él es el obispo que va por delante y yo, el monaguillo que va por detrás”, resume Piñero. “¡Ni hablar! Antonio ha puesto la medicina y yo, el jarabe que la endulza. La sustancia por un lado y, por otro, el adorno y los chistes”, replica Eslava.
Piñero, cuyos estudios se han popularizado, entre otras cosas, gracias a sus participaciones en programas de radio y televisión como los de Iker Jiménez, defiende que es bueno refrescar ciertos planteamientos en un tiempo, lamenta, “en el que todo nos induce o nos lleva a una cierta tristeza y a un cierto pesimismo”. Por eso aceptó el reto de salirse de su carril habitual, más ortodoxo, e iniciar la aventura con Eslava.
“Este libro te introduce en esa realidad que es la base de nuestra cultura, porque al fin y al cabo somos cristianos culturales, pero desde un punto de vista doble porque, por una parte, es académico, con un sustrato serísimo, y por otra, intenta en todo momento que ese sustrato sea visto a través del humor”, argumenta. Si uno ha puesto negro sobre blanco sus 40 años de investigación, el otro ha añadido sus 40 años de escritura “para que la gente aprenda divirtiéndose”. Pone de ejemplo a su mujer, Mari Ángeles, a la que escuchaba a carcajadas por su casa tras recibir el primer ejemplar, y eso que ya sabía de qué iba el libro.
Una de las fortalezas de Viaje a Tierra Santa es que todo el saber que se vuelca —y es mucho— lleva como complemento la mirada histórica limpia de quien no está comprometido con la fe. Y eso ayuda a la hora de desmontar mitos o matizar hechos reales. Bonoso, ante las lecciones de su amigo Antonio, va entendiendo en la Natividad de Belén o en aguas del Jordán que hay mucha información que coger con pinzas, que lo que dicen las Escrituras no siempre se corresponde con lo que replica la arqueología, que hay que usar muchos “presuntamente”, “con las debidas reticencias”, porque a veces se acumulan “milenios de fingimientos y disimulos” y todo el entramado se sostiene “sobre los débiles cimientos de un embuste”. Que no deja de ser fascinante y transformador del mundo, pero...
En la historia no hay verdades absolutas, repiten los dos, insistentes, pero lo más parecido es la arqueología y esa es la que pone las cosas en su sitio y confirma que los reyes David y Salomón existieron, sí, pero arrastran “mucha más leyenda que historia”. En esta disciplina se basan los dos amigos para ir levantando el velo de una tierra en la que se mata y se muere por las ideas y la fe desde hace siglos. Y aún hoy, previenen, hay quien hace el esfuerzo de adaptar los descubrimientos arqueológicos a lo que dice la Biblia, encaje como encaje.
“La teología es muy seria, pero ya que es tan seria, mirémosla con un punto de vista canalla, entre comillas”, dice Piñero. Eso incluye darle la vuelta a todo dogma y poner las cosas en su sitio si hablamos de diluvios, plagas, aguas que se separan, milagros. “Aunque no nos metamos con nadie, a mí me parece interesante ese enfoque”, insiste Piñero. Eslava le pisa casi: “Muy de acuerdo, la nuestra es una visión respetuosa, a las personas que tienen fe nosotros las respetamos, y nos encanta también que ellas respeten el hecho de que nosotros tengamos más fe en la historia y en los porqués, en la ciencia de Antonio”.
Eslava Galán no cree que tenga por qué molestar a los puristas que se pongan los puntos sobre las íes. “Hemos abordado la historia de cómo surge el cristianismo, que como todos sabemos deriva del judaísmo, que es una secta en un principio. Hemos analizado la incidencia que tienen Cristo y los evangelios, San Pablo, la divulgación posterior… Todo esto es historia, fundamentada no sólo en los textos sino en lo que también nos va enseñando la arqueología”, defiende. Y luego está la otra parte del libro, “que es más accidental, en la que los dos amigos que van recorriendo esos lugares, van hablando entre ellos, van intercambiando ideas y encontrando gente interesante”, pero que no por fresca es ligera ni incierta, “es lo que encuentra uno en Tierra Santa, realmente, gente impregnada de estas creencias y de su pasado”.
