El color desaparecido que llegó a ser el más caro del mundo y que la ciencia quiere recuperar
Se trata de uno de los colores más buscados por la comunidad científica, y hay que remontarse al siglo I para comprender el sentido y la trascendencia de este pigmento.
Hoy podría parecernos una locura, pero si nos remontamos siglos atrás, era considerado como un demostración de poder y un símbolo de pertenencia a la clase alta. En esta ocasión hablamos nada más y nada menos que de un color. Pero no uno cualquiera, se trata de un color muy particular y que durante décadas valía su peso en oro. Concretamente valía tres veces su peso en oro.
El color en cuestión es el púrpura. Pero no un púrpura normal, sino el púrpura de Tiro, utilizado para bañar los mantos de los emperadores y reyes más poderosos en la Roma del siglo I, moviendo enormes fortunas y grandes reinos.
En la actualidad, y pese a los múltiples intentos científicos por conseguir recuperar este pigmento, nadie lo ha logrado hacer con absoluta precisión. Y es que, el interés por este color, hace casi 2.000 años, movía intereses gigantescos en la población, hasta el punto de que cualquier ciudadano romano de la época habría cambiado ingentes cantidades de oro por una libra (450 g) de pigmento púrpura, que podía llegar a pagarse a 66.000 dólares.
Se trataba de un tinte tan valioso como exclusivo, y se llegó a denominar como "tinte imperial" o "púrpura real". El color servía para infinidad de demostraciones de poder, de la realeza y de las más altas clases sociales. De hecho, se llegó a aplicar en páginas de códices fastuosos, como el 'Petropolitanus Purpureus' del siglo IV d.C.
Se conoce que este color surge del mar durante la Edad de Bronce, gracias a los mercaderes fenicios, que fueron quienes consiguieron controlar su rentabilidad comercial desde la localidad de Tiro, en el sur de Líbano.
De acuerdo con las explicaciones de la Universidad Complutense, este pigmento se obtenía de las glándulas blanquiales del murex bandaris, conocido comúnmente como "cañadilla", y que se volvió en una de las modas más importantes del Imperio romano en aquella época.
Según los cálculos, para conseguir un gramo de este pigmento eran necesarios 10.000 moluscos, mientras que para colorar un kilo se necesitaban alrededor de 200 g de tinte, lo que por lo que el número de 'cañadillas' requerido era absolutamente disparatado.