Este río de España aún esconde oro: se encuentra en León y atraviesa paisajes espectaculares
Uno de los grandes cauces auríferos de la región.
Durante la época romana, las regiones de Galicia, Asturias y León se convirtieron en auténticos epicentros de la fiebre del oro, atrayendo a los ingenieros del Imperio para explotar sus ricos recursos minerales. Los ríos de estas zonas fueron canalizados y drenados en una masiva red de explotaciones auríferas que abastecieron al imperio. No obstante, a pesar de la intensa extracción, algunos de estos ríos aún conservan pequeñas trazas de oro.
Este es el caso del río Eria, situado en la provincia de León, uno de los grandes cauces auríferos de la región. A lo largo de sus aguas, que serpentean entre valles y montañas de la comarca de La Cabrera, se han encontrado rastros de oro, lo que ha despertado el interés tanto de geólogos como de aficionados a la búsqueda de tesoros. Son muchos los interesados que se desplazan hasta la localidad en busca de pequeñas pepitas que llevarse de recuerdo.
Este río arrastra en sus aguas oro procedente de la Sierra del Teleno y La Cabrera, que se acumula en su lecho anualmente tras las crecidas. Este descubrimiento ha reavivado las historias sobre la fiebre del oro en la región, donde siglos atrás los romanos construyeron un completo sistema de minas y canales para extraer este valioso recurso. Aunque la actividad minera disminuyó con el tiempo, las leyendas sobre la riqueza oculta del río Eria han perdurado.
Por ello, el municipio leonés de Truchas, por donde pasa parte de este popular río, organiza con frecuencia prácticas de bateo de oro, una técnica para buscar pepitas de oro en el río sin dañar el trascurso del mismo. Así como también organiza eventos para conocer algunos de los métodos de extracción más modernos, como el empleo de esclusas motorizadas que permiten procesar varios kilos de material de forma rápida y eficaz.
Mucho más que oro
Más allá de sus recursos minerales, el río Eria destaca también por sus paisajes impresionantes. Este fluye a través de parajes vírgenes, rodeados de montañas, bosques de robles y castaños, además de pueblos pintorescos donde parece que el tiempo se detiene. Sus aguas cristalinas, los desfiladeros que esculpe en la roca y los verdes valles que lo acompañan lo convierten en un destino imprescindible para los amantes de la naturaleza y el senderismo.
No obstante, el creciente interés por el oro de las aguas del Eria supone todo un desafío para la preservación del entorno natural. Los ecologistas locales temen que una posible explotación aurífera afecte a la biodiversidad del río, por lo que todas las técnicas de extracción han de realizarse siempre respetando las normas locales y el entorno.
Por el momento, el río Eria sigue siendo un símbolo de la conexión entre la naturaleza y la historia, ofreciendo tanto riqueza material como un refugio para los que buscan tranquilidad y desconexión del bullicio urbano. Por ello, el río permanece como un tesoro tanto para el alma como para quienes, con paciencia y respeto, buscan llevarse a casa un destello dorado procedente de entre sus piedras.