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Los "guardianes de los corceles" activan las alarmas y declaran a los caballos salvajes españoles en peligro

Los "guardianes de los corceles" activan las alarmas y declaran a los caballos salvajes españoles en peligro

"Somos guardianes que lo hacemos por afición. Nuestro único objetivo es conservar a este animal que consideramos una joya ecológica.

Caballo andaluzGetty Images

Los incendios estivales que solían devorar cada año los bosques próximos a la localidad gallega de Barro han prácticamente desaparecido desde que Lucía Pérez comenzó a llevar allí a pastar caballos salvajes.

"Antes se producían fuegos cada año, pero desde 2019, cuando empezamos a venir aquí, solo hubo un pequeño incendio ese primer año y nada más desde entonces", contó Pérez, de 37 años, explicando que los caballos ayudan a evitar la aparición y propagación del fuego al eliminar la maleza entre los árboles.

Según expertos, la prevención de incendios es solo uno de los beneficios que aportan estos equinos al equilibrio de los frágiles ecosistemas gallegos. No obstante, el mayor grupo de caballos salvajes de Europa se ha reducido drásticamente: de los 22.000 que recorrían las sierras, bosques y brezales en los años 70 queda menos de la mitad.

En la Serra da Groba, a 80 kilómetros al suroeste de Barro, una manada se alimenta de las flores del tojo, una planta altamente inflamable, lo que supone una "limpieza selectiva", según Laura Lagos, investigadora de la Universidad de A Coruña.

Esta actividad favorece el crecimiento de otras especies como el brezo y los gamones, además de conservar las áreas de brezal en torno a las turberas ricas en esfagnos, grandes aliadas en la captura de carbono, explica Lagos.

Un estudio de 2021 en el que participó la investigadora concluyó que el pastoreo por caballos salvajes es la mejor estrategia para prevenir incendios, promover la diversidad vegetal y fijar carbono, frente a otros usos como plantar pinares, eucaliptales o introducir ganado doméstico.

"Los estudios demuestran que donde pastan los caballos salvajes aumenta la biodiversidad del brezal", dijo Lagos. "Son una pieza clave del ecosistema. Benefician tanto a la flora como a la fauna asociada a estos espacios abiertos".

Aunque vacas y ovejas también pueden reducir el riesgo de incendios, los caballos poseen características físicas que les dan ventaja en el terreno gallego, como unos bigotes que parecen proteger sus labios del tojo espinoso.

"Parecen especialmente adaptados para consumir tojo y son resistentes; una vaca no puede sobrevivir todo el año en el brezal", explicó Lagos.

Grabados neolíticos

El aumento de las temperaturas y la sequía, consecuencia del cambio climático, están provocando una mayor frecuencia de incendios en Galicia. Entre 2001 y 2023, se perdieron 96.900 hectáreas por el fuego, según Global Forest Watch.

Este fenómeno coincide con la expansión del eucalipto en Galicia, una especie pirófita que necesita el fuego para reproducirse. Bajo su copa solo crecen helechos, lo que reduce el pasto disponible para los caballos.

Introducido en el siglo XIX desde Australia por un misionero, el eucalipto se ha extendido por la demanda de su madera en la industria papelera y ya supone el 28% del arbolado de la comunidad, según un informe del gobierno autonómico.

En septiembre, el pueblo de San Colmede se libró de un fuego que calcinó 270 hectáreas de eucalipto y monte bajo gracias al pastoreo y a la presencia de especies autóctonas como robles, castaños y abedules, que actúan como cortafuegos natural, según el bombero César Leiros.

"Vimos el pueblo rodeado por el fuego, pero gracias a los árboles nativos, a la limpieza que hacemos y a la que hacen nuestros animales, el pueblo se salvó", contó Leiros.

Pinturas rupestres que muestran la caza de caballos salvajes demuestran su presencia en Galicia desde el Neolítico.

Con el paso del tiempo, humanos y equinos establecieron un vínculo. En gallego, quienes los cuidan reciben el nombre de "besteiros", personas que vigilan su salud a cambio de domesticar alguno ocasionalmente o venderlo como carne.

Cada verano, se celebra la "rapa das bestas", durante la cual se reúnen los caballos para desparasitarlos, vacunarlos y cortarles las crines, dificultando que los atrapen los lobos.

Estas reuniones evolucionaron en fiestas populares. La más famosa, la de Sabucedo, atrae a miles de turistas que presencian cómo se inmoviliza a los animales para su tratamiento.

"Joyas ecológicas"

Pérez, maestra de profesión, organiza una versión más modesta de la rapa junto a su marido, el cantero Niko Souto, de 41 años, en el pueblo de Amil. Asegura que no obtienen beneficios: los ingresos se destinan a vallas que impiden el acceso de los caballos a carreteras o fincas.

Los costes, que incluyen atención veterinaria, seguros, cercados, microchips y GPS para su seguimiento, no paran de crecer, indica Souto.

A pesar de estar catalogados como ganado, Javier Álvarez-Blázquez, abogado jubilado con diez caballos en la Serra da Groba, reclama una normativa específica que contemple su situación singular.

A su juicio, la Xunta debería colaborar con los besteiros en la cobertura de costes. Vender un potro puede aportar 60 euros (65,08 dólares), una cifra que no cubre los 100 euros anuales por animal, sin contar seguros ni vallados, según afirma.

Para Melina Barrio, economista de la Universidad de Alcalá, aumentar la población de caballos podría suponer un ahorro para el Estado. Cada uno realiza una limpieza que costaría entre 8.000 y 10.000 euros al año si se hiciera manualmente.

Desde la Xunta se reconoce el papel de estos animales en la prevención de incendios y conservación del medio, aunque consideran suficiente la legislación actual, ya que los caballos pueden generar beneficios mediante la venta o el turismo en las rapas.

"Aunque se crían en libertad, en realidad tienen dueño y existe un beneficio económico", afirmó el gobierno autonómico en un comunicado.

"En este sentido, es lógico considerar a los caballos como ganado, según la legislación europea y española, y por tanto deben cumplir las normas de salud, bienestar animal y control del rebaño", añadió.

El gobierno regional explicó que ofrece cierta ayuda, como la colocación de microchips identificativos.

Carlos Souto, padre de Niko, cuenta que los caballos bajan con más frecuencia del monte debido a la expansión del eucalipto, lo que obliga a vigilarlos más.

Antes los visitaba una vez a la semana, ahora va cada mañana, mientras que Niko y Lucía acuden por la tarde tras el trabajo.

Niko asegura que los caballos se están habituando a su presencia y su comportamiento está cambiando: se están volviendo menos salvajes.

Álvarez-Blázquez advierte que sin los besteiros, los caballos podrían desaparecer, víctimas de atropellos o eliminados por agricultores molestos por sus incursiones.

"Somos guardianes que lo hacemos por afición. Nuestro único objetivo es conservar a este animal que consideramos una joya ecológica", concluyó.