La peligrosa moda de comer barro que perjudicó la salud de las mujeres españolas del siglo XVII
fue una práctica utilizada frecuentemente por la realeza para prevenir embarazos y regular las menstruaciones.
El Madrid del Siglo de Oro se reconoce por una abundante y heterogénea mezcla de historias, en muchos casos literarias y pendencieras, y en otros extremadamente escabrosas. Una de ellas hace referencia a uno de los cuestionables métodos anticonceptivos que empleaba la nobleza: la bucarofagia.
Esta palabra es el nombre técnico que hace referencia a lo que es, siemplemente, comer barro. Esta fue una práctica utilizada frecuentemente por la realeza para prevenir embarazos y regular las menstruaciones. Además, tuvo un uso alucinógeno, según explicó el ABC.
Esta práctica se popularizó en España en el siglo XVII gracias a "la proliferación de los búcaros, unos cacharritos de barro rojo traídos principalmente de Portugal y América. Su tamaño, su forma, su color brillante y el olor perfumado que desprendían, los convirtieron en objeto de coleccionismo femenino", según explican desde la página de Aesthesis Psicólogos Madrid.
"Se utilizaban para beber agua con olor. La inclusión de perfumes en su confección hacía que el líquido que contenían se impregnara de un particular sabor. Parece que el vicio de este agua con sabor animaba a las mujeres a mordisquear la cerámica", agregan.
La ingesta de este barro aparentemente adictivo "ocasionaba en las mujeres una serie de alteraciones físicas, y quizás también mentales, claramente dañinas", apuntan desde el gabinete de Psicología.
"Además de los síntomas ya mencionados, la cerámica provocaba en sus consumidoras un fenómeno conocido como opilación u obstrucción: se les hinchaba y endurecía el vientre, se les retiraba la menstruación (con el consiguiente efecto anticonceptivo) y, en casos más extremos, podía llegar a producir intoxicaciones graves, incluso mortales", resaltan.