El jienense describe gráficamente, por ejemplo, el Santo Sepulcro de Jerusalén, una “Disneylandia cristiana” donde en un mismo espacio se suman la tumba vacía de Cristo, el Gólgota, escaleras y cruces, grafitis cruzados, niveles arriba y abajo custodiados por diversas y enfrentadas comunidades cristianas. “Todo eso lo hemos explotado -reconoce- pero no creo que tenga que incomodar a nadie. Es más, aunque estemos al margen de la fe personalmente, tanto Antonio como yo no estamos al margen de la historia ni del estudio de los textos, serio y respetuoso”. Su paseo a pie de obra de jubilados, en los Santos Lugares en vez de en la canalización de aguas del barrio, no lleva maldad.
Piñero, que sabe latín literal y figuradamente, aparte de griego y hebreo, coincide en que la base de su libro conjunto no tiene mácula. “No hemos ido por Atenas o Jerusalén como maletas. Íbamos como gente con los ojos y los oídos abiertos, hay algunos personajes reales que citamos y otros que están un poco matizados, todo eso es obra de Juan, pero lo que se pone es una mezcla viva de historia y de vida. Porque se puede hacer y nada se resiente”, ahonda. Por eso si en su viaje encuentran paralelismos entre religión y comida, se cuentan, y si hay que entrar en harina y mostrar el espinoso conflicto palestino-israelí, se muestra.
“Hemos encontrado gente que defiende una parte, gente que defiende otra y decentemente hemos expuesto las opiniones de unos y de otros, sin opinar por nuestra parte. Ahí está lo que tiene de novela, el espejo a lo largo del camino, pero fiel reflejo de lo que hemos visto”, matiza Eslava. Lo mismo se habla de apartheid israelí y de un estado que “prolonga la injusticia” contra los palestinos que de las pretensiones de un pueblo “elegido” y perseguido.
Esa batalla vieja de décadas se superpone a los roces de religión de siglos y forma un todo “muy atractivo, que no cansa” al lector occidental. Incluso, remarca Piñero, cuando se habla de pérdida de espiritualidad en tiempos modernos. “La religión es una mina, queramos o no interesa muchísimo y está en lo profundo, aunque haya gente que la ve sólo como un folklore. Juan y yo la hemos visto desde otro prisma, pero como una cosa muy seria. Lo útil y lo dulce”, remarca. Recuerda que hay enterramientos de hace 75.000 años que ya evidencian “rasgos de religiosidad”, por lo que “a lo mejor” tenemos un “gen de religiosidad ahí metido” que nos arrastra a este interés.
Bonoso y Antonio, los protagonistas, lo tienen y quieren ver in situ “el tinglado de las creencias”, sus orígenes, sus restos y consecuencias, y llevan de la mano al lector por un escenario que parece inventado, pero no, es enloquecidamente real y lleva marcando el rumbo de Occidente desde hace más de 2.000 años. Tan amplio, tan diverso, que es imposible de resumir en un consejo para un futuro viajero. Eslava se queda con Jerusalén, “una visita absolutamente fundamental” para quienes pertenecemos a la civilización cristiana occidental. “Uno aprende de su religión y también del sentimiento cuando ves los extremos de piedad o de fanatismo que vas encontrando allí a cada momento, hay muchas lecciones sobre la condición humana”, afina. Piñero concede y suma Atenas. “Es un trípode el que sostiene toda esta historia, que no se tambalea: Jerusalén, Atenas y Roma”.
Pero Roma falta en este libro. ¿Será el próximo destino de los paseantes, que en la última página dejan la puerta abierta a tomar de nuevo la mochila? Eslava y Piñero se ríen a la par. Aquí hay química para rato.