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Este es el estanco más antiguo de España: no tenía nada que ver con el tabaco
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Este es el estanco más antiguo de España: no tenía nada que ver con el tabaco

Su origen se remonta varios siglos atrás.

Un estanco en una calle de Madrid.Getty Images

El estanco es uno de los comercios más icónicos de España, donde generalmente se vende tabaco, cigarrillos electrónicos y, en muchos casos, productos como sellos, prensa o incluso aperitivos. Sin embargo, el papel de estos establecimientos ha cambiado mucho a lo largo del tiempo, adaptándose a todo tipo de demandas y normativas. Su origen se remonta incluso varios siglos atrás, cuando nacieron como parte de un monopolio estatal clave.

El estanco más antiguo de España data del siglo XIV, pero el tabaco no llega al país hasta el año 1542, por lo que este primer establecimiento no tenía nada que ver con la industria de la nicotina. Se trataba de un estanco de la sal, ubicado en el reino de Aragón, que regulaba la venta de este producto y no permitía la importación. Posteriormente, bajo el reinado de Felipe II, se creó el estanco de Barajas.

La palabra “estanco” proviene del término “estancar”, que significa restringir o monopolizar, y reflejaba la intención de centralizar el comercio de la sal en manos del Estado. Por su lado, el tabaco llega a Sevilla en 1542, procedente de las islas de cuba y de Santo Domingo, con lo que las Cortes decretaron en 1636 su estanco. Bajo esta premisa, el tabaco se empezó a comercializar a un precio fijo y con una autorización del Reino. 

Un negocio in crescendo

No obstante, fue en el año 1636 cuando el primer estanco de tabaco vio la luz en España. Más concretamente, dicho establecimiento se instauró en la Corona de Castilla y convirtió la venta de cigarrillos en un monopolio y, por ende, en una gran fuente de ingresos para el Estado. Desde sus primeros días, este local desempeñó un papel crucial en la distribución del tabaco, un producto que era considerado por aquel entonces un lujo para las élites.

A lo largo de los años, el estanco no solo ha sido testigo de transformaciones políticas y locales, sino que también ha sabido adaptarse a la evolución de las necesidades de sus clientes. Por ejemplo, durante la Guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX, los estancos se convirtieron en puntos de reunión clandestina y lugares de intercambio de ideas. Así como años más tarde han diversificado sus productos, adaptándose a los cambios en los hábitos de consumo. 

  Estanco en Madrid.Europa Press via Getty Images
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Más allá de su función comercial, el estanco se ha convertido en un lugar cargado de significado histórico y cultural. Representa la continuidad de un negocio que ha sabido amoldarse a los desafíos de cada época, desde los cambios legislativos hasta las transformaciones en la demanda. El primer estanco de la sal, aunque muy lejano de su homologo actual, perdura no solo como un punto de venta, sino también como un hito en la memoria colectiva del país.