La prisión más estricta del mundo: castigos de silencio, aislamiento de meses y un infierno diario
Se encuentra en las afueras de Tokio (Japón).
La cárcel japonesa de Fuchu, que se extiende sobre varios cientos de hectáreas en una zona residencial de las afueras de Tokio y está considerada como la más estricta del mundo, ha abierto sus puertas a algunos periodistas.
En la visita, que ha sido organizada y supervisada por las autoridades judiciales niponas, se han podido comprobar las duras condiciones en las que viven quienes cumplen condena en esta prisión.
Tal y como recoge el medio francés La Croix, en esta cárcel hay 1.700 presos (todos hombres, entre ellos 350 de origen extranjero). Pese a ese gran número, lo que impera en Fuchu es el silencio.
De hecho, esa es una de las principales de esta prisión, permanecer en silencio durante prácticamente todo el día. Los internos se despiertan a las 6:45 y desayunan sin hablar. Desde las 8:00 hasta el mediodía van a trabajar (también en silencio) a algún taller de costura, estampación o cuero.
El almuerzo, por supuesto, también tiene lugar sin que se oiga ni una sola palabra. Después de comer, los presos regresan durante cuatro horas a su correspondiente taller. Tras ello, al fin, llega el único momento de ‘libertad’ de toda la jornada.
Todos los internos, tanto los japoneses como los extranjeros, pueden correr, caminar por el campo deportivo y hablar durante treinta minutos antes de que lleguen las cinco de la tarde, la hora de la cena, una vez más, silenciosa.
En cuanto al aseo personal, el director de la prisión de Fuchu, Yashiro Hiroyuki, explica que cada uno de los reclusos “tiene derecho a tres duchas semanales de 15 minutos sin hablar”.
Duros castigos
Por otro lado, como cabe esperar, el mal comportamiento, los insultos o la violencia entre presos (o contra los funcionarios de la prisión) se castigan con dureza en esta cárcel: “Un preso puede permanecer en aislamiento total durante un mes y como máximo dos meses”, asegura al respecto Hiroyuki.
En ese sentido, el director de la cárcel justifica que “se debe preservar la vida de los guardias, al igual que la de los detenidos. Debemos saber limitar las libertades para garantizar la seguridad de todos”.