El fascinante origen detrás de las 'barras de sangre' de la bandera de Cataluña

El fascinante origen detrás de las 'barras de sangre' de la bandera de Cataluña

Las cuatro franjas rojas sobre fondo amarillo que la componen han dado lugar a innumerables interpretaciones a lo largo de la historia.

Bandera catalanaGetty Images

La bandera de Cataluña, también conocida como la “senyera”, ha sido durante siglos un símbolo de identidad para el pueblo catalán. Las cuatro franjas rojas sobre fondo amarillo que la componen han dado lugar a innumerables interpretaciones a lo largo de la historia, pero una de las leyendas más arraigadas sobre su origen remonta a un episodio cargado de heroísmo y sangre. Según el relato tradicional, estas franjas no son simples adornos, sino que representan un gesto de reconocimiento hacia un líder herido en batalla, cuya valentía quedó plasmada en el emblema que hoy conocemos.

La leyenda más conocida que rodea a la creación de la bandera de Cataluña nos transporta al siglo IX, en pleno contexto medieval, cuando la figura del conde Guifré el Pilós (Guifré I) protagoniza un momento crucial. Según el mito, Guifré, tras haber demostrado una lealtad incuestionable al rey franco Carlos el Calvo, fue herido gravemente en una batalla defendiendo las tierras que luego formarían el condado de Barcelona. Se dice que, al ver a su fiel vasallo postrado tras haber derramado su sangre por el reino, el rey decidió rendirle un homenaje que trascendería los tiempos. En un acto simbólico, Carlos el Calvo mojó sus dedos en la sangre que manaba de las heridas de Guifré y los deslizó sobre un escudo dorado, creando así las cuatro barras rojas que luego identificarían al territorio catalán.

A pesar de la poderosa carga emocional que la leyenda confiere a la bandera, los historiadores mantienen opiniones diversas sobre la veracidad de este relato. Aunque el mito ha perdurado, muchos estudiosos señalan que no existen registros documentales contemporáneos que confirmen tal versión de los hechos. De hecho, algunos sugieren que la leyenda pudo haberse forjado siglos después de los eventos descritos, como una forma de cimentar un sentimiento de identidad y pertenencia en los habitantes de la región.

Lo que sí parece más claro, desde un punto de vista histórico, es que la bandera catalana tiene raíces más complejas y profundas de las que su leyenda sugiere. Algunos historiadores vinculan la "senyera" a las banderas y escudos utilizados por la nobleza y realeza de la Corona de Aragón. En este contexto, la bandera pudo haber sido, en sus inicios, un emblema del linaje de los condes de Barcelona, que más tarde fue adoptado como símbolo general del Principado de Cataluña y otras regiones que formaban parte de la Corona de Aragón. Las barras rojas y doradas, por lo tanto, podrían haber sido un símbolo heráldico ligado más a la familia gobernante que a un solo evento heroico.

Otro dato interesante es que la senyera no solo es el emblema de Cataluña, sino que también ha sido adoptada en otras regiones que históricamente compartieron vínculos con la Corona de Aragón, como Valencia y las Islas Baleares. Cada una de estas regiones tiene su propia variante de la bandera, con ligeras diferencias, pero las barras rojas sobre fondo dorado permanecen como el elemento central que unifica su herencia compartida. Esta expansión del símbolo a diferentes territorios refuerza la idea de que las franjas no eran inicialmente exclusivas de Cataluña, sino más bien un símbolo de la casa de Aragón.

Por otra parte, la interpretación simbólica de las barras rojas como “barras de sangre” ha contribuido a darles un significado aún más profundo, conectando el símbolo con las luchas, sacrificios y esfuerzos por la libertad que han caracterizado la historia de Cataluña a lo largo de los siglos. A medida que el sentimiento de identidad catalana se fue fortaleciendo, especialmente en tiempos de conflicto o represión, la senyera adquirió un poder simbólico aún mayor. Para muchos catalanes, esas barras de sangre no solo remiten a un origen medieval, sino que también son un recordatorio constante de la resistencia y la lucha por preservar su cultura y su autonomía.

El proceso mediante el cual la bandera pasó de ser un emblema nobiliario a convertirse en símbolo de todo un territorio es fascinante y complejo. Durante la Edad Media, el escudo de armas de los condes de Barcelona, que presentaba las icónicas barras rojas y doradas, se expandió junto con el dominio territorial de la Corona de Aragón. Este proceso de expansión hizo que la bandera adquiriera connotaciones más amplias, representando no solo a una familia gobernante, sino a un conjunto de pueblos que compartían un destino común bajo la misma corona.

Independientemente de si la leyenda del conde Guifré y las barras de sangre es históricamente precisa, lo que es innegable es el lugar central que la senyera ocupa en la identidad catalana. Ya sea por su historia o por el mito que la rodea, la bandera de Cataluña continúa siendo uno de los símbolos más poderosos y reconocidos no solo dentro de la región, sino también a nivel internacional.